Un concepto básico del pensamiento marxista es el relativo al trabajo como cualidad humana, a la fuerza de trabajo, su producto y valor, y a su necesaria reposición. Carlos Marx dedicó a ese tema las páginas iniciales del primer tomo de El capital[1]. Resumidamente, allí nos dice que la capacidad o fuerza de trabajo es el conjunto de las facultades físicas e intelectuales que la persona pone en acción, mediante el trabajo, para crear un producto, el cual tiene valor de uso si resuelve una necesidad.
Esta
es una cualidad exclusivamente humana. Aunque laboriosas abejas construyan las celdas
de un panal con una pulcritud “que avergonzaría al mejor maestro de obras”, el
trabajo humano las supera largamente en algo que ningún animal puede hacer:
concebir en su mente al objeto útil y los posibles modos de producirlo antes de
emprender su elaboración.
En
su respectiva sociedad, prosigue Marx, ese producto además tiene valor de cambio
respecto a los productos elaborados por otras personas, con quienes es posible intercambiarlos.
Sin embargo, los humanos elaboramos numerosos productos diversos, y lo que posibilita
establecer un mercado donde canjearlos no son las características propias de
cada uno, que difieren, sino lo que todos ellos poseen en común: son
productos de la fuerza de trabajo empleada en producirlos.
Más
exactamente, el tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en confeccionar
un objeto útil es lo que determina su valor y, en consecuencia, la
posibilidad de estimar las cuantías en las cuales unos y otros productos pueden
intercambiarse. No obstante, eso que nos permite tasar el valor del producto,
no nos dice cuál es el valor de la fuerza de trabajo invertida en elaborarlo.
La
fuerza de trabajo, continúa Marx, solo se hace efectiva por medio de su
exteriorización: ella se plasma por medio del trabajo que la persona
efectúa. Ese trabajo posee además una cualidad excepcional, que es su poder de
producir valor. Por eso, en el capitalismo, el burgués dueño de los necesarios medios
de producción, le paga al obrero cierto tiempo de trabajo, y al concluir la
jornada laboral, el producto que el burgués así ha obtenido vale más que los
medios gastados y la cantidad pagada al trabajador.
No
obstante, al cabo de varias horas de laborar esa capacidad de trabajar se agota,
por la fatiga física y mental que ese esfuerzo le ocasiona al trabajador, lo
que exige reponerla. Solo así pueden restaurarse, cada día, las energías y
productividad del trabajador.
La existencia humana es imposible sin
actividades productivas y, por lo mismo, tampoco es posible sin reponer la
fuerza de trabajo necesaria para ejercer esas actividades. Reponer esa fuerza
es un proceso que tiene lugar en otro ámbito, normalmente el de la familia, en
su barrio o comunidad. Por lo tanto, el valor de la fuerza de trabajo equivale
al coste de la suma de los medios necesarios para mantener y reproducir la vida
del trabajador y la de su familia.[2]
Una
vida social y familiar satisfactoria es funcional para restaurar a diario la
salud física, mental y laboral. Y las energías físicas, psicológicas e
intelectuales que allí se reponen, igualmente son las requeridas para renovar
las aptitudes indispensables para la sociabilidad, el desarrollo cultural y la
creatividad, no solo para laborar. Lo que implica reconocer que la recuperación
de la fuerza de trabajo no puede ser satisfactoria en condiciones familiares,
vecinales o ambientales disfuncionales.
Ahora
bien, las necesidades y expectativas de los trabajadores y de sus familias
evolucionan en el decursar de la historia. El desarrollo cultural de la
sociedad nacional y de su pueblo genera demandas espirituales y técnicas
progresivamente más complejas, que incrementan los costos de la reposición de
la fuerza de trabajo mientras esta, por su parte, al adquirir mayor desarrollo
cultural puede mejorar su productividad.
Ello
demanda precisar tres elementos del proceso: la naturaleza del descanso
restaurador de la fuerza de trabajo; la naturaleza y papel de la
familia, y de su ámbito; y el papel del complejo trabajo de las mujeres
que “no trabajan”, quienes hacen posible el trabajo de los hombres, además de
criar las siguientes generaciones de trabajadores.
No
cabe rebajar a nivel animal el concepto de reposición de fuerza de trabajo:
dormir, comer y haraganear. Como función humana, esa reposición también abarca
cambiar de quehaceres, actividades físicas y recreativas que contribuyan a
eliminar estrés, convivencias donde disfrutar de relaciones e ideas, y retos
cognitivos que estimulen aprendizajes y ayuden a sentirse renovado.
Su
ámbito normal es la familia. En general, por familia entendemos un grupo
estable constituido por personas de distinto sexo y edades, enlazadas por
relaciones de parentesco por consanguineidad o afinidad, entre quienes hay una
convivencia habitual y cierta privacidad. Ahí tienen sitio cosas tan
importantes como el mantenimiento personal, la reposición de la fuerza de
trabajo, la socialización primaria de los niños y, con ello, la reproducción
cultural de ese sector social, además de la procreación de las siguientes
generaciones de trabajadores.[3]
Una situación familiar
satisfactoria, en un entorno aceptable, son funcionales para restablecer a
diario la salud física, mental y la aptitud laboral. Y las energías físicas,
psicológicas e intelectuales que allí se recuperan son, asimismo, las
requeridas para renovar las aptitudes humanas para la sociabilidad, el
desarrollo cultural, la creatividad y la capacidad de innovar, no solo las exigidas
por el trabajo corriente. En otras palabras, eso
también es parte medular del desarrollo social y, en el tiempo, condición
necesaria para una existencia humana que progresivamente pueda hacerse más
humana.
Panamá,
noviembre de 2021.
*
Escritor y diplomático panameño.
[1]. Principalmente en el Capítulo
I, La mercancía; el Capítulo II, Cómo se convierte el dinero en capital; el
Capítulo V, Proceso de trabajo y proceso de valorización; y en el Capítulo
VIII, La jornada de trabajo.
[2]. En el trabajo por turnos u
otras formas de labor, como las marítimas y en la minería, el descanso puede
tener lugar temporal en un área anexa a la de trabajo. Sin embargo, esto no
cambia la base de cálculo de su valor, que asimismo debe incluir el
sostenimiento de su familia.
[3]. Ver
INFOCOP, Valeria Colombo y Eva Cifre Gallego, “La importancia de recuperarse
del trabajo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario