Era
muy de esperar que Donald Trump, presidente d
el imperio más poderoso del mundo,
tropezara, probablemente sin darse cuenta, con muchas de sus mismas
barrabasadas, villanerías y estupideces.
Lo
que sí me parece sorpresivo que, tratándose de una nación que se sustenta en
sus normativas y leyes, lo que no puede negarse, y conforman un conjunto
apreciable de principios y regulaciones que encaminan a su sociedad, haya
emergido una especie de troglodita que se alce con la primera magistratura,
transite libremente durante 4 años en su cargo, se fugue de los elementos
legales tan eficaces en esa nación, y llegue hasta preocupar a la democracia,
con peligros tan catastróficos como la advertencia de posibles golpes de estado
y leyes marciales.
Aunque
parecía que se iba a lograr una especie de contemplación apática por ese pueblo
permitiendo el libre paso de la caravana de ese despreciable monarca, proclamando
a todos los cielos sus virtudes para hacer “América más fuerte”, y advirtiendo
desvergonzadamente su seguro retorno dentro de 4 años para finalizar su devota
labor, como buen fascista que es, ordenó a sus huestes una última infame tarea
antes de entregarle el poder, o no, al que oficialmente había logrado la
victoria en las elecciones del 3 de noviembre de 2020:
LA
MARCHA FASCISTOIDE HACIA EL CAPITOLIO DE LA NACIÓN, para seguir amenazando a los congresistas del enorme
fraude, según él, que había sido objeto por el Partido Demócrata, y tratar de
anular la declaración oficial de presidente de Joe Biden.
Como
todos conocemos, sucedió el amargo, inconcebible y criminal asalto al máximo
exponente de la democracia estadounidense: EL CAPITOLIO NACIONAL, dando lugar a
su última abominable acción dentro de sus correrías políticas, todo lo cual
seguramente debía dar lugar a un enjuiciamiento inculpándolo de insurrección y
sedición; acciones que son duramente condenadas por esa nación.
Ahora
bien, como es natural, posteriormente a estos hechos, en todo el andamiaje
noticioso está prevaleciendo en las mentes de la mayoría de los habitantes de
este mundo, sólo el nombre de Donald Trump, y seguramente permanecerá así
durante varios días, semanas, meses y hasta años.
Aunque
es normal que esto ocurra, considero que es necesario resaltar que se pudiera
estar cometiendo una indeseable distracción al invisibilizar a todos los que,
conscientemente, se estuvieron complotando con el malhechor durante esos
fatídicos 4 años; y muchas veces fueron los que influyeron asesorándolo y mostrándole
las vías sobre las que se encarrilaran
las inagotables , extensas, criminales e ilegales sanciones y hechos que
han dañado profundamente sobre todo a nuestro país, a Venezuela y a Nicaragua, y
otros que consideraron fuera de su agrado.
Es por
eso que en aras de nadie quede inmune a tantas transgresiones, sería justo que
algunos de estos sicarios fueron acusados legalmente por su participación en
los actos por los que se considera debe condenarse a Donald Trump.
Por
último, tampoco podemos dejar pasar por alto, pues de otra forma seríamos
indignos al ocultarlo, la parsimonia y frugalidad de los que ahora enjuician a
Trump en el Congreso de los Estados Unidos, pues nunca, ninguno de ellos, tuvieron
la valentía y la justeza de, por lo menos, declarar su inconformidad con el
inmenso daño que, con una constancia enfermiza durante 48 meses, fueron
vilmente ejecutados, atosigando y acosando a nuestro pueblo y pequeño país,
hasta que se rindiera, lo cual les fue imposible, como siempre ha sido en estas
seis décadas de confrontación con el imperio más poderoso del mundo.
La
Habana, 9 de enero de 2021. “Año 63 de la Revolución”
JSAF
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