Matthew Lynn, El Economista
Crecimiento ralentizado. Un mercado de valores colapsado. Y una tormenta financiera que se expande por el resto de los restos de la economía global. Puede que durante la subida, el índice de Shanghái no haya supuesto un impulso excesivo para otros mercados, pero sin duda ahora está arrastrándolos con él.
Lunes Negro, aunque es la que predomina en Twitter, quizá no sea la palabra exacta, el destrozo en los mercados de valores todavía no puede compararse con la caída en picado de 1987 o el colapso de la burbuja puntocom del año 2000. Pero este mes hemos visto sin duda algunas caídas espectaculares, y puede acabar convirtiéndose en el comienzo de un mercado bajista a nivel mundial.
En un momento dado, la Bolsa es la fuerza que normalmente domina los mercados globales. Marca el tono, sufre rabietas y desencadena la bonanza y los descalabros. Antaño era la Bolsa de Londres quien marcaba el paso. Durante la mayor parte del siglo pasado fue Wall Street. Durante una pequeña parte de los 80, fue Tokio. A partir de esta semana parece que será China. Si invierte en acciones, sepa que va a jugar en el mercado de Shanghái porque este será quien lo domine todo. Y, tal como les gusta decir en este país, va a ser un revulsivo.
¿Susto veraniego?Obviamente es demasiado pronto para poder decir si los mercados viven el típico susto veraniego, el mes de agosto es generalmente uno de los meses más volátiles, quizás porque los que se encargan de las mesas de contratación son los becarios, o si el mercado alcista que empezó en 2009 ha llegado a su fin. Es posible que a finales de septiembre los mercados recuperen su equilibrio y reanuden su ascenso.
Cierto es que con 76 meses esta es ya la tercera carrera alcista más larga de la historia. Pero el gran repunte vivido desde 1990 a 2000 duró 117 épicos meses, y el de 1921 a 1929 duró 97 meses, por lo que no hay ninguna razón especial para pensar por qué este tenía que prolongarse durante dos años más. Ya lo veremos.
Lo que sí podemos asegurar es que la crisis económica, al igual que su televisor o su Smartphone, llevan el sello 'Hecho en China', y esto quizás sea lo más importante. Cuando su índice cayó en un 8,5% en una única sesión de contratación, todos los mercados del mundo se retorcieron de dolor. En Europa, el DAX alemán, el CAC francés y el FTSE británico sufrieron una caída inmediata del 7%. En la apertura, el índice Dow Jones perdió mil puntos en la primera hora del día, y aunque logró recuperarse más tarde, fue una de las sesiones más volátiles de los últimos tiempos. Y todo fruto de la reacción ante lo que había sucedido en China. Esto es algo nuevo. A pesar de su rápido crecimiento, China hasta ahora había tenido un impacto relativamente escaso en los mercados financieros.
Piensen en los primeros meses del año, por ejemplo. Las acciones chinas estaban en racha y crecieron un 60% en solo unos meses. Si el índice Dow Jones hubiera experimentado un crecimiento del 60%, todos los demás mercados se hubieran subido al carro. En menor medida, hubiera sucedido lo mismo si el FTSE, el DAX o el Nikkei hubieran experimentado esta subida. Pero la pujanza china no afectó a otras Bolsas, que pasaron el primer semestre de 2015 cojeando y mostrando pocos signos de vida. Lo mismo sucedió durante la mayor parte de la última década. Al igual que un mal cantante de karaoke, Shanghái seguía su propio ritmo, inmune a lo que estaba sucediendo en otros lugares.
Otro planeta financieroLos análisis académicos lo confirman. Un estudio publicado por el Banco de Finlandia demuestra que la correlación entre los precios bursátiles de Shanghái y Nueva York estaba en constante crecimiento, pero en 2010 solo había alcanzado un relativamente débil 0,5. Era como si China fuera, al menos financieramente, otro planeta. Era interesante de observar, pero no afectaba demasiado a lo que sucedía en nuestro mundo.
Es realmente sorprendente. El explosivo crecimiento de China ha convertido a este país en la segunda economía más importante del mundo. Su mercado de valores, que no se puso en marcha hasta 1990, estaba, por lo menos hasta comienzos de este año, entre los más importantes. En mayo, el índice Shanghái Composite valía 5.900 millones de dólares, lo que le convertía en la tercera Bolsa más importante del mundo, por detrás únicamente de la Bolsa de Nueva York, de 20.000 millones de dólares, y el Nasdaq de 7.000 millones. Si le añadimos el mercado de Shenzen, que vale otros 5.000 millones de dólares, podría decirse que la combinación de estas dos Bolsas alcanza la segunda posición. No se trata tan solo del peso del dinero, aunque sí es importante. China es también el principal impulsor de la demanda mundial, quien dicta la demanda, los niveles de precios y el crecimiento. Le sobra efectivo y posee reservas que le permiten prescribir las condiciones de los mercados de divisas. Por tanto, en la medida en que su mercado sea un indicador puntero del estado de la economía china, es lógico que dicte los mercados globales, al igual que cuando antaño dominaba la economía estadounidense era lógico el dictado del índice Dow Jones.
La clave del 'Lunes Negro' es que ahora es probable que el mercado de Shanghái sea el impulsor clave de los mercados globales, en rivalidad por ahora con el NYSE, pero con la posibilidad de que lo eclipse. Será volátil, complejo y estará más dominado por los sentimientos y el miedo que por el cálculo racional, los chinos son unos jugadores empedernidos que ven el mercado de valores como un casino sin luces de neón y sin camareras sirviendo cócteles. Y el apoyo del gobierno será más contundente que el recibido por cualquier Bolsa occidental. Pero deberán acostumbrarse. Si invierten, a partir de ahora jugarán en los mercados de Shanghái? así que abróchense el cinturón que vienen curvas.
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