v
Introducción
La
Revolución Cubana, en un decidido proceso de liberación nacional en tránsito al
socialismo, elaboró en sus inicios, una estrategia de desarrollo económico basada en cuatro objetivos estrechamente
relacionados: la diversificación agrícola mediante la Reforma Agraria, la industrialización
como complemento lógico de la Reforma Agraria, la eliminación del desempleo y la
diversificación del comercio exterior.
En este
sentido, Fidel Castro expresó:
Efectivamente,
nosotros en Cuba confrontamos ese problema y sabemos que los 700.000
desempleados de allá no hay manera de ocuparlos, la solución única que tiene el
problema es sencillamente establecer industrias… las industrias que se
establezcan para el mercado interno, porque no hay industria que prospera si no
tiene quien le compre, […] por eso nosotros la solución del problema de Cuba la
hemos basado en dos principios: Reforma Agraria y desarrollo industrial, porque
si los campesinos de nuestra patria no perciben ingresos, la industria ¿a quién
le va a vender?
En febrero
de 1961, fueron perfiladas las características fundamentales de un nuevo patrón de
industrialización: protección de la economía nacional, nacionalización de la
industria, apuesta por un desarrollo endógeno, planificación estratégica,
compromiso con la clase trabajadora y administración a cargo del Estado. En
síntesis: una sociedad que recupera sus riquezas, destina una parte de ellas a
transformar su estructura productiva, y deposita la gestión en un Estado
controlado por las fuerzas revolucionarias.
Para dirigir la ejecución del proyecto de
industrialización fue nombrado el Comandante Ernesto Che Guevara, primero como
Jefe del Departamento de Industrias dentro del Instituto Nacional de Reforma
Agraria y poco tiempo después, como Ministro del recién creado Ministerio de
Industrias.
El presente trabajo se propone mostrar el enorme
trabajo realizado bajo su dirección para alcanzar los objetivos trazados en el
proceso de industrialización y sus impactos en el desarrollo social y económico
de Cuba.
v
La situación económica y social de Cuba antes de
1959
La
economía cubana en 1959 se caracterizaba por los rasgos negativos impuestos por
su pasado colonial y neocolonial entre ellas, un carácter marcadamente
estático, ya que las tasas de crecimiento del ingreso nacional y de la
población eran similares. Su estructura económica y sus características más
definitorias radicaban en su condición de país agrícola, monoproductor y
monoexportador. En este sentido la industria azucarera, la cual, desde
principios de siglo hasta 1958, producía entre el 25% y el 40% del ingreso
nacional.
Esto
se debía a la existencia de intereses disímiles y contradictorios entre los
cuales predominaban el de los grupos financieros extranjeros, principalmente
norteamericanos, que no estaban interesados de manera alguna en un desarrollo
armónico cubano y que controlaban los sectores claves de la economía: azúcar,
energía, servicios telefónicos, níquel y tabaco entre otros.
Debido
básicamente a estos factores, la economía de Cuba, en los años comprendidos
entre 1950 y 1959, dadas sus características estructurales, se encontraba a las
puertas de una larga, severa y profunda crisis.
El
bajo nivel de desarrollo de la industria se evidenciaba no sólo en su bajo
nivel de participación en la creación del ingreso nacional, sino también en la
reducción de su participación al 13%, excluida la industria azucarera.
El
grado de explotación de la capacidad instalada era sumamente bajo. Era
relevante la casi inexistencia de la industria mecánica y el insuficiente
desarrollo de la industria química.
Por
otra parte, la escasísima investigación que se llevaba a efecto en las
universidades era producto del esfuerzo personal de determinados profesores y
no se encontraba en general, vinculado con temas referidos a la economía, sino
con los intereses académicos de sus ejecutantes.
Entre
las condiciones y factores que conformaban la situación industrial de Cuba en
aquella época y que pudieran considerarse como un punto de partida para el
abordaje de problemas a ser enfrentados por el Ministerio de Industria, se
destacan:
Ø
El
elevado grado de dependencia de las industrias con respecto a Estados Unidos
con respecto al suministro de materias primas, equipos y tecnologías.
Ø
El
frágil parque industrial cubano, formado por número relativamente reducido de
industrias con actividades heterogéneas, de las cuales una elevada proporción
eran centros manufactureros de carácter artesanal. Por otra parte, las pocas
industrias existentes, el 75% de las no azucareras se concentraban en la
antigua provincia de la Habana.
Ø
La
falta de industrias en el interior del país, agravaba los serios problemas de
desempleo en esas regiones
Ø
La
falta de una base propia de materias primas.
Ø
La
débil, casi inexistente, capacidad nacional de producción de piezas de repuesto
y equipamiento.
Ø
El
escaso número, en general, de personal técnico calificado para abordar planes
futuros de industrialización. Esta situación se agravó casi inmediatamente por
la fuga de cerebros promovida por el gobierno norteamericano.
Ø
El
insuficiente nivel técnico y cultural de los trabajadores.
Ø
La
falta de capacidades propias de investigación y desarrollo tecnológico.
·
La
falta de planes formalizados de desarrollo económico y social.
Según un estudio que
realizó el Consejo Nacional de Economía de Estados Unidos entre mayo de 1956 y
junio de 1957 publicado en un informe titulado Investment in Cuba. Basic Information for the United States Busing
Department of Commerce, el número de desempleados era de 650.000 la mitad
del año, es decir cerca del 35% de la población activa. Entre esas 650.000
personas, 450.000 eran desempleados permanentes. Entre los 1,4 millones de
trabajadores, cerca del 62% recibía un salario inferior a 75 pesos Según el
Departamento de Comercio de Estados Unidos, “en el campo, el número de desocupados aumentaba tras la zafra azucarera
y podía superar el 20% de la mano de obra, es decir entre 400.000 y 500.000
personas”. Los ingresos anuales del jornalero no superaban los 300 dólares.
El gobierno de Estados Unidos, mediante el Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento, envió a Cuba, durante el gobierno de
Fulgencio Batista, una delegación de especialistas a Cuba, conocida como Misión
Truslow, la que trabajó desde julio de 1950 hasta junio de 1951, la cual
realizó un voluminoso y pormenorizado análisis de la situación económica y
social del país. En sus comentarios iniciales la Misión señalaba:
El actual nivel de vida del cubano... depende
principalmente de una industria que hace muchos años dejó de crecer. Algunas
actividades se han expandido... pero en relación con la necesidad de empleo de
la población actual y futura, el crecimiento de las empresas ha sido
desalentadoramente bajo.
Este
estudio mostró que la fuerza de trabajo era de 2.204,000 de la cual estaban
ocupados y semiocupados 1.689000 y sin trabajo 515,000.
El desempleo crónico ascendía al 23.4 %, fluctuando entre
un 16.1 % en el periodo de zafra o máxima actividad económica y un 27.3 % en el
periodo de “tiempo muerto “, o sea, de una actividad económica mínima. En los años 1956-1957 alrededor de 16% de la fuerza de
trabajo padecía de desempleo, mientras que 14% se encontraba subempleada.
Del total de 1.689000 empleados y semiocupados
100,000 trabajaban menos de 30 horas semanales, ganando menos de 75.00 al mes;
934,000 trabajaban más de 30 horas a la semana, ganando también menos de 75.00
al mes;(estas dos categorías de trabajadores sumaban 1034,000 que representaban
el 61.3 % del total de los empleados y semiocupados).
En 1957 la Agrupación Católica Universitaria realizo
una investigación cuyos resultados son los siguientes:
Ø
El
ingreso medio para una familia de seis personas, en las que trabajaban 23 horas
a la semana cada uno de los asalariados de la misma, era de 0.25 centavos
diarios dedicando 0.17 a la alimentación.
Ø
El
60.35 % de las viviendas era de madera, guano y pisos de tierra; el 63.96 % no
tenían inodoro ni letrina y el 82.62 % no tenían baño ni ducha.
En el aspecto de la salud la investigación arrojo
que un 14 % de los entrevistados padecía o había padecido de tuberculosis; un
36 % declaró sin lugar a dudas, que se hallaba parasitado; el 31 % padecía o había
padecido de paludismo. Solo un 8 % recibía atención médica gratuita del estado
y otro 4 % de las empresas. El 43 % de los campesinos era analfabeta, o sea,
casi la mitad de la población trabajadora agrícola. El 73.46 % de los
entrevistados demandaba trabajo y el 18.86 % escuelas.
Por otra parte el 1 % de todos los propietarios de
fincas poseía el 47 % de todas las tierras laborales y de pastos. Las empresas
latifundistas azucareras poseían el 22 % de todo el territorio nacional y sólo
utilizaban la mitad de esas tierras para el cultivo extensivo de la caña,
manteniendo baldías la otra mitad o
1.342,000 has.
Según la Misión Truslow.
El actual nivel de vida del cubano... depende
principalmente de una industria que hace muchos años dejó de crecer. Algunas
actividades se han expandido... pero en relación con la necesidad de empleo de
la población actual y futura, el crecimiento de las empresas ha sido
desalentadoramente bajo.
Era
evidente que la economía de Cuba, en los años comprendidos entre 1950 y 1959,
dadas sus características estructurales, se encontraba a las puertas de una
larga, severa y profunda crisis.
v La industria cubana antes de la Revolución
Durante
la llamada República neocolonial (1902-19158) se consolidó el modo capitalista
de producción así como el carácter monoproductor y monoexportador de azúcar
hacia los Estados Unidos, aunque también ocurren diversos intentos de
diversificación económica. En la etapa 1900-1925 se registró un notable
crecimiento económico (8% como promedio anual) fundamentado básicamente en la
agroindustria azucarera.11 De hecho, la producción de azúcar se elevó a 5,4
millones de toneladas en 1925, lo que propició el auge del intercambio
comercial con el resto del mundo.
Se
impuso también un modelo de industrialización apoyado en la sustitución de
importaciones ante las dificultades para comprar bienes manufacturados en los
mercados internacionales.
La
estructura empresarial en Cuba reflejaba la desigual y deforme economía donde
predominaba la industria azucarera con
sus 161 centrales y una marcada tendencia excluyente a la convivencia con otras
ramas salvo con la actividad bancaria y crediticia y el gran comercio
importador A su lado solo descollaban el servicio eléctrico y telefónico, las
dos grandes empresas ferroviarias, la de aviación, el transporte urbano
capitalino y dos o tres grandes minas.
La
industria no azucarera era una industria no pesada, poco mecanizada, casi
artesanal con procesos de elaboración simples y poco transformativos,
dependiente en grado sumo de importaciones
Existían alrededor de ocho fábricas de cigarros y
veinte de tabaco torcido a mano, donde casi no se había introducido la
mecanización.
La
industria de materiales de construcción estuvo en el último decenio entre las
de mayor crecimiento, entre ellas las fábricas de cemento, las de hormigón,
canteras, cerámicas, mosaicos, tejas, ventanas de aluminio y otras.
Otras
industrias que se destacaban eran las cerveceras, jaboneras, neumáticos,
vidrios, refinerías de petróleo, papel, fósforos, aceites comestibles, aceros,
pinturas, molinos de trigo, textiles, calzado, madereras, embotelladoras de ron
y refrescos, confituras, , lácteos, molinos de arroz, mezcladoras de abono,
productos químicos, conservas y embutidos,. Los llamados chinchales o
trabajadores a domicilio como talleres
artesanales de confecciones, de calzado, de torcidos, de madrera, representaban
las 2/3 partes de los trabajadores de la industria no azucarera.
Junto
a las grandes minas
de níquel y cobre existían menores de
manganeso, oro, hierro, como y zinc.
Las
principales empresas de la rama de los servicios eran dos grandes firmas
norteamericanas, una dedicada a la generación y distribución de la energía
eléctrica y la otra a la telefonía,
El
alto grado de dependencia tecnológica con respecto a Estados Unidos en relación
a los sectores claves de la economía: azúcar, energía, servicios telefónicos y
níquel, entre otros, así como de las industrias más importantes y complejas,
era uno de los factores más relevantes que tenía que enfrentar la Revolución
desde un punto de vista industrial.
