Cámara de Representantes aprueba ley que manipula el
término antisemitismo para imponer mano dura a quienes manifiestan su rechazo a
los vínculos de las universidades y la administración Biden con Israel sionista
Publicado: Sábado 11 mayo 2024 | 08:43:52 pm.
Autor: Fernando M. García Bielsa
digital@juventudrebelde.cu
La Ley de Concientización sobre el Antisemitismo afirma que es antisemita llamar racista a Israel o protestar contra el genocidio que comete contra el pueblo palestino.
A la par que se intensifica la represión al levantamiento estudiantil opuesto al apoyo de Washington al genocidio israelí contra Palestina y que exige la suspensión de los vínculos de sus universidades con entidades sionistas, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó este 1ro. de mayo, y por amplia mayoría bipartidista, un proyecto de ley para ampliar la definición federal de antisemitismo.
La Ley de
Concientización sobre el Antisemitismo (Anti-Semitism Awareness Act) afirma que
es antisemita llamar racista a Israel o protestar contra el genocidio que
comete contra el pueblo palestino.
Son muchos
los que en Estados Unidos señalan que dicha ley, pendiente aún de consideración
senatorial y de la aprobación del Presidente, es violatoria de la primera
enmienda constitucional que protege el derecho a la libre expresión.
Esa pieza
legislativa está siendo impulsada apenas semanas después de que fuera
reautorizada otra ley violatoria de los derechos constitucionales que da luz
verde y visos legales a la intromisión en la vida de las personas y sirve de
instrumento para los controles sociales y represivos que aplican los órganos de
espionaje estadounidenses.
Resulta
impresionante cuán entronizado está en el discurso político y mediático en
Estados Unidos la narrativa sionista acerca del Estado de Israel como un afable
y acogedor hogar para el disperso pueblo hebreo y cómo han tergiversado y
manipulado, para propósitos viles, el significado del holocausto que se cometió
contra el pueblo judío por la Alemania nazi hace 80 años.
Hace unos
días, la conocida escritora y activista canadiense Naomi Klein decía: «No
necesitamos ni queremos el falso ídolo del sionismo. Queremos liberarnos del
proyecto que comete genocidio en nuestro nombre… El sionismo es un ídolo falso
que ha tomado la idea de la tierra prometida y la ha convertido en un acto para
vendernos un etno-estado militarista».
Se aprovecha
la enraizada existencia de un legítimo sentimiento de rechazo al racismo y a
cualquier expresión antisemita, así como la simpatía hacia las víctimas del
nazismo, y ahora se les instrumentalizan para desacreditar y envilecer a
manifestantes y a todo aquel que se atreva a criticar las políticas del Estado
de Israel o se exprese contra los horrores e injusticias que enfrentan los
palestinos.
Al propio
tiempo, muchos estudiantes han sido blanco de correos de odio y amenazas en las
redes sociales, mientras que la masacre en Gaza, como tal, pierde cobertura
ante el discurso histérico sobre el antisemitismo.
En ese
contexto tildar a alguien de antisemita deviene un instrumento con el que se
pretende descalificarlo y paralizar sus acciones. Se pervierte el significado
de término referido a «discriminación, prejuicio, hostilidad o violencia contra
los judíos como tales». Se llega hasta el punto de etiquetar expresiones en pro
de Palestina como «discurso de odio antijudío», y de catalogar como
«antisemitas» hasta los diversos sectores judíos que ahora, en el mundo entero,
protestan contra los crímenes de Israel. Es una manera de promover su impunidad
ante todo lo que hagan.
Eso es lo
que está detrás de esta «Ley de Concientización sobre el Antisemitismo» que
avanza en el ámbito legislativo en Washington, precisamente en el contexto de
la agresión brutal contra el pueblo palestino y del repudio generado en todo el
mundo.
Detrás de la
mano dura y represiva contra los estudiantes están también, y fundamentalmente,
el poder que tiene el lobby proisraelí en la política interna de Estados
Unidos, sus vínculos con el complejo militar industrial, así como la utilidad y
el papel geopolítico y estratégico que para Estados Unidos tiene su alianza con
ese enclave en el Medio Oriente.
Un aspecto
cardinal de la protesta estudiantil es el reclamo del cese de las inversiones y
relaciones de las universidades con empresas militares estadounidenses
vinculadas y proveedoras de la maquinaria de guerra industrial israelí.
