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"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

viernes, 25 de agosto de 2017

Porfía por el surco y la mesa

Mientras los campesinos porfían en el surco y los consumidores sudan lo propio en el mercado, la agricultura cubana sigue buscando alternativas para un sueño esquivo: desbordar la mesa



Foto: Ronald Suárez Rivas

Mientras los campesinos porfían en el surco y los consumidores sudan lo propio en el mercado, la agricultura cubana sigue buscando alternativas para un sueño esquivo: desbordar la mesa. Los tropiezos llegan por la sequía, problemas de combustibles y recursos tecnológicos o por la falta de fluidez de algunas de las fórmulas económicas aplicadas.

Las producciones han evolucionado de manera irregular en estos años, aunque es uno de los primeros sectores que introdujo medidas con el actual proceso de Actualización del modelo económico. En el 2008 se inició, de forma masiva, la entrega en usufructo de tierras agrícolas ociosas, mediante el Decreto ley 259, perfeccionado cuatro años después con el Decreto ley 300. Otras medidas se sumarían para fortalecer las unidades básicas de producción cooperativa (UBPC) y al resto de las cooperativas, y para conseguir una relación comercial más fluida entre los productores y los mercados agropecuarios y con el turismo.

Ocho años después, sin embargo, el sector agropecuario todavía avanza débilmente. Importantes cosechas han promediado un discreto crecimiento, si se comparan los resultados del 2016 con las cifras del 2008.

A juzgar por datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), las viandas aumentaron un 22 % en ese periodo y el arroz, un 18 %. Entre un 2 y un 3 % de avance como promedio anual. Mejor le fue a los frijoles, con un incremento del 40 % al término de esos ocho años. Y sin mucho entusiasmo a las hortalizas, que en el 2016 se mantuvieron en el mismo rango del inicio.

La ampliación a partir de ahora del área entregada a los productores, y de los plazos de usufructo de las tierras que estaban ociosas –hasta 20 años, prorrogables, para personas naturales, y tiempo indefinido para personas jurídicas– se suma a otras modificaciones de esa legislación, y pueden favorecer líneas como la ganadería y el uso más eficaz de cada rincón fértil. Pero no es suficiente.

Desde los inicios de esa política hasta la fecha, las autoridades han redistribuido casi dos millones de hectáreas (1 917 000) que permanecían improductivas, literalmente olvidadas, o con muy bajo nivel de explotación en manos de empresas estatales. Esa cantidad representa alrededor del 31 % de la superficie agrícola del país. Ahora permanecen ociosas cerca de 894 000 hectáreas, pero solo 300 000 están disponibles para personas naturales, que han recibido ya el grueso de las tierras previamente distribuidas: 1 733 000 hectáreas.

De acuerdo con las propias declaraciones del director de Suelos y Control de la Tierra, Eddy Soca Baldoquín, las áreas pendientes no son atractivas: «se encuentran, por lo general, alejadas de los asentamientos poblacionales y de las comunidades agrícolas, carecen de agua y de vías de comunicación y presentan alta infestación de marabú».

Sin renunciar a poner cada surco en manos de quien esté dispuesto a producir para la sociedad, uno de los desafíos es que esas manos sean primero las de los productores mejor probados. Es la manera de crear condiciones para emprender entonces otro desafío mayor: reorientar hacia las producciones agropecuarias, y aprovechar con eficiencia, las inversiones financieras y tecnológicas que necesita cualquier economía contemporánea.

La agricultura con bueyes, digna como sobrevivencia única en el llamado Periodo Especial, permitió a la nación cubana bogar cuando desapareció el resto de las alternativas. Pero ahora el país perfila poco a poco una estrategia de inversiones, extranjeras y nacionales, para sectores que requieren, a su vez, del suministro agropecuario. Desde la industria alimentaria y el turismo, entre otros, llegan señales que se suman a la tradicional demanda de alimentos.

La agricultura intensiva, con respeto a patrones de sostenibilidad ambiental, es una exigencia del desarrollo. Para levantar con paso sólido sus rendimientos e indicadores, estos productores requieren de inversiones en sistemas de riego, tractores, cosechadoras, fertilizantes y otros múltiples equipos, además de las políticas ya iniciadas para dinamizar la producción de alimentos y los nexos con el resto de la economía mediante los mercados agropecuarios. Algunos cultivos ya lo demuestran en Cuba.

De la necesidad de invertir, sembrar y levantar con más vigor esas producciones, habla cada año el gasto cubano de cerca de 2 000 millones de dólares para importar arroz, pollo y otros alimentos que no logra aunque puede producir el país.

La clave es que cada paso garantice luego que esos recursos fluyan hacia los surcos cubanos de altos rendimientos.

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