Como
resultado del crecimiento de la industria azucarera hasta 1927 - año en que se
construyó en aquella época el último central azucarero[1]
- se produjo una intensa transferencia de tecnología asociada al desarrollo de
esa industria. Esa transferencia era totalmente controlada por los grupos
financieros monopolistas más importantes de Estados Unidos y servía
exclusivamente a sus intereses. Los molinos de las mayores fábricas de azúcar
provenían de la Farrel Company o de la Fulton Iron Works; los turbo-generadores
de la General Electric y las locomotoras de la Baldwin Locomotive Works. En el
sector de la construcción, buena parte del cemento, las vigas, las planchas de
acero y hasta los clavos se importaban de los Estados Unidos. Por ejemplo, la
industria de refinación de petróleo, en cuanto a materiales, equipos, piezas de
repuesto y tecnología, era totalmente dependiente de los Estados Unidos.
El
auge sin precedentes de las fuerzas productivas en Cuba después de la Primera
Guerra Mundial – originado por una rápida, aunque efímera bonanza, en la
industria azucarera - dependió, en una medida casi absoluta, de la
transferencia de tecnología de Estados Unidos.
Como
decía el Departamento de Comercio de Estados Unidos, el negocio había llegado a
un punto de “saturación”; por otro lado, se programaron inversiones en la
industria eléctrica, la refinación de petróleo, la minería y las manufacturas.
A este movimiento estratégico del capital estadounidense trató de dársele la
categoría de “proceso de industrialización del país”.
Uno
de los rasgos más definitorios de esta situación era una acentuada dependencia
tecnológica, en la cual, a la ausencia de facilidades experimentales y de
investigación, que impedía una asimilación activa de la tecnología que se
transfería, se unía la debilidad de la industria mecánica y el bajo potencial
de proyectos de ingeniería y de bases de construcción y montaje industrial.
Todo ello era consecuencia directa de la falta de una estrategia nacional en
cuanto a las inversiones.
La
dependencia tecnológica no sólo era de importaciones intelectuales en su forma
materializada, como la importación de tecnología, el sistema de normas
técnicas, de patentes y licencias, sino también en su forma “viva”, bajo la
forma de importación de capital humano: expertos y asesores.
La
generación de tecnología fue – salvo en momentos muy contados - prácticamente
inexistente. Sólo la industria azucarera presentaba, dentro de un contexto
general poco viable, algunos ejemplos de innovaciones tecnológicas. Aunque en
la década del 40, pese a todos los factores adversos, existía un mínimo de
recursos humanos capaces – quienes construyeron más de 30 destilerías durante
la Segunda Guerra Mundial - las innovaciones tecnológicas de mayor envergadura
se realizaban fuera del país, sin la participación de técnicos cubanos. Este
fue el caso de las tecnologías específicas para procesar los minerales
lateríticos[2],
materializadas en las grandes plantas de Nicaro y Moa, en la parte nororiental
del país.
Al
mismo tiempo, el llamado proceso de industrialización acentuó la dependencia de
materias primas y portadores energéticos importados, sin que se desarrollara un
esfuerzo científico y tecnológico integral para determinar y establecer una
base propia en esta esfera.
§ Las características de la industria cubana
La economía cubana estaba dominada por la industria
azucarera; 75% de las tierras agrícolas estaba controlada por compañías
azucareras, la mitad de las cuales permanecían en barbecho. Estas empleaban
alrededor de 25 000 trabajadores a tiempo completo y alrededor de medio millón
de trabajadores durante los 2 a 4 meses de periodos de zafra, los cuales eran
demitidos en el llamado tiempo muerto.
En la década de los 50s Cuba fue el mayor exportador
de azúcar del mundo; el azúcar y sus subproductos representaba el 86% de sus
exportaciones. Los Estados Unidos recibían el 80% de las importaciones de
azúcar cubano. Las cuotas azucareras que el gobierno norteamericano imponía
a estas importaciones contribuían al
estancamiento de la industria azucarera cubana, a una falta de estímulo parta
invertir en ella y como instrumento para ejercer el control económico y
político sobre el gobierno cubano. En 1926 se construyó el último central
azucarero cubano.
En el conjunto de la economía cubana, la industria
cubana presentaba una situación de dualismo tecnológico; la producción
artesanal coexistía con la producción mecanizada – aunque obsoleta en muchos
casos - y con la tecnología moderna. Las instalaciones industriales de
tecnologías más modernas – verdaderos enclaves - pertenecían en su casi
totalidad a empresas transnacionales, las cuales, a su vez, ejercían una gran
influencia sobre los gobiernos de etapas anteriores.
La
industria también estaba concentrada geográficamente. El 70% de la producción
industrial no azucarera se localizaba en un radio de 70 km. alrededor de la
ciudad de La Habana; por su puerto se realizaba entre el 80 y el 90% de las
importaciones; se generaba el 85% de
la energía eléctrica; y se
encontraba el 87% de los teléfonos. La antigua provincia de La Habana absorbía
el 80% de las construcciones.
Entre
1950 y 1958, como ya expresamos anteriormente, las inversiones norteamericanas
crecieron en un 52. Las principales inversiones fueron:
Ø
en
la industria del níquel: la ampliación de la planta de Nicaro, propiedad del
gobierno de los Estados Unidos, la que inició sus operaciones durante la
Segunda Guerra Mundial, debido a las necesidades de la industria bélica
norteamericana; y el inicio de la construcción de una nueva planta en Moa,
propiedad de la Freeport Sulphur Co.
Ø
las
refinerías de petróleo de la Standard Oil y la Shell en La Habana y la de la
Texas Oil en Santiago de Cuba.
Ø
la
generación de electricidad estaba en manos de la Electric Bond and Share, la
que construyó, en la década de los 50s, la planta termoeléctrica de Regla, en
La Habana.
Ø
las
comunicaciones telefónicas eran propiedad de la International Telephone and
Telegraph (ITT);
Ø
la
planta de rayón en Matanzas. Este fue un típico negocio sucio de la época. Su
dueño, el norteamericano Burke Hedges, al aducir que la planta producía
pérdidas, la vendió al gobierno de Fulgencio Batista a un precio elevadísimo.
Poco tiempo después, Mr. Hedges la volvió a comprar al gobierno cubano, a un
precio muy bajo.
Ø
tres
instalaciones de neumáticos (Goodridge, Firestone, U.S. Royal);
Ø
la
primera fábrica de envases de vidrio, propiedad de la Owen Illinois;
Ø
las
fábricas de envases metálicos, de la Continental Can Corporation y los de
aluminio, de la Reynolds Aluminum Co.;
Ø
la
totalidad de la producción de detergentes y una elevada proporción de la de
jabones estaban controlados por la Colgate Palmolive y la Procter and Gamble.
Ø
una
fundición de tuberías de hierro;
Ø
tres fábricas de pintura pertenecientes a
Sherwin-Williams, Glidden y Dupont.
Algunas
industrias nacionales fueron creadas con el criterio de sustitución de
importaciones:
Ø
La
planta “Antillana de Acero” en San José de las Lajas, actual provincia de La
Habana, para la producción de acero a base de chatarra y arrabio importado.
Ø
La
planta de Sulfometales en Santa Lucía. Pinar del Río, para la producción de
ácido sulfúrico a partir de minerales cubanos de pirita[3].
Ø
La
planta Cubanitro en Matanzas, para la producción de fertilizantes nitrogenados.
Ø
Las
plantas de cemento de Santiago de Cuba y de Artemisa. Anteriormente existía una
planta mayor en Mariel, La Habana.
Ø
La
planta extractora de aceite de soya en Regla, La Habana.
La
característica, en general, de las inversiones industriales realizadas en Cuba
en ese período consistía en su baja eficiencia económica. Así tenemos que la
siderúrgica Antillana de Acero y la extractora de aceite de soya constituían
desechos de la industria norteamericana, vendidas a título de tecnología
actualizada; la planta Cubanitro sólo tenía capacidad para 30.000 toneladas de
amoniaco y estaba también provista de una tecnología atrasada; la planta de
Sulfometales nunca pudo conseguir su capacidad de diseño (30-40%) debido a que
su proceso no se adaptaba a las características de las materias primas. A esto
se añadía la localización irracional y antieconómica de muchas de las plantas
industriales en esta época.
El crecimiento industrial que Cuba experimentó
después de la Segunda Guerra Mundial, no estaba dirigido a producir un
verdadero desarrollo económico nacional. Este proceso de transnacionalización
en industrias agrupadas fundamentalmente alrededor de La Habana, estaba
dirigido, en buena medida, a satisfacer el consumo suntuario de las capas de
más altos ingresos, que, lógicamente para aquellos tiempos, se concentraba en
la capital. Así, el esquema de producción de las refinerías de petróleo era
para incrementar la producción de gasolina para automóviles y de gas licuado
mediante la instalación de una moderna planta de craqueo catalítico. En este
mismo sentido las fábricas de neumáticos satisfacían las crecientes demandas de
los dueños de automóviles. En Cuba, después de la Segunda Guerra Mundial, se
importaban más automóviles que tractores.
Un informe de la Electric Bond and Share de finales
de los años 50 señalaba que el crecimiento de la generación de electricidad se
basaría casi exclusivamente en el incremento de consumos de climatizadores,
refrigeradores y cocinas eléctricas, a cuyos fines se elaboró y ejecutó una
intensa campaña publicitaria.
Sin
embargo, afines de los años 50s, todo parece indicar que, en lo referente a las
inversiones norteamericanas en Cuba, se gestionaba un cambio en la estructura
por sectores.
Todo lo anterior era un reflejo del modo de
producción, de las relaciones de producción y de la estructura dependiente de
la economía y la sociedad cubanas.
§
Materias
primas y recursos naturales propios
Salvo
el azúcar para una parte de la industria alimenticia; tabaco para la producción
nacional y la exportación; escasas cantidades de sebo – menos del 20% del
requerimiento de la industria - para la producción de jabones; reducidísimas
producciones de fertilizantes, las cuales a su vez requerían de insumos de
importación: azufre, amoniaco, etc., entre otras pocas, todo lo demás se
importaba principalmente de Estados Unidos. Según un tristemente dicho jocoso
de la época, Cuba era un país de sobremesa:” azúcar, café, tabaco y ron”.
Al
mismo tiempo, el llamado proceso de industrialización desarrollado en la década
de 1950 acentuó la dependencia de materias primas y portadores energéticos
importados, sin un esfuerzo científico y tecnológico para establecer una base
propia, endógena, capaz de apoyar el desarrollo del sector.
Desde
antes de 1898 ya existían empresas norteamericanas que explotaban los recursos
naturales de Cuba; sin embargo, con la primera intervención de Estados Unidos
(1898-1902), su actividad en este sector aumentó considerablemente. Desde finales del siglo XIX se extraía un petróleo muy
pesado en diferentes zonas aisladas del país, que se embarcaba se embarcaba
fuera del país por el puerto del Mariel. Este material fue utilizado para
asfaltar las primeras calles de New York
A
petición del general Leonard Wood, interventor norteamericano en el país, el
Gobierno de Estados Unidos envió a Cuba, en 1901, una comisión de especialistas
del US Geological Survey. con el fin de evaluar la cuantía de los recursos
minerales de la isla.
En última instancia, los objetivos de esta misión no
eran científicos, sino de saqueo económico: determinar las posibilidades de
explotación de los minerales cubanos por parte de los Estados Unidos. El
resultado de ese verdadero espionaje, publicado en 1901 en inglés, no se
tradujo al español y se dio a la publicidad en Cuba hasta 16 años después.
Estaba casi integralmente volcado al estudio, sobre la base de datos que la
misión extrajo de las publicaciones disponibles hasta esos momentos, de los
yacimientos minerales ya conocidos.
Los
intereses norteamericanos sólo explotarían sus denuncios mineros en una pequeña
proporción consideradas en su totalidad, pero se asegurarían su control. En
1958, una parte de los yacimientos de lateritas – Cuba tiene una de las mayores
reservas del mundo - era propiedad del Estado norteamericano y la otra, de una
empresa privada, también norteamericana.
No
obstante, un número relativamente
alto de diversos estudios geológicos realizados, en las primeras décadas del
siglo XX, por algunos especialistas cubanos y un nutrido número de extranjeros,
no tuvo la unidad y el propósito, planificado, necesarios para lograr un cabal
conocimiento científico que permitiera aprovecharlos en todos sentidos para el
desarrollo económico de la nación.
