SEGUNDA PARTE. EL EXPANSIONISMO
TERRITORIAL.
Dentro
del acervo de creencias etéreas que constituyó esta etapa increíble de la
historia de esa nación, convertida en imperio, la más significativa, atrevida y
preferida por la mayoría de la élite gobernante de los Estados Unidos, en todo
el Siglo XIX, fue esta del EXPANSIONISMO
TERRITORIAL.
Según
los entendidos, nunca ha existido una cuya expansión haya sido tan amplia, tan
rápida NI TAN VIOLENTA.
La
creencia morbosa en el DESTINO
MANIFIESTO justificaba ante las más escrupulosas conciencias estas ambiciones
de tierras ajenas.
Ahora
bien, considero que es importante no solo escudriñar las motivaciones de sus
personajes en este periodo largo de tiempo, sino plantearnos honestamente cómo
hemos llegado al Siglo XXI, después tanto bregar, y salvando los indiscutibles
avances, en el que persisten con astuta SIMULACIÓN
algunas de las mismas aberraciones, como otras formas más sofisticadas y
especializadas de expansionismo.
Como
siempre, cuando se escribe y se difunde este acontecimiento que ciertamente
amerita analizarlo por su magnitud y los efectos y secuelas que surgieron en el
decursar de los años, casi nunca se llega a profundizar cuales fueron las
causas y los orígenes que dieron lugar a tan inmenso hecho económico-político-social.
Y es
ahí cuando se atiborra a sus ciudadanos y a la entera humanidad, con sus
famosas películas, sus libros escolares, sus extensas y bien hechas series; y,
en fin, con todo su enorme poder comunicativo y paranoico.
Por
lo tanto, en aras de ser lo más conciso
posible, lo que en este caso no resulta fácil, y por eso hay momentos en que no
aparecen hechos que si se incluían haría tediosa su lectura, trato de
compendiar las partes más ligadas a lo que se conquistó, y sobre todo de qué
forma se hizo y sus secuelas, extendiéndome algo en las declaraciones,
confesiones y argumentos de los principales encartados.
Se
conoce que los 13 Estados que se crearon algún tiempo después de terminada la
Guerra de Independencia, se habían extendido en población y territorio hasta
las márgenes del rio Mississippi, en la llamada Luisiana, lo cual implicó que
la extensión territorial de la antigua colonia prácticamente se triplicó, con
una población de alrededor de 5 millones de kilómetros cuadrados.
La
población india (los pieles rojas), en buena parte fueron exterminados, y ya se
había expansionado en toda la parte sur, el comercio esclavo africano y su
criminal explotación. En 1850, de
acuerdo con los datos existentes, 2 millones 500 mil esclavos trabajaban en las
labores agrícolas.
Durante
la presidencia de Thomas Jefferson en 1803, Francia (Napoleón), le vendió a los
Estados Unidos todo el territorio de la Luisiana por 15 millones de dólares.
La
joven república aumentaba de golpe su área territorial y marítima en 2 millones
145 mil kilómetros cuadrados. Precisamente en esa zona, mucho después se
constituyeron otros 13 Estados.
En
este periodo que se analizó, de 1801 hasta 1861, año en que comienza la Guerra
de Secesión o Guerra Civil, fueron elegidos 14 Presidentes. Al comenzar el
siglo, ya habiéndose incorporado la Luisiana a los Estados Unidos, Jefferson se
encargó de afianzar su afán de dominio territorial al indicar en un discurso,
con prepotencia y predestinación divina:
·
“Aunque nuestros actuales intereses nos restrinjan dentro de
nuestros límites, es imposible dejar de prever lo que vendrá cuando nuestra
rápida multiplicación se extienda más allá de dichos límites, hasta cubrir por entero
el Continente del Norte, sino es que también el del Sur, con gente hablando el
mismo idioma, y gobernada en forma similar y con leyes iguales”.
Y para rematar,
casi al término de su segundo mandato, remitió carta al nuevo presidente
James Madison, ya con ostentación imperial y olvido ab soluto de la Declaración
de Independencia que rubricó el 4 de julio de 1776, exponiendo en parte:
·
“Entonces, solo tendremos que incluir el norte (el Canadá) en
nuestra Confederación. Lo haríamos por supuesto en la primera guerra, y
tendríamos un IMPERIO para la
libertad como jamás se ha visto otra desde la CREACIÓN.” “Persuadido estoy de que nunca ha existido una
Constitución bien calculada como la nuestra, para un IMPERIO en crecimiento, que se gobierna a sí mismo (…)”
Al mejorar ostensiblemente las fronteras que daban al
Norte de los territorios ambicionados y de posesión mexicana, ya estaban
creadas las condiciones para comenzar los próximos movimientos hacia el Oeste
hasta llegar al Pacifico: tomar Texas, Nuevo México y California.
