El plan gubernamental entraña un cambio conceptual con respecto a un popular refrán cubano que aseguraba que “sin azúcar, no hay país”.
La Habana, 17 mar.- Más allá de rescatar un símbolo de identidad nacional, la estrategia para salvar la agroindustria azucarera en Cuba aspira a modernizar el sector, diversificar producciones y convertirla en pivote de la seguridad alimentaria y energética.
El plan de rescate que incluye a los derivados y la generación de energía, agrupa “medidas integrales dirigidas a detener el decrecimiento, recuperar y hacer sostenible la producción de caña de azúcar”, explicó Noel Casañas, vicepresidente del Grupo Empresarial Azucarero Azcuba.
La entidad estatal que sustituyó en 2011 al otrora Ministerio del Azúcar, integra al sistema de empresas y entidades del sector, con el fin de producir azúcar, derivados, alimento animal y electricidad, entre sus principales funciones.
En su diálogo con IPS, Casañas señaló que dentro del paquete de medidas “las más urgentes buscan estimular la siembra, que depende de la base productiva cañera”.
Dicha base está asentada fundamentalmente en las distintas formas que aquí adopta el sector cooperativo agropecuario, junto con campesinos individuales y aquellos con tierras en usufructo.
Asimismo, señaló el directivo, las medidas contienen incentivos para la producción de alimentos dirigidos al autoconsumo de cooperativistas, campesinos y sus familias, así como del resto de la población en comunidades cañeras y bateyes ligados a los 56 centrales del país.
Este país insular caribeño impulsa una política para incrementar las producciones agropecuarias y reducir la alta dependencia de las importaciones de alimentos que exigen erogaciones por valor de unos 2000 millones de dólares anuales.
En diciembre, a partir de indicaciones del expresidente Raúl Castro (2008-2018), el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, el único legal en el país, aprobó un paquete de 93 medidas para su aplicación inmediata, dirigidas a salvar la industria azucarera cubana.
Las acciones derivaron de la identificación de los principales problemas del sector, sus causas y propuestas de solución, además del diálogo con científicos, expertos, las empresas agroindustriales y bases productivas.
“Otra de las medidas está dirigida a elevar las áreas bajo sistemas de riego, y pasar de 15 % actual a 32 %”, destacó Casañas.
Prácticas culturales es el término que utilizan especialistas locales para referirse a las actividades que comprenden la rotación de cultivos, la preparación del terreno, el uso de variedades competitivas, la distancia de siembra o plantación, el uso de cultivos intercalados o policultivo, la cobertura viva de cultivos, el acolchado, el manejo de los fertilizantes y el manejo del agua, entre otros.
Esas atenciones exigen asimismo aplicar herbicidas y fertilizantes en tiempo oportuno. Pero los elevados precios en el mercado y los problemas financieros del país influyen en la llegada tardía de los insumos o en cantidades por debajo de las necesarias.
Por ello, “se buscan alternativas con bioproductos y bioestimulantes combinados con otros fertilizantes. También las tierras se benefician con compost a base de abonos orgánicos elaborados con la cachaza, un subproducto de la caña, y residuos líquidos de los centrales con un alto contenido de potasio”, explicó el funcionario.
La otrora locomotora de la economía cubana sufrió un duro golpe a inicios de la década de los 90 con la desaparición de la Unión Soviética, principal socio económico de la isla y suministrador del combustible para un sector con un elevado porcentaje de mecanización.
Del proceso de reestructuración iniciado en 2002 solo sobrevivieron 56 de los 156 centrales existentes en 1959, y durante la zafra 2021-2022, iniciada en diciembre, apenas molerán 35 ingenios en distintas etapas.
Se encuentran vinculadas al sector azucarero, directa o indirectamente, 600 000 de los 11,2 millones de residentes en este país insular caribeño, muestran cifras oficiales.
De igual forma, la agroindustria azucarera constituye la principal actividad económica en 50 de los 168 municipios cubanos.
Lo estratégico es la caña
Al preguntarle cuándo la estrategia rendirá sus primeros frutos, el vicepresidente de Azcuba recordó que según la variedad, la caña de azúcar necesita de uno a dos años para que esté apta para la molienda.
De igual forma, los campos deben renovarse entre los cinco y siete años, porque luego declinan los rendimientos.
“La primera tarea es sembrar el fondo de tierra de unas 900 000 hectáreas. Las medidas se verán en una primera etapa en la zafra de 2024. Dos años después debemos estar en condiciones de recuperar los niveles productivos que teníamos en 2017”, precisó.
El plan gubernamental entraña un cambio conceptual con respecto a un popular refrán cubano que aseguraba que “sin azúcar, no hay país”.