Para
integrar las informaciones existentes en el ámbito geológico, en la década del
40 se iniciaron las labores de la Comisión del Mapa Geológico de Cuba, la cual
aunque contó con precarios recursos para practicar los trabajos de campo
necesarios y afrontó repetidas crisis por falta de apoyo oficial, realizó una
meritoria labor que tuvo como resultado la impresión y publicación en 1946 de
un croquis geológico a escala 1:1 000 000 y otro minero, a igual escala, que
constituyeron modestas contribuciones cubanas al estudio geológico de nuestro
país.
En las
décadas de 1940 y parte de 1950, se llevó a cabo un trabajo intensivo de
perforación de pozos de petróleo que arrojó solo un yacimiento pequeño en la
zona de Jatibonico, el cual junto a otros campos pequeños cerca de la costa
norte de La Habana, por las playas de Guanabo, Santa María, Bacuranao y Tarará,
reportaban en conjunto una producción de petróleo entre 600 u 800 barriles
diarios en 1959, al triunfo de la Revolución.
§ Piezas de repuesto y equipamientos
Al
triunfo de la Revolución, sólo existían algunos talleres para reparaciones,
sobre todo en los centrales azucareros, en la industria del petróleo, en la del
níquel y otras pocas más; sin embargo, muchas de las piezas de repuesto
necesarias para las industrias más avanzadas eran de tal complejidad
tecnológica, que no podían ser fabricadas por los mismos. El país carecía de
una industria mecánica que le permitiera resolver los graves problemas que le
presentaba el bloqueo. Salvo los mencionados anteriormente, los pequeñísimos
talleres existentes eran incapaces de producir piezas o equipos. Ni su base
material lo permitía, pues eran máquinas herramientas obsoletas y de escasa
precisión, ni los operarios tenían la calificación suficiente.
Por
otra parte, como escribiera José Altshuler:
...los
estudios de ingeniería estaban mucho menos orientados hacia la construcción de
nuevos equipos y hacia la creación de nuevas tecnologías que hacia la
ingeniería de sistemas de equipos, dispositivos y métodos ya conocidos. Esta
tendencia reflejaba el grado de dependencia económica en que se desarrolló
nuestro país durante largo tiempo.
Los “ingenieros de catálogos”, según Altshuler, no
escaseaban en nuestro país. Sin necesidad de apoyarse en un trabajo
experimental o de desarrollo técnico; sin necesidad de preocuparse mucho – a la
hora de encargar un equipo - por
saber cómo se efectuaba, por ejemplo, el revestimiento especial para los
trópicos, o qué aleación precisa debía utilizarse en las partes expuestas a
corrosión o desgaste, o cómo pudiera construirse determinada pieza de repuesto
o aditamento para el mismo, simplemente leía en los prospectos los datos
técnicos y confeccionaba una relación de lo necesitado; en situaciones más o
menos complicadas consultaba al representante de la firma vendedora.
Esta ausencia de base material, de recursos humanos
calificados y, consecuentemente, de tradición en la fabricación de piezas de
repuesto y maquinarias constituyó una dificultad de primer orden que hubo que
encarar.
- Los recursos humanos
En vísperas de la Revolución en 1958, había en Cuba
casi un millón de analfabetos y sólo recibían educación primaria 717 mil
alumnos; la mitad de los niños en edad de asistir a la escuela no lo hacían
La educación técnica de nivel medio era muy escasa;
se concentraba en las llamadas escuelas de Artes y Oficios. La educación
superior no estaba preparada para satisfacer las demandas que reclamaba el
desarrollo, tanto en el orden de la cantidad de especialistas que se debían
formar, como en el de los perfiles necesarios y la calidad requerida. En la
estructura de la matrícula, las humanidades alcanzaban un 23% y la tecnología
sólo un 11%. La formación se caracterizaba por ser en gran parte teórica,
alejada de la práctica y muy desvinculada de las realidades del país.
- Investigación y desarrollo tecnológico
En Cuba, en el período anterior a 1959, la
subordinación económica y política a Estados Unidos frenó el desarrollo
científico y tecnológico y tuvo como resultado una virtualmente nula capacidad
resolutiva del país en esta esfera. Incluso allí, donde, por diferentes
motivos, surgió un mínimo potencial científico y tecnológico, el
intrínsecamente contradictorio proceso económico y social dificultaba o impedía
su alineación en función de objetivos válidos a todo lo ancho de la sociedad.
En 1950, la misión enviada a Cuba por el Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento (IBRD en inglés), conocida como la
Misión Truslow, no encontró - en su opinión - ningún laboratorio adecuado de
investigación aplicada, público o privado, aunque en este último sector
existían algunos pequeños laboratorios, prácticamente dedicados todos al
control de la calidad o al ajuste de las características externas y más
superficiales de los productos a las necesidades del consumo. En Cuba - se lee en el informe rendido por la Misión -, raras veces se interesa un ingeniero o un
químico en realizar investigaciones aplicadas, y en cambio, prefiere el trabajo
operativo.
Hasta 1958, las actividades del Instituto Cubano de
Investigaciones Tecnológicas (ICIT) – creado en 1955 como organismo autónomo
del Estado, a imagen y semejanza de la institución de investigaciones propuesta
por la Misión - constituían un muestrario de débiles e inconexos esfuerzos -.
Un somero examen de sus publicaciones permite afirmar que en la práctica no
contribuyó al desarrollo tecnológico del país. Llegó demasiado tarde; y, sobre
todo insertado a bombo y platillo en el simulacro de diversificación industrial
que, ante la asfixiante situación del mercado azucarero capitalista, organizó
Fulgencio Batista durante su dictadura.
El
financiamiento de la investigación azucarera, el renglón fundamental de la
economía, era exiguo; en la década del 50, la cifra oscilaba entre los 60 000 y
los 80 000 pesos[4]
anuales, obtenidos por la Asociación de Hacendados como contribución voluntaria
de los centrales azucareros. Las contribuciones se hacían a la Sugar Research
Foundation en Nueva York, sobre todo para la realización de investigaciones de
carácter básico y no aplicado. Esta institución no investigaba acerca de la
producción en sí, sino los posibles usos del azúcar.
El
único esfuerzo de investigación aplicada que llegó a materializarse en una
instalación industrial de cierta envergadura, se relacionaba con el proceso
llamado La Roza para la utilización de pulpa química de bagazo en la producción
de papel periódico. A la luz del conocimiento adquirido acerca de las
características del bagazo y con la experiencia ganada en éste y otros
intentos, en la actualidad resultan evidentes las insuficiencias técnicas y
económicas del proceso desarrollado. Al iniciar la fábrica su operación, se
desplegó una extraordinaria propaganda, que formaba parte de la misma
estrategia de la tiranía batistiana para constituir una fachada de desarrollo
económico del país mediante una supuesta diversificación industrial que dio
origen al ICIT. Pero el 31 de diciembre de 1958, la totalidad de la producción
de siete meses, se encontraba almacenada.
La escasísima
investigación que se llevaba a efecto en las universidades – como expresáramos
anteriormente - era producto del esfuerzo personal de determinados profesores y
no se encontraba, por lo general, vinculada con los temas requeridos por la
economía nacional, sino por los intereses académicos de sus ejecutantes.
No
podía, en estas condiciones, hablarse de la ciencia como institución social en
la nación. A ello se unían, como fenómenos derivados de esa subordinación, un
alto índice de analfabetismo, una baja escolaridad de la población en general y
muy bajos niveles de formación de técnicos y especialistas.
La
dependencia externa de toda la economía cubana tendría como consecuencia, en
aquellas condiciones, que la incorporación real de tecnología se produjera sólo
cuando resultaba favorable a intereses foráneos. El sector industrial no
azucarero sometido en definitiva a las decisiones de los grupos oligárquicos
dominantes, era débil y carecía de estrategia. La corrupción administrativa
excluía, por otra parte, la preocupación por el nivel tecnológico apropiado de
aquellas pocas industrias promovidas con capital del Estado.
Esta
fue una época de agudos contrastes técnicos y sociales. Por ejemplo,
coexistiendo con rudimentarios sistemas de comunicación telefónica y la falta
de extensión de esa red, se introdujo y se verificó en Cuba uno de los
principales sistemas conocidos en el mundo basado en el principio de
propagación troposférica para la comunicación telefónica y de televisión a
altas frecuencias sobre el horizonte. Junto a los 200 000 bohíos y chozas, a
las 400 000 familias del campo y la ciudad que vivían hacinadas en barracones y
otras habitaciones precarias, sin las condiciones de salud e higiene más
elementales, se desarrolló, hasta un grado considerable, el cálculo de
complejas estructuras de hormigón: en Cuba se desarrollaban los modelos
matemáticos y se resolvían en Estados Unidos las ecuaciones correspondientes
por medio de computadoras electrónicas.
Todas estas contradicciones, claras expresiones de
un desarrollo dependiente extremo y que provocaron una atroz deformación
estructural de la sociedad cubana, fueron sintetizadas de manera lapidaria por
Fidel Castro, cuando en La Historia me
absolverá, afirmó que:
Salvo
unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo
una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar
caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para
importar arados (...) Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de
industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias metalúrgicas,
industrias de papel, industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los
cultivos, las técnicas y elaboración de nuestras industrias alimenticias para
que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas
del queso, leche condensada, licores y aceites y las de conservas
norteamericanas; que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser
una enorme fuente de riqueza; pero los poseedores del capital exigen que los
obreros pasen bajo las horcas caudinas, el estado se cruza de brazos y la
industrialización espera por las calendas griegas.
v
El proceso de industrialización en los primeros años
de la Revolución.
·
La
situación de partida
La Revolución
Cubana tuvo que enfrentar desde sus primeros momentos la necesidad de
incrementar la capacidad productiva y la productividad del trabajo en las
condiciones del subdesarrollo en un proceso de transición al socialismo.
Desde sus primeros momentos la Revolución confrontaba dos
importantes problemas: el desempleo, de
gran impacto social y político, y la escasez de divisas, dada la gran
dependencia del país en relación al comercio exterior; eso último se agravaría
posteriormente con la imposición del bloqueo económico, comercial y político
impuesto a Cuba por el gobierno norteamericano. En ese contexto era imperativo
atender, no sólo a las industrias nacionalizadas por la Revolución sino también
al necesario proceso del desarrollo industrial del país.
En
lo referido a la industria, en el momento del triunfo de la Revolución, el
panorama en Cuba no era muy diferente de aquel apuntado por Fidel en el
discurso de su defensa. El número de industrias cubanas era reducido y la
mayoría eran pequeñas; las pocas industrias mayores y controladoras de áreas o
materiales estratégicos era extranjeras y la dependencia tecnológica era casi
integral.
La
naciente revolución lanza su estrategia de desarrollo económico a partir de
cuatro objetivos estrechamente relacionados: diversificación agrícola mediante
la Reforma Agraria, industrialización como complemento lógico de la Reforma
Agraria, eliminación del desempleo y diversificación del comercio exterior
La
estrategia, la organización, la planificación, la preparación de los recursos
laborales, el desarrollo económico, social y tecnológico de todo este conjunto
industrial, así como su interconexión e interrelación con otros sectores de la
economía y la sociedad cubana, requerían de la creación de una estructura encargada
para cumplir con esta responsabilidad. Esta tarea le fue encargada al
Comandante Ernesto Che Guevara. El
7 de octubre de 1959 fue nombrado Jefe
del Departamento de Industrialización en el INRA. También, por aquella época
fue nombrado Presidente del Banco Nacional, cargo que ocupó desde el 26 de
noviembre de 1959 hasta febrero de 1961en que fue nombrado Ministro de
Industrias.
En
una entrevista al periódico Revolución, el
27 de febrero de
La Revolución Cubana ha entrado plenamente en el
proceso de industrialización... Como uno de los grandes objetivos del Gobierno
Revolucionario y de la cimentación de su desarrollo económico... En ese sentido
se crea el Ministerio de Industrias para unificar la planificación y ejecución
del desarrollo industrial.[5]
En
un informe sobre las actividades del Ministerio en el período comprendido entre
1961 y 1962, resaltaba:
Nuestro
punto de referencia debe ser penetrar rápidamente en el dominio de aquellas
ramas industriales que tienden a crecer aceleradamente y que darán fisonomía al
mundo industrial en la próxima generación. Es necesario prestar atención
preferente a lo que es nuevo en el terreno industrial, a lo que tiende a
desarrollarse más rápidamente, sin llegar a subestimar lo convencional. Estas
nuevas tendencias industriales están muy ligadas al dominio de la química, la
electrónica, la mecánica fina o de precisión, la técnica de fabricación de
nuevos metales, etcétera. Si nuestro sistema industrial se perfila desde un
comienzo acorde a las tendencias más progresistas y a las posibilidades
objetivas, se estarán asegurando para el futuro altas tasas de incremento de la
productividad, y por ende, del nivel de vida; habrá la posibilidad de actuar en
el mercado internacional en un plano verdaderamente favorable, de conseguir
una situación cualitativamente distinta a la presente[6].