Es un asunto
sensible, pues el dinero opera silenciosamente y son lazos protegidos y casi
impenetrables. Exigir la desinversión de industrias específicas es una tarea complicada
por la opacidad de los acuerdos de financiación e inversión del sector
universitario, así como asignaciones federales para investigaciones y proyectos
militares.
Desde su
surgimiento el Estado de Israel requirió del robo de tierras coloniales, hojas
de ruta para la limpieza étnica, produjo la expulsión masiva de palestinos de
sus tierras ancestrales, y consideró a los niños palestinos como amenazas
demográficas.
El genocidio
que ahora se produce en Gaza le ha abierto los ojos a buena parte del
estudiantado y del pueblo estadounidense. Ante ello algunas autoridades
universitarias llaman a la policía y se atrincheran contra la amenaza que
representan sus propios estudiantes y sus incómodos emplazamientos.
No son solo
los cada vez más militarizados departamentos de policía los que utilizan las
porras contra los estudiantes, sino que se hace evidente que la mano dura y la
intolerancia tienen respaldo y son incentivadas por gobernadores estaduales y
desde el Gobierno federal.
La
administración y el Congreso se enfrentan a un mayor escrutinio público,
mientras que el presidente Biden puja por calmar a la opinión pública y trata
de evitar, con incoherencias, que las manifestaciones contra su contubernio con
la masacre israelí en Gaza impacten sobre el electorado demócrata y afecten sus
pretensiones reeleccionistas.
Las
manifestaciones y los arrestos se han extendido a los campus universitarios de
todo el país en un grado que recuerda las protestas contra la guerra de
Vietnam. Ya son más de 40 los centros universitarios donde son masivas las
protestas y se estiman en más de 2 000 los arrestos.
En
California, la policía antidisturbios invadió el campamento de solidaridad con
Gaza en el campus de UCLA, realizó arrestos y desmanteló violentamente el lugar
de la protesta pacífica. Los estudiantes informaron de heridas graves cuando
los agentes dispararon balas de goma y granadas aturdidoras. La policía
también realizó decenas de arrestos en los campamentos de solidaridad con Gaza
en Dartmouth College, la Universidad de Wisconsin, la Universidad de Arizona y
en muchas otras.
El alcalde
demócrata de la ciudad de Nueva York, Eric Adams, defendió las redadas
policiales y aludió al manido argumento de supuestos «agitadores externos» que,
según él, tratan de «radicalizar a los jóvenes». En algunos lugares, las falsas
narrativas de los políticos atraen a turbas enojadas de extrema derecha a las
puertas de los recintos.
Por otra
parte, asambleas administrativas de varias ciudades han votado a favor de
resoluciones que piden un alto el fuego.
Tal fue el
caso, entre otros, de los ayuntamientos de Boston en Massachusetts, y de
Tacoma, en la costa oeste, y el de Bloomington, Indiana. En California, el
Ayuntamiento de Richmond votó a favor de desinvertir en Israel.
Internamente
se extienden las expresiones de apoyo al estudiantado, como es el caso de los
sindicatos de la industria automotriz (UAW), y de la educación (SEIU), dos de
los más grandes del país. Este último afirmó que «la supresión de la libertad
de expresión sienta un precedente peligroso para todos los que buscan justicia,
ya sean estudiantes que exigen responsabilidad institucional o trabajadores que
se organizan para obtener mejores condiciones laborales».
Desde
Europa, especialmente Francia y Alemania, llegan las mismas imágenes de dura
represión policial contra campamentos estudiantiles, detenciones y expulsión de
estudiantes y profesores.
Al respecto,
la relatora de derechos civiles de la ONU recientemente expresó: «La crisis de
Gaza se está convirtiendo en una crisis mundial de la libertad de expresión,
especialmente en Occidente».
Independientemente
de la firmeza con que EE. UU. y la mayoría de los gobiernos europeos respaldan
el sionismo israelí y de la tibieza de algunos gobiernos árabes sunitas para
definir sus posiciones, los acontecimientos en Gaza, y las fuertes protestas que
han generado, debilitan considerablemente la imagen y la situación
internacional e interna del Gobierno de Israel, y se han convertido en un hueso
atravesado en la garganta del presidente Biden en sus aspiraciones de
reelección este próximo noviembre.
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