De igual modo, mucho antes, ya había comenzado, con la
anuencia del gobierno, la estampida de aventureros, delincuentes, ex
presidiarios y familias completas, hacia el Oeste en regiones ajenas, para
explorar las nuevas oportunidades de tierras fértiles y minerales sobre todo el
oro.
Fueron miles de pobladores que ciertamente facilitaron
con posterioridad la invasión militar de los ejércitos de los Estados Unidos.
Estas ansias expansionistas provocaron el exterminio
de tribus enteras de indios que ocupaban esos lugares.
A mediados de enero 1846, el General Zachary Taylor
(más tarde Presidente), RECIBIÓ LA ORDEN DEL PRESIDENTE JAMES POLK DE AVANZAR CON SUS TROPAS HACIA EL RIO GRANDE, y
ya en marzo se aproximaron a sus riberas del Norte. El movimiento premeditado
de las unidades norteamericanas perseguían iniciar las acciones militares:
“Fuimos enviados a provocar la contienda, pero era imposible que México
comenzara”, escribió Ulysses Grant, oficial del ejército de Taylor y futuro
Presidente.
Sin embargo, era tan conveniente y necesario
tal accionar que para entonces las tropas norteamericanas ya habían ocupado no
solo Texas, también perteneciente a México, sino un enorme territorio mexicano
entre los ríos Nueces y Rio Grande.
Y es
así que, con todo ese explosión de engaños y falsedades del Presidente Polk, y
sus allegados, el 13 de marzo de 1846,
el gobierno de los Estados Unidos decidió DECLARARLE
LA GUERRA A MÉXICO.
En
ese entonces, Abraham Lincoln como diputado, desenmascaró las falsas afirmaciones
de Polk en el Congreso, y dijo “fue él (Polk) quien ordenó al General Taylor que
penetrara en un Estado pacífico para provocar la guerra”. Además, Henry Clay,
presidente de la Cámara Baja del Congreso planteó que era mentira evidente la
acusación de que México hubiera iniciado la guerra, expresando: “Yo sé que
todas las naciones nos ven al llevar la presente guerra, actuando con espíritu
de rapacidad, movido por un desorbitado deseo de expansión territorial”.
Finalmente,
las tropas yanquis entraron en Ciudad México. Tuvieron lugar combates
sangrientos. Se destacó la firmeza de seis jóvenes cadetes de la Escuela
Militar de Chapultepec, que no quisieron abandonar sus puestos y lucharon hasta
el último aliento.
En
la capital, las tropas estadounidenses establecieron un régimen de terror y
arbitrariedad. Fueron erigidos cadalsos en los que se daba muerte pública a
patriotas mexicanos. La destrucción de poblados, los asesinatos, saqueos, la
violencia contra la población civil se hicieron habitual.
Saquearon
el Palacio Nacional y otras edificaciones públicas y del Estado, así como
multitud de casas particulares, abriendo gran número de tabernas, prostíbulos y
garitos.
Finalmente,
el 2 de febrero de 1846, en el poblado Guadalupe Hidalgo, se firmó el Tratado
de Paz, en el que México cedió a Estados Unidos, no solo Texas, sino también
Nuevo México, Alta California y la parte norte de Tamaulipas, Coahuila y
Sonora; o sea más de la mitad del territorio del país, con una superficie total
de 2.3 millones de kilómetros cuadrados, RESULTADO
DE UNA GUERRA BÁRBARA E INJUSTA EN LA HISTORIA DE LOS ESTADOS UNIDOS Y DE TODO EL
HEMISFERIO OCCIDENTAL.
Esta
falsa y a la vez celeste concepción de
que los norteamericanos son una “raza superior”, destinada por la providencia a
definir el camino de desarrollo de otros países y a gobernar a otros pueblos,
comprendida en la TRETA y ARTIMAÑA
astutamente concebida como el DESTINO
MANIFIESTO (o en la actualidad AMERICA FIRST), ha conducido a buena parte
del pueblo norteamericano y a sus gobernantes, a creerse, algunas veces de
verdad, y mayormente fingiendo, que son fieles seguidores y creyentes de esa
fundamento ideológico.
Sino
analicemos con sensatez y sin prejuicios
el desarrollo de esa nación desde que son independientes a la fecha
(apróx. 250 años), y nos daremos cuenta
que, con más o menos acentuación, siempre se destacan señales y manifestaciones
dirigidas a lograr este fenómeno.
Por
último, al iniciarse la Guerra de Secesión o Guerra Civil entre el Norte y el
Sur, en 1861 hasta 1865, claro está que el expansionismo cesó. Lo que aconteció
posteriormente de 1866 hasta finales del siglo, es otra historia, en la cual
CUBA, entre otros, fue uno de sus
principales protagonistas.
La
Habana, Cuba 7 de octubre de 2019. “Año 61 de la Revolución”
JULIO
SERGIO ALCORTA FERNÁNDEZ
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