Gran parte de
las fábricas heredadas del período pre-revolucionario eran muy antiguas. Otras
tenían una capacidad de producción insuficiente para las necesidades que se
vislumbraban, por lo que era necesario realizar un importante y diverso volumen
de inversiones.
Puede
decirse, sin peligro de exagerar, que la tarea era titánica. Al mismo tiempo
que tenían que organizarse las tareas propias del Ministerio, debían
enfrentarse enormes obstáculos: como el bloqueo y las agresiones del exterior,
la escasez de personal técnico y la inexperiencia y falta de preparación de los
cuadros de dirección en general.
Para
alcanzar ese nuevo proyecto nacional, era necesario realizar cambios
fundamentales en las concepciones y prácticas productivas. En primer lugar,
dada la propuesta de la Revolución, era indispensable que todo esfuerzo
productivo, científico, técnico, organizativo o gerencial tomase como
referencia primordial al propio trabajador - al Hombre en sentido genérico - buscando la mejoría de las condiciones
de trabajo, de salud, y de educación, entre otras, de forma accesible a toda la
población. No estábamos delante de simples cambios en las técnicas de
producción, sino delante de la creación de una nueva base técnica, científica,
organizativa, gerencial e inclusive, cultural, dentro de un nueva concepción
política y social[7].
En
los mismos inicios del triunfo revolucionario fue intervenido un grupo de
fábricas pertenecientes a personeros de la tiranía batistiana y de otros que
habían abandonado el país. Algunas empresas fueron compradas -realmente muy
pocas- como la italiana Carlo Erba de productos farmacéuticos. En otros pocos
casos también, los dueños entregaron su fábrica a la Revolución. Ese fue el
caso de la fundición “Hermanos Steere” en la ciudad de Camagüey.
En
agosto de 1960 se produjo la nacionalización de las primeras grandes empresas,
todas ellas filiales de empresas norteamericanas: la Compañía Cubana de
Electricidad, perteneciente a la Electric Bond and Share; la Cuban Telephone
Company, filial de la ITT; las empresas petroleras, subordinadas a la Standard
Oil, la Shell[8],
la Texas Oil y la Sinclair; la empresas de níquel ubicadas en la parte norte
oriental del país: la Nicaro Nickel Co., perteneciente al gobierno
norteamericano y Moa, perteneciente a la Texas Sulphur Co. Además, poseían 24
centrales azucareros, entre los mayores y mejores del país; la United Fruit
poseía 2 de los colosos: el Delicias y el Preston[9].
El
14 de octubre de ese mismo año, se produjo la nacionalización de prácticamente
todo el resto de la industria radicada en Cuba.
·
Los problemas a enfrentar
El bloqueo norteamericano
Con el triunfo de la Revolución y las subsiguientes
medidas tomadas por la dirección de la misma, Cuba dejaba de ser una neocolonia
norteamericana. Se habían producido importantes medidas liberadoras con
respecto a la dependencia política existente hasta entonces de Estados Unidos.
Ya desde1960 el gobierno norteamericano Unidos impuso las primeras sanciones económicas a Cuba interrumpiendo por completo las importaciones de caña de
azúcar desde este país.
Medidas duras, pero imprescindibles, como la Reforma
Agraria, la posterior intervención y nacionalización de empresas
norteamericanas, provocaron el bloqueo de Estados Unidos, declarado formalmente
por el Presidente Kennedy el 3 de febrero de 1962, por el cual se rompía con
Cuba toda relación económica, financiera y comercial[10].
Este bloqueo incluía el comercio con filiales norteamericanas radicadas fuera
de Estados Unidos. El mercado tradicional de Cuba, por razón de su corta
distancia - 140 kilómetros - era el país del Norte..
El bloqueo cortó
el suministro tradicional de materias primas, equipamiento, materiales y piezas
de repuesto desde prácticamente los mismos inicios del triunfo revolucionario.
Si tomamos en consideración la dependencia casi absoluta de los Estados Unidos,
durante todo el periodo neocolonial, el bloqueo creaba una situación de asfixia
en la industria cubana.
Las relaciones con la URSS y los
países socialistas
En
la medida que el bloqueo restringía el acceso a divisas libremente
convertibles, era urgente acelerar el desenvolvimiento del país y la apertura
de relaciones económicas y comerciales con la Unión Soviética y los demás
países del campo socialista. Ellos ofertaban una amplia gama de productos, plantas completas y tecnologías incluyendo
asistencia técnica y formación de recursos humanos bajo condiciones
extremadamente favorables.
La materialización de las ideas
sobre la industrialización del país, a partir de 1960, se inició con
negociaciones con la Unión Soviética y otros países socialistas. Se firmaron
convenios de crédito para la adquisición de un buen número de fábricas
completas incluido el
asesoramiento para su instalación en el país, la mayor parte de ellas
destinadas a la sustitución de importaciones en el sector industrial.
El Che se quejó por estas
inversiones inicialmente contratadas y otras que aún no estaban en operación.
El criterio básico utilizado para su selección fue la sustitución de
importaciones utilizando solamente la lista de importaciones realizadas en los
últimos años. Sobre este asunto el Che con su habitual espíritu crítico y
autocrítico expresó:
Nosotros iniciamos el proceso de desarrollo económico, ¿en qué forma?
Tomamos los anuarios de Comercio Exterior y dijimos: aquí se importan palas…
tanto. Vamos a hacer una fábrica de palas. Se importan tantos machetes… vamos a
hacer una fábrica de machetes. Se importa tanto cepillo… vamos a hacer una
fábrica de cepillo […] No nos dimos cuenta de una cosa elemental: para que un
país se desarrolle, por chiquito que sea, tiene que tener una base de materias
primas propias, y cuando un país, como Cuba, depende de la forma que depende
del comercio exterior, para garantizar un desarrollo equilibrado debe
desarrollar simultáneamente nuevas fuentes de comercio exterior […]
Desarrollamos una tecnología en aquella época de desconocimiento nuestro tan
grande, que es increíble. Una tecnología que nos costó no sé cuántos miles de
pesos por una fábrica de palas, compañeros, y vale la pena ir a ver la fábrica
de palas para tener una idea de lo que no se debe hacer en política de desarrollo
[…] Eso es lo que no se debe hacer, eso es lo que hicimos en una época y eso es
lo que está tarando nuestro desarrollo. Hay otras cosas mucho más absurdas; el
machete es un instrumento de trabajo; una radio, un refrigerador, bueno, pues
podíamos importarlo o no importarlo, o no tenerlo, no importa; en eso hemos
gastado millones de pesos.
Estos errores iniciales en
la adquisición de plantas completas estuvieron en la falta de personal con la
necesaria capacitación y experiencia para realizar los estudios de evaluación
técnico-económica, de prefactibilidad y factibilidad, así como la selección y
negociación de las mismas.
Sin embargo, fue adecuada y exitosa la selección y
decisiones tomadas en cuanto a la compra de varias fábricas vinculadas a la generación
de energía termoeléctrica, a la
industria sideromecânica y a las de cemento, textil, fertilizantes y de
calzado.
Posteriormente en este trabajo, se indicarán las
nuevas fábricas instaladas ente 1961 y 1965.
Un factor de
consideración fue la distribución geográfica de las mismas con vistas a crear
nuevos empleos en el interior del país.
Sin embargo, ese proceso de relaciones comerciales y
económicas tuvo que ser gradual. Las relaciones con el campo socialista, recién
comenzaban a establecerse. En esos primeros momentos, se presentaron
innumerables dificultades relacionadas con las características de los
productos, a las formas de negociación con los nuevos socios, a la distancia, a
las diferencias culturales, etc. Se requeriría de tiempo para que fuesen
encontradas soluciones satisfactorias a las necesidades de Cuba. Deben
mencionarse algunos ejemplos para dar
una idea del desafío a enfrentar por el Ministerio de Industrias en lo que se
refiere a las relaciones con estos países.
Muchos de los suministros provenientes del campo
socialista eran inferiores en términos técnicos y de calidad a los
correspondientes de los países capitalistas, particularmente norteamericanos o
inadecuados a a las condiciones cubanas, lo que exigió muchos cambios urgentes
y adaptaciones tecnológicas en relación a las nuevas materias primas,
materiales, maquinarias y equipos que se importaban.
Estas diferencias en cuanto al patrón energético son
un ejemplo importante. La generación de electricidad en Cuba se realiza a 60
hertzios; los motores eléctricos del campo socialista eran de 50 hertzios. Los
motores en Cuba para uso no industrial - aunque también los pequeños utilizados
en industrias - utilizaban corriente eléctrica de 110 voltios; los procedentes
del campo socialista, de 220 voltios.
Otro
aspecto técnico que se convirtió en un importante obstáculo fue la
incompatibilidad con los sistemas de medidas. En Cuba se utilizaba
predominantemente el sistema inglés de medidas; los suministradores socialistas
de piezas de repuesto, materiales y equipos utilizaban el sistema métrico. Esto
pudo resolverse, en buena medida, después de innúmeras negociaciones técnicas y
comerciales y de esfuerzos tecnológicos dentro de la industria nacional.
En
cuanto a la calidad, las tecnologías procedentes del campo socialista
presentaban problemas que acarreaban graves dificultades. Una característica
importante era que los equipos y piezas desarrollados para su consumo interno
no eran adecuados al clima de Cuba. La falta de resistencia al calor, a la
humedad y a la salinidad ocasionaba corrosión y, como consecuencia, costos
elevados de mantenimiento, además de interferir en la productividad y en la
calidad de los productos finales, entre otros aspectos.
Además,
las tecnologías procedentes del campo socialista presentaban serias
dificultades: atrasos de varios años con respecto a estándares internacionales,
elevados consumos energéticos, de materias primas y otros insumos; altos
índices de peso muerto, baja productividad, insuficiente confiabilidad,
capacidades de producción sobredimensionadas, excesiva verticalidad en su
integración, poca flexibilidad para efectuar cambios en los flujos productivos
y agresividad ambiental, entre otras limitaciones.
En
otros casos, no existían sustitutos en los países socialistas y había que
comenzar a intentar desarrollarlos en dichos países para suministrárnoslos.
Como ejemplo pueden citarse los materiales de cerámica especiales para las
tuberías y equipos de la moderna planta de níquel de Moa, de avanzada tecnología
para la época. Cerca de dos años demoró en Checoslovaquia un instituto de
investigaciones de materiales cerámicos de gran experiencia y nivel técnico,
para desarrollar materiales sustitutos.
Graves
problemas de calidad se produjeron con la falta de materias primas adecuadas
para toda la industria. Por ejemplo, hubo que eliminar las etiquetas de las
botellas de cervezas y refrescos y los envases a los jabones de lavar y de
tocador; las pastas de dientes se endurecían; los refrescos sabían, usando la propia
expresión del Che, a “jarabe para el pecho” y las cabezas de los fósforos
saltaban y producían quemaduras en la piel y en las ropas, por sólo mencionar
algunos ejemplos.
En
aquellos momentos, esa situación no tenía alternativas; había que producir bienes
para el pueblo, aunque fuesen de inferior calidad. Sin embargo, la costumbre
creada al continuar esta “cultura” de producir de cualquier forma, produjo
posteriormente un relajamiento en cuanto a la calidad y a la disciplina
tecnológica que el propio Che combatió duramente.
Mas
las opciones de Cuba eran extremadamente reducidas dadas las condiciones
impuestas por el bloqueo, las que limitaron las posibles fuentes de suministros
y tecnologías. Adicionalmente, factores internos dificultaron que los procesos
de evaluación previa de las tecnologías transferidas para Cuba identificasen
con precisión –en aquellos primeros momentos y durante varios años después –
las limitaciones y problemas de las tecnologías del campo socialista. Entre
esos factores estaban la falta de experiencia y calificación de muchos
profesionales responsabilizados en la selección, evaluación y negociación de
tecnologías.