“En la economía cubana el azúcar no es el sector estratégico, sino la caña. Lo más importante es disponer de la materia prima de la cual sacar las producciones que aporten un mayor valor agregado, ya sea azúcar o sus derivados”, argumentó el vicepresidente de Azcuba.
La caña de azúcar (Saccharum officinarum) es uno de los cultivos con mayor capacidad de convertir la energía solar en biomasa, ideal para el desarrollo de las energías sostenibles y el avance en la transición energética para reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
La isla proyecta para 2030 que 37 % de su generación eléctrica tenga su fuente en las energías limpias, y un peso fundamental lo tendrán las bioeléctricas alimentadas con biomasa cañera.
Además de azúcar, la gramínea provee alimento para animales, alcoholes para consumo humano o de uso medicinal, el etanol usado como combustible vehicular o el biometano para la cocción de alimentos.
De ella se extrae bagazo, celulosa, levadura, biofertilizantes y otros derivados utilizables en las investigaciones biológicas, químicas, así como productos especiales empleados en tecnologías de avanzada.
La caña de azúcar, considerada por expertos como “oro verde”, puede contribuir con la solución de tres grandes problemas que enfrenta no solo Cuba, sino la humanidad: la producción de alimentos, el déficit energético y el cuidado medioambiental.
Aumentar la siembra
El programa de recuperación cañera se integra a la Estrategia de desarrollo de la agroindustria de la caña de azúcar, aprobada en 2010.
Con la medida el país llegó a disponer de casi 900 000 hectáreas de caña y llevar la producción de azúcar hasta las 1,8 millones de toneladas durante la zafra 2016-2017.
Pero los números se malograron por los efectos de la sequía meteorológica de 2014 a 2017, la peor en más de un siglo en Cuba.
Luego el catastrófico ciclón Irma, en septiembre de 2017, “afectó más de 50 % de las plantaciones. A continuación, durante dos años consecutivos, las lluvias superaron la media histórica y afectaron la zafra”, recordó Casañas.
El 2019 estuvo marcado por el fortalecimiento del embargo estadounidense vigente desde 1962 –sobre todo medidas para obstaculizar la llegada de combustibles-, “con un impacto directo en la producción de azúcar y derivados”, añadió el directivo.
Los dos últimos años sumaron “los efectos de la pandemia y de la crisis mundial una combinación de factores que hacen compleja la situación actual”, redondeó el directivo.
Pero la zafra 2020-2021 amargó aún más el sector con una producción de poco más de 800 000 toneladas de azúcar, el peor registro desde 1908, y menos de 10 % de las 8,1 millones de toneladas obtenidas en 1989, lo cual corroboró el franco deterioro del sector.
Sobre la producción de azúcar este año, Casañas indicó que “es muy difícil hacer un pronóstico”, si bien “está en el plan producir más que el año pasado”.
Los pronósticos no resultan halagüeños si se tiene en cuenta que varios territorios reportan atrasos en la molienda y directivos del sector reconocieron en enero problemas con la disponibilidad de insumos, piezas de repuesto y problemas organizativos.
Además, la agroindustria azucarera cubana está aquejada por la descapitalización tecnológica de sus ingenios.
El Plan de la Economía para 2022 proyecta medio millón de toneladas de azúcar para el consumo interno, y la exportación de 411 000 toneladas que reportarían más de 153 millones dólares, a un precio de 16,90 centavos la libra (455 gramos).
Más cañas para mejores zafras
Durante un recorrido por el central Treinta de Noviembre, IPS apreció acciones relacionadas con la implementación de las medidas dirigidas a oxigenar el sector cañero.
Ubicado en el municipio de San Cristóbal de la occidental provincia de Artemisa, 85 kilómetros al suroeste de La Habana, el ingenio exhibe una automatización de 80 % de en sus operaciones, lo que lo convierte en uno de los punteros al respecto en la isla.
Cooperativistas aseguraron a IPS que la decisión de elevar de 449 a 700 pesos (de 18 a 28 dólares) el pago por tonelada de caña entregada a la industria estimula a producir más, pues el desembolso aumenta mientras más calidad y frescura tenga la gramínea.
“El principal problema que tiene la empresa es justamente la falta de caña. Creo que hacia ahí debemos volcar los esfuerzos, porque lo fundamental es que haya… para hacer una buena zafra”, manifestó José Miranda, administrador del central.
El directivo se refirió al proyecto para instalar antes de 2030 una bioeléctrica de 50 megavatios (MW), alimentada con biomasa cañera y forestal durante más de 300 días al año, que además de dar vitalidad a la industria aportará casi 40 MW al sistema eléctrico nacional.
Para esa fecha, el central prevé consumir 9000 toneladas de caña por día y la refinería allí ubicada podría producir hasta 50 000 toneladas, para lo cual requerirá un aumento significativo de las áreas sembradas.
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