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martes, 23 de enero de 2018

Precios topados: ¿comer menos o pagar más?

Por Roberto Alfonso Lara -23 enero, 2018

El tiempo le pasa factura al tope de precios en Cienfuegos./Ilustración: Martirena

El “performance” de los precios topados ya no da más. Tras casi tres meses de establecidas en Cienfuegos las tarifas máximas para la venta de productos agrícolas, los efectos de esa decisión gubernamental solo pueden explicarse a la hora de la comida, cuando en casa escasean las especias, viandas, frutas y hortalizas acompañantes.

Si bien las medidas adoptadas por el Consejo de Administración Provincial pretendían entonces aminorar el impacto en la población de las afectaciones del huracán Irma al sector agroalimentario, su implementación hasta la fecha ha sido tanto o más arrasadora que los vientos del fenómeno meteorológico en la región centro sur de Cuba.

Desde el inicio, el 6 de noviembre de 2017, la realidad se mostró desafiante. La desaparición de los carretilleros o vendedores ambulantes de sus sitios habituales de comercialización —incluidos los mercados de oferta y demanda—, supuso una evidente señal de descontento de los actores privados ante las nuevas regulaciones. Esa desoladora circunstancia apareció descrita en este periódico, que además, señalaba el poco respaldo existente en placitas, mercados y puntos de venta estatales.

No por gusto resultó cuestionable el carácter oportuno de las disposiciones aplicadas, especialmente porque apenas se previeron estrategias para asegurar un surtido estable en los establecimientos administrados por el Estado. El pago en efectivo a los productores en las naves de Acopio y la habilitación de otro fondo para liquidaciones fuera de contrato, fueron las cartas jugadas por el mecanismo empresarial —ya con el tope impuesto— para recuperar la confianza de los campesinos y atraerlos a su sistema de comercialización.

Directivos del sector agrícola en la provincia avizoraron, incluso, un obligado acercamiento de los productores a las figuras oficiales, con absolutas garantías de pago. “En este minuto no tenemos atrasos ni impagos”, declararon a la prensa. Días después, el propio 5 de Septiembre publicó en sucesivas ediciones impresas, mensajes de texto en alusión a deudas no saldadas, morosidad y demoras en la entrega de los insumos requeridos.
Mensajes de texto de productores cienfuegueros, publicados por el semanario 5 de Septiembre.

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La inestable gestión de las unidades estatales, con limitadísimas ofertas, habla hoy a las claras de que dicha “confianza” no fue ganada con la premura que demandaban los consumidores. Salvo la esporádica venta de tomate, cebolla, yuca, boniato o calabaza —¡y no en todas las placitas a la misma vez!—, la mesa del cienfueguero aún espera con ansias ciclónicas por la recuperación definitiva de la agricultura del territorio. Otras ciudades del país, como Santa Clara, donde los estragos de “Irma” fueron mayores, recién anunciaron la inmediata reanudación de las tradicionales ferias agropecuarias de los domingos en el recinto Los Pilongos.

El tiempo, por otro lado, le pasa factura al tope de precios. Si al principio algunos carretilleros asumieron el riesgo de vender a escondidas u optaron por una efímera retirada, ahora la burla a lo normado casi se pasea por las calles de Cienfuegos, con el paulatino retorno de varios de ellos, junto a los precios excesivos y los agujeros en los bolsillos del trabajador.

Mensajes de texto de la población cienfueguera, publicados por el semanario 5 de Septiembre.
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Un lector comentaba a este medio que las personas debían denunciar a los infractores, en lugar de comprarles los productos agrícolas. Sin embargo, se trata de un tema de dimensiones éticas que implican los derechos y deseos de la gente de comer, y comer bien. Les corresponde a las instituciones procurar la legalidad, incluso, cuando las multas, el decomiso de los bienes y el retiro de la licencia a carretilleros, poco o nada incida en la gestión favorable de placitas, mercados y puntos de venta estatales. Ese propósito exige mayor producción, pagos que estimulen el trabajo del campesinado, rigor en los contratos y autoridad empresarial. Hasta tanto, el cienfueguero continuará debatiéndose entre comer menos o pagar más.

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