De todas formas, puede afirmarse sin duda alguna,
que hubo una verdadera autodeterminación tecnológica. Aunque las variantes para
la selección fuesen muy limitadas y las condiciones internas bastante
difíciles, las decisiones se tomaron independientemente por las autoridades
cubanas.
Como
consecuencia de todo ese proceso y pesar de los problemas señalados, la
transferencia de tecnologías e insumos del campo socialista permitió - hay que subrayarlo por una
elemental justicia histórica - alcanzar tasas de crecimiento y niveles de
producción significativos en plazos relativamente breves; hacer surgir sectores
prácticamente nuevos como el de la metalmecánica, la siderúrgica, la
electrónica; ampliar significativamente la capacidad energética para, más
tarde, electrificar prácticamente todo el país; abrir considerables fuentes de
empleo; propiciar un desarrollo territorial más armónico y dotar de una alta
calificación a la fuerza laboral.
La falta de recursos humanos calificados.
La
escasez de personal técnico de todo tipo – ingenieros, físicos, matemáticos,
químicos, biólogos y técnicos medios, entre otros - agravada por la fuga de
cerebros, promovida por el imperialismo norteamericano fue sin dudas, el
elemento más complejo que tuvo que enfrentarse para iniciar un proceso de
desarrollo industrial.
Al
triunfo de la Revolución, en Cuba había alrededor de 6 000 médicos; más de 3
mil; un 50% abandonó el país en los dos o tres primeros años. Sin embargo, para
enfrentar el desarrollo industrial que la Revolución se proponía, el país sólo
contaba sólo con alrededor de 2 700 ingenieros de distintas especialidades,
principalmente de ingeniería civil. Por ejemplo, en la industria azucarera
había 3 100 especialistas de primera línea; el 60% marchó al extranjero. Los
graduados en las especialidades de ingeniería química y mecánica eran escasos y
casi todos graduados en los Estados Unidos, pues sólo muy recientemente esas
especialidades se habían iniciado en Cuba. De esos 2 700 ingenieros, sólo
quedaron en el país unos 700. ¡Nada menos que una cuarta parte del total! Era
con lo que se contaba para promover el desarrollo industrial que la Revolución
se proponía.
En cuanto al enorme éxodo de personal técnico
promovido por los Estados Unidos, debe subrayarse que, en muchos casos, los
técnicos que emigraron eran los de mayor nivel. En el caso de la industria de
refinación de petróleo, en el período comprendido entre agosto de 1960 - cuando
se nacionalizó la misma - y febrero de 1961, había emigrado más del 75% de los
ingenieros, casi todos ellos de primera y segunda línea. Por otra parte, un
grupo importante de los que quedaron en la industria, se manifestaban
agresivamente contra la Revolución y posteriormente se marcharon del país.
Lamentablemente, unos pocos, algunos de ellos con responsabilidades técnicas
importantes en la refinería “Ñico López”, en La Habana, fueron captados por la
CIA para realizar actos de sabotaje y de captación de personal con fines
contrarrevolucionarios. Fue el llamado “Caso ICP” detectado y controlado a
tiempo por la Seguridad del Estado, antes de que pudieran concretarse acciones
de sabotaje por ese grupo.
Un aspecto importante en el tratamiento al personal
técnico estaba relacionada con sus salarios, El Che reconocía que durante la
transición socialista los técnicos debían recibir mejor pago que los obreros
menos calificados, aunque la remuneración siguiera vinculada a la labor
realizada, pero no recibirían privilegios políticos o sociales por encima de
otros trabajadores. Decía: «serán mejor
pagados, además, porque la ley de la oferta y la demanda, en cierta medida,
funciona todavía; y es necesario tener técnicos, pagarles mejor, para que
rindan una tarea mejor también». Por otra parte, creía que a menudo los
técnicos respondían mejor a los estímulos morales que el trabajador promedio,
porque les gustaba ser reconocidos por sus logros y experiencia. Lamentaba que
la pericia técnica y el compromiso revolucionario fueran una combinación rara
de encontrar, pero aun así aspiraba a tener un ingeniero en cada empresa. Esto
se lograría en la medida en que los técnicos viejos que empiezan a incorporarse
a la Revolución, llamados por el sentimiento de justicia que todo el mundo
lleva dentro de sí, y empiezan a comprender el socialismo; y de los nuevos
técnicos que nacen ya con otra conciencia y se van incorporando a nuestras
empresas.
Por otra parte, independientemente de la escala
salarial que se establecería para el personal técnico, estaba la cuestión de
aquellos que habían decidido permanecer en Cuba y sus salarios eran en general
elevados, en particular de aquellos que
trabajaban en filiales de importantes empresas norteamericanas. Ante esta
situación, el gobierno cubano resolvió mantener el salario histórico para estos
casos. Esta medida, en cierta forma, contribuyó a contener el éxodo de personal
técnico.
Hubo algunos casos particulares de ingenieros que
recibían salarios relativamente
elevados. Recuerdo el caso de ingeniero cubano Demetrio Presilla, quien
trabajaba para la Nicaro Niquel Company en el norte de la región oriental del
país, Desde un inicio, Presilla había brindado su valiosa colaboración en la
industria del níquel y, en particular a la terminación de la otra planta de
níquel en Moa. El alto salario que recibía provocó alarma en varios
funcionarios y dirigentes. Este asunto se presentó al Che, quien en una sesión
del Consejo de Dirección del Ministerio expresó algo así como “Dejen tranquilo a Presilla, déjenlo
trabajar. Su trabajo en la industria del níquel es tan importante que más que
justifica su salario.”
Lo anterior es una muestra que indica la razón por
la cual, además de la escasez de personal técnico, en muchos casos, la
utilización del mismo en los primeros años se veía limitada necesariamente por
razones de confiabilidad política.
- La planificación y la definición de prioridades
En un artículo publicado en la revista Cuba Socialista en marzo de 1962, el Che
esbozó, con la corta experiencia de aquellos años y estimando los rumbos
posibles del desarrollo del país, una estrategia para la industria cubana. En
ese momento señaló cuatro líneas importantes para la industrialización del país:
la metalurgia, la construcción naval, la electrónica y los derivados de la caña
de azúcar. Como pilares básicos de estas líneas se planteaban a su vez tres
elementos: el aprovechamiento racional de los recursos naturales, la creación
de una base mecánica y la capacitación a todos los niveles.
Para
atender los objetivos expresados por el Che, expresados anteriormente, era
necesario trazar una visión estratégica con un horizonte temporal a mayor
plazo, superior al anual. El, entonces, dio instrucciones precisas a la
Dirección General del Plan Perspectivo, para
elaborar un proyecto de plan quinquenal para 1965-1970, continuar
trabajando en cifras proyectadas más allá de estas fechas, así como en el
análisis de las grandes líneas de producción que debían priorizarse en el país.
Para
abordar el desarrollo a largo plazo se requería comenzar un proceso de
precisión de las producciones fundamentales que debían desarrollarse
prioritariamente en Cuba, tratando de asegurar un equilibrio entre la
producción de medios básicos (bienes de capital) y de consumo.
Se
concebía además la necesidad de especialización en diferentes ramas, tomando en
consideración las posibilidades de colaboración con los países socialistas; la
sustitución de importaciones y la creación de nuevos fondos exportables por
medio de nuevas inversiones.
Al
mismo tiempo, debía preocuparse por el aseguramiento de tecnologías de
avanzada, sobre todo de aquellas cuya inserción en el proceso cubano de
industrialización garantizara un desarrollo económico y social armónico y
acelerado.
·
Los
equipos de dirección del ministerio, empresas y fábricas.
El
Che, como es conocido, era médico. No tenía experiencia industrial alguna. Sus
únicos contactos con la industria antes de su llegada a Cuba, fueron algunas
minas que visitó en Perú y Chile, en particular la mina de cobre de
Chuquicamata, en el recorrido que hizo por la América Latina con Alberto
Granados. Aun así, los propósitos de esas visitas fueron eminentemente de
índole social, para conocer de cerca la dura vida del minero, pero no para
adentrarse en sus problemas tecnológicos.
De
los cuatro viceministros – llamados entonces subsecretarios - nombrados al
crearse el Ministerio de Industrias, sólo uno tenía entonces título
universitario. Ya en 1962, se nombran tres viceministros con nivel
universitario; aun así se nombraron posteriormente tres viceministros no
universitarios. En aquella época los viceministros nos llamábamos a nosotros
mismos “los ilustres ignorantes”.
En
las diferentes direcciones del Ministerio la proporción de universitarios con
cargos dirigentes al nivel de la alta dirección del organismo, era mayor,
aunque los universitarios cubanos que ocupaban estos cargos, poseían una
experiencia limitada a su esfera de acción anterior. Muchos cargos fueron
ocupados por especialistas latinoamericanos: chilenos, peruanos y ecuatorianos,
entre otros, quienes vinieron a Cuba a dar apoyo a la revolución. Estos, aunque
con entrega revolucionaria y grandes deseos de trabajar, desconocían las
realidades cubanas.
En
el caso personal de unos de los autores, eran claras las dificultades para
atender todos los requisitos necesarios para dirigir áreas muy especializadas y
estratégicas. Èl contaba con una buena experiencia y especialización en la
producción de jabones y detergentes, pero no tenía la menor idea de lo que era
la industria del petróleo cuando fue designado para ocupar un cargo de
dirección en ella. La situación se volvió aún más complicada cuando fue
nombrado Viceministro para la Industria Básica y pasó a ocuparse de las
industrias azucarera, extractiva, mecánica, química y energética, entre otras.
En
los Viceministerios de carácter más técnico, como los de Construcción
Industrial y de Desarrollo Técnico, se trató de escoger personal graduado, con
alguna experiencia y especialización para dirigir as diversas unidades. Esto no
siempre fue posible, Fue necesario escoger, en varios casos, compañeros de
confianza, que habían demostrado buen desempeño y capacidad de dirección en
otros cargos.
La
situación en la dirección de las empresas consolidadas no era mejor. En 1961,
en alrededor de 33 empresas, sólo cuatro directores eran universitarios.
Todavía era peor en las fábricas. Con las excepciones de dos de las tres
refinerías de petróleo y alguna otra, éstas no tenían al frente de ellas a
personas de nivel superior. Muy pocos tenían vencida la enseñanza media. El
nivel cultural era por lo general muy bajo: podían encontrarse obreros con 2do
y 3er. grados dirigiendo fábricas importantes, como, por
ejemplo, zapateros de bajo nivel cultural, aunque confiables políticamente – no
había otra opción en aquellos momentos - dirigiendo centrales azucareros. En la
Empresa Consolidada de la Cerámica hubo que nombrar a un contador como Jefe de
Producción ante la falta de un cuadro técnico para ocupar esa posición.
Tomando en cuenta esa situación, el Che tuvo que
dictar, en 1963, una disposición para que en un año los administradores
alcanzaran el 6to grado.
Los
problemas políticos hacían la situación aún más difícil, pues, además de los
criterios técnicos, razones de seguridad exigían que los dirigentes fuesen de
indiscutible confiabilidad política, lo que era fundamental para garantizar que
el trabajo se realizara conforme los principios de la Revolución.
La
necesidad imperiosa de asumir cargos de dirección a cuadros que no se
encontraban debidamente preparados, puso a prueba, no sólo la voluntad, el
esfuerzo y la decisión revolucionaria de muchos compañeros, sino también su
fortaleza física y mental. Hubo algunos casos lamentables de compañeros cuya
salud se afectó sensiblemente.
Fue enorme el esfuerzo realizado para suplir la
falta de conocimientos especializados en materia de tecnología, de
administración, de organización, así como la falta general de experiencia de
los cuadros a todos los niveles. Dormir tres o cuatro horas, inclusive los
sábados y domingos, se hizo habitual para el Che y para todo el personal
dirigente y muchos especialistas y auxiliares.
A
pesar de esta baja calificación de los niveles dirigentes a distintos niveles,
el esfuerzo casi sin límites, la entrega al trabajo, la pasión revolucionaria y
la dirección y el ejemplo personal del Che pudieron en gran medida recuperar la
producción, mantenerla y hacerla avanzar.
Las agresiones y amenazas del exterior
Unido
al bloqueo, se producían agresiones de todo tipo con dolorosas pérdidas de
vidas humanas y destrucción de instalaciones. La más significativa fue la
agresión armada mercenaria, financiada por los Estados Unidos, que culminó con
la victoria cubana de Playa Girón en 1961; además, la concentración de grupos
armados contrarrevolucionarios infiltrados en las montañas del Escambray y los
sabotajes a diferentes instalaciones, como las bombas colocadas en la Refinería
Ñico López en La Habana y el ataque de una lancha pirata a la refinería Hermanos Días en
Santiago de Cuba entre otros casos. Todo ello significó un desvío considerable
de recursos humanos y materiales que hubo que emplear para resolverlos daños
ocasionados por estas agresiones, además de los necesarios para estar
debidamente preparados para la defensa.
v El
despliegue del proceso de industrialización
·
Criterios básicos
Sobre el proceso de
industrialización que se iniciaba, el Che expresaba:
“Industrializarse por
el simple hecho de que haya que industrializarse significa en primer lugar un
mayor nivel de vida… lo primero que hay
que hacer es dar un mejor nivel de vida a todas las gentes, y
hay que empezar por los que están en peor estado, que son
precisamente los desempleados. De ahí la importancia de la pequeña industria y
de la industria agropecuaria, que con una inversión pequeña, da trabajo a una
gran cantidad de obreros que en este momento están desempleados.”[11]
Y en este mismo sentido indicaba:
“Hay inversiones
de pequeña concentración de capital, donde puede llegar a 1 000 o 2 000 pesos
por obrero; eso da menso ganancias pero eso es lo que nos conviene ahora a
nosotros; desarrollar toda la industria que con poco dinero emplee a mucha
gente. Necesitamos eso primero, y vuelvo a insistir, porque es la base de todo
para eliminar el desempleo; y después para también crear la base técnica
necesaria para acometer nuestro segundo paso, que es el de la una
industrialización total.” [12]
Bajo la dirección del Che, los
problemas de la industrialización del país trataron de abordarse integralmente:
resolver con la mayor agilidad posible las urgentes tareas de la producción y,
al mismo tiempo, elaborar un criterio general de desarrollo perspectivo. “Es,
naturalmente, la industrialización la que da la verdadera pauta del
desarrollo.”[13]
Se trataba de establecer un
modelo dinámico que permitiera, por un lado, restablecer la producción y, por
otro, perfeccionar la base productiva existente, viabilizando el tránsito
gradual a una etapa de ampliación cualitativa y cuantitativa del tejido
industrial. Este fue el inicio del primer proceso de reconversión industrial
realizado en Cuba con una visión política, económica y social de profundo
sentido ideológico. O sea, en este complejo proceso se integraba la política de
la Revolución con las tareas de la
producción.
A pesar de lo extraordinariamente
difícil que resultaba esbozar en Cuba una estrategia de desarrollo industrial a
principios de los años 60, era imperioso elaborar, al menos, algunos criterios
básicos orientadores para una política inversionista a más largo plazo. Ellos
fueron:
Ø
La
creación de nuevas fuentes de exportaciones, tomando en cuenta el mercado
internacional y las nuevas relaciones con el campo socialista.
Ø
La sustitución
real de importaciones, utilizando cada vez en mayor medida fuentes propias de
materias primas.
Ø
La
especialización de determinadas ramas de producción.
Ø
El
mejoramiento de la distribución nacional de las fuerzas productivas,
localizando las nuevas fábricas en la propia geografía de los recursos
naturales y humanos.
Ø
La
creación de relaciones intersectoriales más estrechas, en primer lugar, entre
la agricultura y la industria.
Ø
El
establecimiento de un mejor equilibrio en la producción de medios básicos y de
consumo.
Ø
El
logro de un mayor nivel tecnológico y una mayor productividad, principalmente
en las inversiones dirigidas a productos de exportación, con el objetivo de
resistir favorablemente la prueba de la competencia mundial.
A principios de 1960, el Che define seis líneas
básicas a partir de los estudios y análisis realizados hasta ese momento:
Ø
Energia
y combustíbld;
Ø
Industria
siderúrgica y metalúrgica;
Ø
Industria
de la caña y sus derivados;
Ø
Industria
química;
Ø
Desarrollo
minero;
Ø Industria de productos agropecuarios.
Con el avance de los estudios realizados en estos
años acerca de las tendencias de la industria moderna, las líneas de desarrollo
presentadas son reformuladas, y a principios de 1962 aparecen reducidas y
enriquecidas con nuevos campos:
Ø
Metalurgia,
Ø
Sucroquímica,
Ø
Construcción
naval
Ø
Electrónica.
Las dos primeras provienen de las líneas anteriores,
y tienen una base en recursos y
capacidades existentes en el país. Las dos últimas tienen muy poco o ningún
antecedente en la economía cubana, y con ellas se busca alcanzar un desarrollo
industrial de avanzada en el mediano y el largo plazo.
Estas
son las proyecciones, que no necesariamente se corresponden con la política
industrial concretada. Entre las primeras definiciones que se debían alcanzar
estaba lo concerniente al ritmo del proceso de industrialización, tomando en
cuenta el conjunto de factores sociales que intervenían. La posibilidad de
adoptar un ritmo acelerado de crecimiento tecnológico fue postergada ante la
meta de superar el desempleo en el año 1962. Esto se expresó en tres directrices fundamentales:
Ø
Consentir
en incorporar al sector estatal pequeñas fábricas abandonadas o malversadas por
los dueños capitalistas, que eran ineficientes y tecnológicamente atrasadas pero
daban empleo;
Ø
Postergar
la mecanización de determinadas industrias cuando no estuvieran dadas las
condiciones para realizarla sin afectar el empleo;
Ø
Privilegiar,
en la política de sustitución de importaciones, la compra de fábricas de
tecnología simple, que requerían inversiones de poca concentración de capital y
por tanto permitían emplear más personas con menos dinero. En la definición de
su ubicación territorial se procuró dar respuesta a los lugares más afectados
por la desocupación.
Así, el trabajo realizado hasta 1962 en aras de un
desarrollo industrial avanzado se concentró en lo fundamental en generar las
condiciones para su posterior despegue. Esto se tradujo en investigar al mismo
tiempo las potencialidades económicas del país y las principales tendencias de
la industria moderna, en relación con las posibles líneas de desarrollo futuro.
También se dieron pasos para crear la base energética, mecánica y metalúrgica
que requiere la formación de un sistema industrial sólido.
La
tarea más urgente era mantener e incrementar la producción, ante la demanda
creciente de la población. Se trabajó por mantener la capacidad de producción
instalada, recuperarla donde se hubiera perdido, y optimizar su uso. Cuando no
era posible incrementar la producción con medidas racionalizadoras, se invertía
en nuevas capacidades en las fábricas existentes. Mientras, entre 1960 y 1961
se gestionó la compra de nuevos equipamientos y nuevas plantas a los países
socialistas, para ampliar la capacidad de producción en aquellas actividades
prioritarias donde las medidas ya citadas no alcanzaban para responder a la
demanda (caso de los sectores energético, textil, y de materiales de la
construcción, por ejemplo), y también para ahorrar divisas en rubros que en ese
momento dependían exclusivamente de las importaciones.
Desde el punto de vista de la producción, los
obstáculos parecían ser, sobre todo, de naturaleza técnica. Y sin duda, lo
eran. Sin embargo, las bases de todas las decisiones, planes, programas y
actividades técnicas estarían, a partir de entonces, asociadas a los principios
de la Revolución. El análisis, la definición y la implementación de una
solución técnica para cualquier problema estaban fuertemente impregnados de
elementos políticos e ideológicos. Cambiaron los fundamentos y,
consecuentemente, cambiaron los criterios. No se deseaba cualquier solución
técnica, basada exclusivamente en los criterios de eficiencia obtenida a costa
de la renuncia a los principios básicos de la Revolución. Encontrar soluciones
para los problemas técnicos se tornaba un proceso mucho más complejo, en la
medida en que se establecía una intrincada relación entre la técnica y la
política. Se trataba, por tanto, de poner en práctica una nueva mentalidad, una
nueva cultura, una nueva “visión del mundo”, asentadas ideológicamente y que
necesitaba concretizarse en la construcción socialista de una nueva sociedad.
Bajo esa nueva perspectiva, la
solución de los problemas técnicos ocasionados por el uso de nuevos o
diferentes materiales, por ejemplo, pasaba a exigir también un esfuerzo
científico y tecnológico interno. Era necesario crear capacidades propias,
tanto para la toma de decisiones relacionadas con las selecciones científicas y
tecnológicas, la generación y absorción de tecnologías externas, como para el
fortalecimiento y la implementación de actividades internas que permitiesen
recorrer un camino socialmente responsable.
Para alcanzar ese nuevo proyecto
nacional, era necesario realizar cambios fundamentales en las concepciones y
prácticas productivas. En primer lugar, dada la propuesta de la Revolución, era
indispensable que todo esfuerzo productivo, científico, técnico, organizativo o
gerencial tomase como referencia primordial al propio trabajador - al Hombre en
sentido genérico - buscando la
mejoría de las condiciones de trabajo, de salud, y de educación, entre otras,
de forma accesible a toda la población. No estábamos delante de simples cambios
en las técnicas de producción, sino delante de la creación de una nueva base
técnica, científica, organizativa, gerencial e inclusive, cultural, dentro de
un nueva concepción política y social.
·
Primeras medidas para impulsar la producción
La materialización de las ideas
sobre la industrialización del país, a partir de 1960, se inició con negociaciones
con la Unión Soviética y otros países socialistas. Se firmaron convenios de
crédito para la adquisición de un buen número de industrias que se estimaron
necesarias para el desarrollo industrial del país. Un factor de consideración
fue la distribución geográfica de las mismas con vistas a crear nuevos empleos
en el interior del país.
Posteriormente se comprobó que estas nuevas fábricas
funcionaban con tecnologías muy atrasadas, requerían de altos niveles de
importación de materias primas y materiales y
realizaban producciones de baja calidad. Entre ellas, las fábricas de
cubiertos de mesa, de machetes, de picos y palas y las de limas.
·
El Vice Ministerio de Construcción Industrial
Dentro del Ministerio de
Industrias se creó el Viceministerio de Construcción Industrial, encargado de
dirigir todo el intenso proceso de transferencia de tecnología, desde los
aspectos de negociación hasta los de proyección y construcción y montaje. En
ese Viceministerio, se creó un equipo
para la realización de proyectos de ingeniería. También se creó un aparato de
construcción y montaje cuyo desarrollo ulterior ha permitido enfrentar, con una
fuerte participación nacional, obras de mayor complejidad. Por último, comenzó
el desarrollo de un equipo inversionista que ha posibilitado aumentar
gradualmente una capacidad negociadora propia en los procesos de transferencia
tecnológica.
Además de la atención al personal
especializado a nivel de proyectos y otras tareas, era urgente preparar
personal para operar las nuevas inversiones. Con esa finalidad, en 1964, se
encontraban en entrenamiento, en diversos países, 109 técnicos y obreros
calificados, además de los que se preparaban dentro del propio país.
·
La industria del níquel.
Un positivo caso relevante de lo
que se consiguió realizar en esa fase de reconstrucción de la capacidad
industrial cubana fue el de la planta de níquel “Pedro Soto Alba” en Moa. Esta
planta era propiedad de la empresa norteamericana “Texas Sulphur Co.”. Cuando
se intervino por el Gobierno Revolucionario, aún no estaba terminada su
construcción. Su tecnología era moderna, con un proceso tecnológico muy
diferente de la de la otra planta de níquel existente en aquellos momentos[14],
y requería de materiales muy específicos para soportar un proceso basado en
ácido sulfúrico a presión y altas temperaturas, para el procesamiento de un
mineral muy abrasivo. Al abandonar la planta, los dirigentes y técnicos
norteamericanos que allí se encontraban afirmaron que los cubanos no serían
capaces de terminar la planta y ponerla en operación.
El
Che aceptó este reto. Para ello convocó al Ing. Demetrio Presilla, un
especialista muy bien considerado por la antigua empresa norteamericana, quien
había decidido quedarse en el país.
Presilla poseía un espíritu audaz y de liderazgo, con altos
conocimientos técnicos y prácticos de ingeniería. El recibió un amplio apoyo en recursos para su
obra. En un tiempo relativamente breve, la planta estuvo funcionando. Se puede
considerar esa obra como un monumento a la audacia técnica, al esfuerzo
personal y a la capacidad técnica y dirigente de Presilla y a la voluntad y
decisión del Che.
Esa gigantesca obra de construir
una nueva infraestructura industrial, permitió formar gradualmente un equipo de
negociadores de transferencia de tecnología, de proyectistas de plantas y de
montadores de industrias con formación profesional capaz de enfrentar el
montaje de cualquier industria, como se demostró en Cuba posteriormente.
·
La industria mecánica
El Che había subrayado la
urgencia de desarrollar con toda
energía la mecánica, rama fundamental para el desarrollo de una base industrial
nacional. Si no se lograse solucionar los problemas cotidianos relacionados con
la maquinaria y las piezas de repuesto, el desarrollo industrial resultaría
frenado por el bloqueo impuesto por el gobierno norteamericano y por las
dificultades de nuestro propio
subdesarrollo.
En este sentido se dieron pasos
firmes para promover la actividad de construcción de maquinaria en diferentes
provincias; para crear o ampliar talleres mecánicos en fábricas existentes, y
formar aceleradamente - tanto en Cuba como en el extranjero - una fuerza
laboral calificada. Se contrataron y construyeron, con gran celeridad, varias
fábricas de construcción de maquinarias: Planta Mecánica, la Industria Nacional
de Producción de Utensilios Domésticos (INPUD) ambas en Santa Clara, y las
fábricas de bujías y de bicicletas; la ampliación de capacidades en la fábrica
Cubana de Acero[15];
la ampliación en gran escala de los talleres de mecánica de la industria del
petróleo y del níquel, entre otros.
En ese proceso de
desarrollo de la industria mecánica y de la creación de una capacidad autóctona
de generación de tecnología adecuada a las necesidades del país, se destacaban
los esfuerzos relacionados a la caña de azúcar, dada su importancia para la
economía cubana y las conocidas condiciones, casi inhumanas, de ese cultivo, de
modo especial en las etapas de limpia,
cosecha y transporte de la caña. Por eso, destacamos,
a continuación, la experiencia que fue, innegablemente, prioritaria en los
primeros esfuerzos de mecanización agrícola en el país.
·
La mecanización de la cosecha de la caña de azúcar.
La mecanización
de la cosecha de la caña de azúcar fue establecida como una de las más
importantes prioridades para las inversiones en la creación de una industria
mecánica nacional. De ahí, resultaron las primeras alzadoras y cortadoras de
caña que abrieron el camino a la mecanización de la agricultura cañera y
representaron un elemento esencial en la humanización y eficiencia del trabajo
en esa actividad.
Independientemente de esa
evidente y urgente necesidad, muchas personas veían con escepticismo las
posibilidades de desarrollar una máquina cortadora de caña en Cuba. Sin
embargo, no había alternativas. Los principales fabricantes de máquinas para la
cosecha mecanizada eran los Estados Unidos, Australia y Alemania. Otra vez el
bloqueo y la falta de divisas libremente convertibles no permitían otras
opciones.
El Che creó un grupo especial[16]
integrado por ingenieros y técnicos seleccionados para desarrollar, primero,
una alzadora de caña, la que, con sucesivas modificaciones, resulto un éxito.
Esta máquina ya aliviaba considerablemente el trabajo humano y su eficiencia.
Al mismo tiempo se iba trabajando en una máquina, muy simple, para cortar caña.
En las áreas agrícolas del
central Baraguá[17]
existía una máquina cortadora de caña norteamericana, que no fue utilizada
durante la etapa capitalista debido a la férrea oposición de los trabajadores.
Ellos veían a esta máquina como una enemiga que les quitaría puestos de
trabajo. Después de la Revolución, adoptándose una nueva y diferente visión
social y económica de los problemas, el grupo consiguió hacerla funcionar. Sin
embargo, su operación era muy complicada y el estudio para copiarla fue
abandonado.
Al buscar conocer experiencias y
recoger información, de diferentes países, sobre otras máquinas existentes para
las actividades del cultivo de la caña de azúcar, los especialistas cubanos
vieron funcionando y fotografiaron máquinas alzadoras de caña. Con las fotos,
realizaron un verdadero trabajo de ingeniería inversa, construyendo diversos
prototipos, los cuales, después de sucesivas modificaciones, culminaron en una
primera máquina exitosa. Esa alzadora no estaba considerada en los proyectos
iniciales, sin embargo, aliviaba de forma considerable el trabajo humano,
además de aumentar su eficiencia.
Esta alzadora representaba un resultado alentador que
estimuló aún más el proyecto diseñar y construir una cortadora de caña. Ese
proyecto, sin embargo, presentaba muchos problemas técnicos y prácticos, motivo
por el cual el trabajo se extendió por varios meses. Sin embargo, fue concluido, teniendo como resultado la primera
cortadora de caña de tecnología cubana.
En 1962, en una de las primeras
Zafras del Pueblo, Che, operó personalmente, durante un mes, la máquina
cortadora de caña en las áreas agrícolas del central “Ciro Redondo”, en la
actual provincia de Ciego de Ávila, Su ejemplo personal significó un estímulo a
dicho trabajo y una muestra evidente del interés directo que él brindó a ese
proyecto. Él quería demostrar y llamar la atención de que era posible diseñar y
construir en Cuba una máquina capaz de mecanizar el corte de la caña. Ese acto
contribuyó a comenzar a romper barreras mentales y tecnológicas, resultantes de
un escepticismo generalizado entre los técnicos y productores cañeros.
Ese fue un mes muy duro de
trabajo para él, pues el polvo de la caña y, más aún, el de la caña quemada, le
producía fortísimos ataques de asma. Eso era conocido sólo por sus
colaboradores más próximos. Sólo su acerada fuerza de voluntad le permitió
permanecer todo ese tiempo en el cañaveral.
Los frutos de aquellos primeros
esfuerzos en ese campo están hoy materializados en las combinadas cañeras
cubanas KTP, fabricadas en la ciudad de Holguín.
·
La búsqueda y extracción de petróleo.
El Che subrayó la necesidad de seguir firmemente el
desarrollo de la geología, de la minería, de la investigación y de la
explotación y aprovechamiento de los recursos naturales en general. En este
sentido expresó:
…debemos
impulsar al máximo el aprovechamiento de nuestros recursos naturales, crear la
base técnica necesaria para la detección, desarrollo e industrialización de
nuestras minas y campos petroleros; hacer que cada metro cúbico del territorio
nacional sea inspeccionado acuciosamente y explotado en el menor tiempo
posible.
A la búsqueda de petróleo el Che le asignó una
importancia fundamental:
…desde
el punto de vista científico, hay que precisar exactamente (…) los minerales
más interesantes para Cuba (…) en este momento, en Cuba tiene que dársele
atención preferente al petróleo, porque ahora ha surgido la posibilidad real de
encontrarlo en alguna zona, continuar las investigaciones de tal manera que
podamos ver si es posible suprimir una importación que consume 80 millones de
dólares al año.
En 1960 se creó el Instituto Cubano del Petróleo (ICP), y
se dictó la Ley de la Información para atesorar copias de las indagaciones
recopiladas hasta entonces por los expertos foráneos, comienza una nueva fase
de investigaciones geológicas y sísmicas que iría escalando peldaños
halagüeños.
En 1961 se creó el Instituto Cubano de Recursos Minerales
(ICRM), el primer centro de investigaciones creado por el Ministerio de
Industrias, lo que muestra la importancia estratégica que se le asignaba a esta
área. Tenía como objetivo acometer, con criterios científicos y prácticos, la
investigación, prospección y búsqueda de minerales,
incluyendo el petróleo.
En 1963, el Che indicó al Instituto la prioridad en la
búsqueda de petróleo y la confección del Mapa Geológico de Cuba, considerando
en él aspectos prácticos de nuestra economía, como el incremento de reservas y
la prospección de yacimientos cuyos minerales sustituyen importaciones o son
fuente de divisas.
Al presentar sus orientaciones para 1964, volvió a
insistir en la búsqueda de petróleo. En ese año comenzaron a perforarse pozos
de petróleo de 5 mil metros de profundidad – las profundidades mayores de
perforación hasta aquellos momentos en Cuba - que se estaba realizando en Cayo
Francés.
Para 1965 se le asignó al ICRM una tarea de mayor
complejidad y – aún hoy – de gran relevancia: crear las bases organizativas y
técnico-materiales para la perforación en el mar para la búsqueda de petróleo,
particularmente en la zona de los cayos de la costa norte de la antigua
provincia de Las Villas. Nótese como la búsqueda de petróleo era una prioridad
permanente en las orientaciones del Che, quien combinaba la búsqueda de
resultados inmediatos con la visión estratégica.
La colaboración soviética en el campo geológico fue muy
amplia, tanto en la transferencia de conocimientos científicos y tecnológicos,
como de recursos financieros y humanos y en la formación de especialistas. En
1965, el gobierno cubano negoció con el gobierno de la URSS la obtención de un
crédito de 20 millones de rublos para la compra de equipos de perforación de
petróleo, el cual fue concedido.
Un grupo numeroso de especialistas soviéticos fue enviado
a Cuba. Ellos trabajaron principalmente en las áreas de petróleo y minerales
metálicos. Actuaron a todos los niveles, desde asesores a nivel del Instituto,
hasta en la base en las brigadas de prospección y perforación. En 1964, el ICRM
tenía 153 especialistas extranjeros.
Uno de los resultados científicos a destacar en el ICRM
fue la obra La Geología de Cuba,
publicado en 1964, la que el Che impulsó desde la creación del instituto, por
su comprensión de la necesidad de un basamento científico para las tareas de
prospección de minerales
·
Las inversiones de nuevas fábricas y las de
reposición y ampliación de las fábricas existentes.
Era necesario impulsar desde un
inicio el desarrollo energético del país. Con la Unión Soviética se
construyeron las termoeléctricas de Mariel, provincia de Artemisa y Renté en
Santiago de Cuba. Después, se contrataron unidades japonesa para Cienfuegos y checoslovacas
para Cienfuegos, Nuevitas y La Habana. Se logró dar continuidad a la
instalación de unidades de la República Federal Alemana en la vieja planta de
Tallapiedra en la ciudad de La Habana y otra francesa para la termoeléctrica de
Matanzas.
El Astillero de Remonta[18]
para la reparación de barcos, contó con la asistencia de la República Popular
de Polonia.
Otro criterio importante en la
estrategia establecida fue el de crear focos para el desarrollo industrial en
zonas atrasadas, combinando ésta con la política de sustitución de
importaciones. Esa determinación originó, por ejemplo, la fábrica de limas y de
picos y palas en Guantánamo y las de electrodos de soldar y alambres de púas en
Nuevitas. En la misma forma se llevó a cabo el Combinado 30 de Noviembre de
Santiago de Cuba para la producción de tuercas y tornillos.
En la industria ligera, las
industrias textil y del calzado fueron de las primeras en recibir un impulso.
La hilandería de Gibara, inició su producción
en 1961. Dos nuevas plantas textiles fueron adquiridas: Alquitex en Alquízar, y
Bellotex en Matanzas. Alquitex se inauguró en 1966, después de la partida del
Che. Bellotex se perdió en un incendio y fue reinstalada posteriormente.
La importación de sacos de kenaf
para ensacar el azúcar y otras producciones era elevada. Sobre la base de
investigaciones realizadas, se fomentó la siembra de kenaf en la actual
provincia de Ciego de Ávila y en las provincias orientales. Con la fibra
obtenida, fueron instaladas fábricas para elaborar sacos en Santa Clara y
Bayamo. En su momento, estas fábricas concebidas, diseñadas y montadas por
especialistas cubanos, eran de un nivel tecnológico a escala mundial.
La capacidad de producción de
harina de trigo en La Habana y Santiago de Cuba se duplicó y se puso en
funcionamiento en el puerto de La Habana una gran instalación receptora de
granos.
Con tecnología propia se puso en
marcha la tenería de Matanzas. En Checoslovaquia se adquirió una fábrica de
calzado que fue instalada en Guanabacoa[19],.
En la producción de aceites
vegetales se completó la instalación existente de producción de Regla y Rancho
Boyeros. En 1963 se inauguró la fábrica de chocolate de Baracoa, vieja
aspiración de los cultivadores de cacao de esa zona.
La capacidad de producción de
cemento fue más que duplicada con la ampliación de la fábrica “José Mercerón”
en Santiago de Cuba y la instalación de nuevas fábricas en Sigüaney, Sancti
Spiritus y Nuevitas, donde
junto con las fábricas de electrodos y alambre de púas, comenzó a configurarse
un importante polo industrial que se completaba con la fábrica de fertilizantes
nitrogenados y la termoeléctrica.
En La Habana se desarrolló la
producción de vidrios planos para la construcción y se amplió la de la fábrica
de botellas.
En la Isla de la Juventud, se
creó la planta procesadora de caolín, materia prima para la producción de
cerámica de calidad.
La producción de levadura Torula
a partir de mieles de caña, para la alimentación animal, se consideró
estratégica. Se conocía que la operación de esa planta dependería de la
coyuntura política, o sea, de la posibilidad o no de adquirir pienso en el
mercado mundial, y del precio de la miel de caña. Se contactó con una firma
francesa y se obtuvo la tecnología continua de fermentación, adquiriéndose el
suministro y la asistencia técnica para instalar una planta en el central “Ciro
Redondo”, en la provincia actual de Ciego de Ávila[20].
En la industria química, se
instalaron plantas para la producción de carburo de calcio y de oxígeno,
mejorando la situación de los gases técnicos.
La planta de fertilizantes
Cubanitro, en la ciudad de Matanzas, fue abandonada por su contratista italiano
después del triunfo de la Revolución. Por su importancia estratégica se
gestionó ayuda técnica con la empresa química de Halle en la República
Democrática Alemana. La ayuda de esta última fue decisiva. Para completarla,
fue necesario, además, reiniciar relaciones con proveedores de Inglaterra,
Italia, Suiza y la República Federal Alemana.
La ampliación de la planta
siderúrgica “José Martí” (Antillana de Acero), en el Cotorro era una pieza
clave para el desarrollo de las industrias de construcción y mecánica. La
construcción civil y el montaje de la ampliación de Antillana de Acero,
permitió nuclear una fuerte organización de construcción industrial en la
capital.
·
El incremento de la productividad del trabajo
introduciendo medidas elementales de racionalización, normalización y
mecanización del trabajo.
La industria del calzado es un
ejemplo muy ilustrativo de los esfuerzos por la racionalización del trabajo.
Al nacionalizarse esta industria,
existían cientos de pequeñas unidades artesanales productoras de calzado
conformadas por núcleos pequeños de trabajadores de baja escolaridad, pocos de
los cuales había completado la enseñanza primaria. Un estudio inicial sobre la
elevación de la productividad en este sector mostraba que mediante simples
medidas racionalizadoras, integrando unidades pequeñas en unidades mayores con
cierto flujo elemental de producción, existía la posibilidad de alcanzar
incrementos sustanciales en este índice.
Sin embargo, esto planteaba un
serio problema político: esa racionalización generaría un excedente de
alrededor de 5 mil trabajadores en todo el país, ya que su baja calificación no
les permitía una fácil reubicación en otros centros industriales y la política
de la Revolución se dirigía a lograr el pleno empleo. Se imponía elaborar, por
consiguiente, una fórmula que conjugara creativamente la posibilidad de lograr
los necesarios incrementos de productividad en la industria del calzado y no
producir desempleo. Se trataba de evitar uno de los círculos viciosos que
muchos países subdesarrollados no encuentran cómo romper.
Refiriéndose a esta cuestión, el
Comandante Guevara expresó:
…todo obrero que está
de más en una fábrica es un desocupado social (…) ¿sacarlos para qué?, ¿para
botarlos? No. Para que vayan a escuelas, para que se especialicen (…) de tal
manera que no hay ningún peligro en plantear y aumentar la productividad con la
racionalización de los sistemas y en los lugares que sea preciso con la instalación
de nuevas maquinarias.
Sobre este mismo tópico precisó
sus ideas de la siguiente manera:
La contradicción
entre el avance técnico y el empleo debe resolverse de todos modos mediante el
gasto improductivo, en un régimen de justicia social; nuestro planteamiento es
que se valoricen estos gastos, dándole el énfasis a la preparación de cuadros
técnicos.
Como en esos momentos, se daban,
los primeros pasos para crear una base mecánica nacional para la cual escaseaba
la mano de obra calificada, se encontró ahí una excelente oportunidad para
colocar en práctica esa visión defendida por el Che. Aquellos obreros del
calzado, que hubieran podido quedar desempleados, eran parte del potencial
nacional para suplir las deficiencias de la industria mecánica.
Para viabilizar ese potencial, se
crearon las que se llamaron Escuelas Populares - alrededor de 50 en todo el
país -, en las que ingresaron los 5 000 obreros excedentes, sin afectación de
su salario. Primero se trató de elevar su escolaridad hasta 6to grado y después fueron encaminados,
para calificarse en los distintos oficios necesarios a los talleres e
industrias mecánicas de las distintas provincias.
De esta forma se trataba de
resolver tres problemas: se incrementaba la productividad de la industria del
calzado mediante procesos de concentración y racionalización; se atendió, de
inmediato, un problema político al no producirse desempleo y se apoyó el
desarrollo de la industria mecánica, mediante la formación de recursos
calificados en todas las provincias. Estos obreros, por otra parte, con su
nueva formación tendrían una mayor remuneración y posibilidades de seguir
avanzando en la industria mecánica mediante sucesivos procesos de capacitación
y entrenamiento. Esto no les hubiera sido
posible en su oficio anterior.
v
Consideraciones finales
Las bases desarrolladas durante el proceso de
industrialización iniciado por el Comandante Guevara desde el Ministerio de
Industrias mostraron resultados notables a pesar del bloqueo impuesto por el
gobierno norteamericano, las agresiones, la falta de recursos humanos
calificados, la falta de experiencia de los dirigentes a todos los niveles, así
como errores cometidos en la selección y evaluación de varias industrias contratadas.
El amplio apoyo concedido por la Unión Soviética y demás países del campo
socialista fueron elementos decisivos en
este empeño.
La estrategia del Ministerio
de Industrias se orientó hacia un
proceso de industrialización que contribuyera
a transformar a mediano y largo plazo las proporciones de la economía: una
mayor presencia de la producción de medios de producción, en comparación con la
producción de bienes de consumo; un mejor balance entre la importación y la
exportación y entre las actividades agrícola, industrial y de servicios; una
distribución más pareja del dinamismo económico a lo largo del territorio
nacional.
El sector industrial realizó un aporte
significativo a la protección y crecimiento del empleo, y entre 1959 y 1964 la
producción creció a un ritmo de 6 a 7 por ciento anual en la industria no
azucarera. Estos años vieron nacer investigaciones, análisis prospectivos
e institutos científicos pioneros en el sector industrial cubano, lo que en 1963 ya era en un
sistema de centros de investigación y desarrollo, algunos de los cuales existen
actualmente.
Ya en 1975, quince años después de iniciado este
proceso, en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba se informaban los
siguientes resultados en relación a la producción industrial:
·
Se duplicó
la producción de níquel en las plantas existentes al triunfo de la Revolución.
·
La
refinación de petróleo se elevó de 3,6 millones en 1958, a 5,9 en 1975.
·
La
producción de lubricantes, creció de 6 mil a 135 mil toneladas.
·
La
capacidad instalada en la industria eléctrica se ha triplicó desde 1958. La generación de electricidad creció de 2 mil 550
millones de kilowatts-hora a 6 mil 500 millones.
·
La
producción mecánica se triplicó.
·
La
producción de acero, que había sido muy baja, se elevó de 24 mil a 240 mil
toneladas; creció 10 veces.
·
La
producción de fertilizantes creció de 195 mil toneladas en 1958 a un millón 2
mil en 1975.
·
La
elaboración de herbicidas, pasó de 120 toneladas en 1958, a 2 mil 800.
·
La
producción de papel y cartón aumentó 2,5 veces.
·
La
fabricación de envases de vidrio creció 2,9 veces.
·
La
confección de tejidos se incrementó dos veces y media.
·
La
producción de calzado creció casi tres veces.
·
La
producción de cemento se elevó de 743 mil toneladas a 2 millones.
·
La
disponibilidad de harina de trigo se incrementó, de 190 mil toneladas a 510
mil. Se molieron 180 mil, de 73 mil toneladas que pasaban por este proceso en
el país anteriormente.
·
La
producción de pastas alimenticias, de un estimado de 10 mil, aumentó a 50 mil.
·
La de
alimentos para niños, creció de 2 mil 832 toneladas en 1963, a 20 mil en 1975.
·
La
elaboración de helados se incrementó, de 2,3 millones de galones en 1958, a 16
millones en 1975. Más de 12 millones de galones de frozen fueron producidos.
·
En la de
cervezas y maltas, de 14 millones de cajas, se alcanzaron 30 millones.
·
Las
investigaciones referidas a minerales sólidos, lograron aumentos de la reserva
de minerales, se localizaron yacimientos y se determinaron reservas para
instalaciones de nuevas fábricas de cemento, molinos de piedra, etc., y
localizaron nuevos yacimientos de cobre, plomo, zinc y piritas que sobrepasan
varias veces los conocidos antes del triunfo de la Revolución.
·
Se descubrieron nuevos yacimientos de petróleo de
diferente envergadura, al este de La Habana, en Varadero, en Camarioca y en la provincia
de Matanzas.
El impacto a largo plazo de ese proceso de industrialización puede
apreciarse en varias ramas priorizadas
de la economía:
·
La
industria del níquel constituye actualmente una de las fuentes más importantes
de exportación. Las inversiones
realizadas en la industria han estado dirigidas a aumentar la producción actual entre un 15 y un 20
por ciento en los próximos años y extender hasta más allá de 2040 la vida de
esta industria. Las reservas probadas de
mineral o de esta son de 800
millones de toneladas y las estimadas o probables de más de 2000 millones de
toneladas.
·
La extracción de
petróleo y gas cubre aproximadamente la mitad de las necesidades nacionales de
este combustible. Diferentes evaluaciones confirman que existe un potencial
petrolero considerable en tierra, en aguas someras y fundamentalmente en aguas
profundas, lo cual se reafirma con cada estudio que se va concluyendo y con los
nuevos yacimientos. Este potencial es muy alto, principalmente en la mitad
norte de la Isla y bajo las aguas profundas de la Zona Económica Exclusiva de
Cuba en el Golfo de México.
·
En la industria sideromecânica
se han realizado importantes inversiones dirigidas principalmente a la
agricultura, la construcción y la producción de equipos y piezas de repuesto
para la industria.
·
Se han desarrollado
importantes capacidades nacionales para la gestión, la evaluación técnica,
económica y ambiental así como el diseño y construcción de nuevas inversiones.
Todo lo expresado anteriormente indica que los esfuerzos realizados dentro del Ministerio de Industrias dirigido por el Comandante Ernesto Che Guevara para iniciar un intenso proceso de industrialización, sirvieron de base para ulteriores avances positivos en esta esfera.
[1]
El central Algodonal, luego Salvador Rosales, en la actual provincia de
Santiago de Cuba. Desactivado en el año 2002
[2]
Minerales ricos en contenido de níquel y cobalto, además de hierro y cromo.
[3] Mineral
constituido principalmente por sulfuro de hierro.
[4]
En aquellos momentos el peso cubano se tasaba a la par con el dólar
estadounidense.
[5]Guevara,
1961.
[6]
Guevara, 1966d, p. 668.
[7] Ver Guevara 1966h, pp. 665-722.
[8] En este caso,
británica.
[9]
El primero radicado en la actual provincia de Las Tunas, actualmente llamado
Antonio Guiteras, siendo uno de los tres mayores y más diversificados del país.
El Preston, sito en la provincia de Holguín, tomó el nombre de Guatemala. Este
último operó hasta el año 2002.
[10] En
realidad, las medidas efectivas del bloqueo ya operaban desde antes de esta
fecha.
[11]
Guevara, 1977, t. 4, p. 124.
[12] Guevara,
1977, t. 4, p. 147.
[13] Guevara, 1977, t. 8, p. 144.
[14]
La planta de Nicaro, “René Ramos Latour”, situada
también en la actual provincia de Holguín, que pertenecía al Gobierno
norteamericano.
[15] Se había castellanizado el nombre que usaba antes de la Revolución:
American Steel Co.
[16] Hoy se le llamaría grupo-tarea o “task force”
[17] Hoy día
Central Azucarero Ecuador, radicado en la provincia de Ciego de Avila
[18]
Este era el nombre con el que se conocía. La palabra remonta fue tomada del
polaco; significa reparación.
[19]
Municipio de la ciudad de La Habana.
[20] En las
décadas del 70 y los 80 se instalaron 9 plantas más de levadura Torula
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