12 mayo 2020
Desafiando la abrumadora oposición popular, el Gobierno de Trump, la mayoría de las autoridades estatales, las empresas multimillonarias y los intereses financieros de Wall Street están impulsando los planes de una pronta reapertura de la economía estadounidense.
La industria automotriz está encabezando la embestida para imponer un regreso prematuro y mortal al trabajo. Se doblegando ante las masivas presiones políticas y económicas, la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer ha sancionado la reanudación de la producción hoy en las proveedoras de autopartes y las ferreterías. Las principales empresas automotriz tienen la intención de reanudar la producción en el estado la próxima semana.
Honda reanudó la producción hoy en todo EE.UU. y Canadá. Esto incluye las plantas en Ohio, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Indiana, Georgia y Alabama.
El gobernador de California, Gavin Newsom, permitió que las empresas manufactureras, los almacenes e instalaciones de logística, reabrieran el viernes pasado.
El Florida, Texas y varios otros estados, los servicios de ventas minoristas y consumo, incluyendo los salones de estética y barberías, han abierto o lo harán en los próximos días. Missouri ha autorizado la apertura de todos los negocios y permitirá conciertos públicos.
Los intentos para contener la pandemia dentro de EE.UU. han prácticamente colapsado. El Gobierno de Trump está implementando una política de facto de “inmunidad de rebaño” que resultará en los próximos meses en decenas de miles —y posiblemente cientos de miles— de muertes que se pudieron prevenir por medio de las medidas apropiadas para contener la propagación de la pandemia.
Pero el Gobierno de Trump, tras haber retirado todo el apoyo estadounidense a las operaciones de la Organización Mundial de la Salud, está saboteando activamente los esfuerzos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, sigla en inglés) para limitar, si bien moderadamente, el regreso al trabajo inmediato que exigen las empresas.
La reapertura de las fábricas y otros centros de trabajo se produce mientras la pandemia sigue saliéndose de control. Durante el fin de semana, las muertes por COVID-19 en EE.UU. superaron las 80.000. Durante los primeros 10 días de mayo, la cifra de muertes aumentó más de 15.000. Más allá, mientras el virus se extiende en la población, la enfermedad está manifestando nuevos síntomas y ampliando la afectación a distintas capas de víctimas.
Los doctores, que tuvieron dificultades en marzo y abril para contrarrestar el ataque del COVID-19 al sistema respiratorio, han descubierto en semanas recientes que el virus también ataca los riñones, el cerebro, el sistema circulatorio y los músculos.
El acontecimiento más escalofriante ha sido la aparición de una enfermedad mortal en niños pequeños, cuyos síntomas se parecen a la enfermedad Kawasaki y que ha sido vinculada en definitiva con el COVID-19. Los epidemiólogos reportan que el periodo de incubación en los niños parece ser de dos a cuatro semanas. Esto significa que los niños infectados en abril se enfermarán seriamente en las semanas siguientes.
Los padres, a quienes les habían asegurado que los niños no estaban bajo amenaza por la pandemia, se mostrarán sumamente preocupados por este nuevo peligro. Los trabajadores siendo obligados a regresar a sus trabajos ahora tienen que enfrentar la muy real probabilidad de que, si se infectan en el trabajo, podrían transmitirles la enfermedad a sus hijos, con consecuencias horribles.
El grado de imprudencia e indiferencia criminal del Gobierno de Trump hacia la población se pone de relieve por el hecho de que el virus está arrasando el ala occidental de la Casa Blanca.
Un valet personal de Trump salió positivo. Katie Miller, la secretaria de prensa del vicepresidente Mike Pence y esposa de uno de los principales asesores de Trump, el fascista Stephen Miller, también salió positivo. Los tres oficiales de mayor rango en la mesa de trabajo sobre el coronavirus de la Casa Blanca —el Dr. Anthony Fauci, el Dr. Robert R. Redfield y el Dr. Stephen Hahn— están en una autocuarentena tras estar expuestos a individuos infectados.
Se ha reportado que Trump hizo un berrinche cuando le informaron que pudo haber estado expuesto al virus. Según el Washington Post, Trump “se molestó cuando descubrió que la Sra. Miller había salido positivo y se ha irritado cada vez más cuando las personas se acercan demasiado a él…”.
El Post añade, “El descubrimiento de dos empleados infectados ha instado a la Casa Blanca a intensificar los procedimientos para combatir el virus, solicitándoles a más miembros del personal que trabajen desde la casa, aumentando el uso de mascarillas y vetando más rigurosamente a las personas que ingresan en el complejo”.
La situación en la Casa Blanca expone la hipocresía y el engaño arraigados en intereses y privilegios de clase que caracterizan todos los aspectos de la respuesta del Gobierno de Trump a la pandemia. Mientras se ve incapaz de prevenir la propagación del virus en la Casa Blanca, el edificio con las protecciones más severas del mundo, el Gobierno exige que los trabajadores ordinarios estadounidenses regresen a sus trabajos donde los procedimientos son mínimos o inefectivos en cuanto a prevenir transmisiones. Aquellos que trabajan en la cercanía del presidente tienen órdenes de trabajar desde casa —un privilegio no disponible para millones de trabajadores—.
Las declaraciones y acciones de Trump son propias de una personalidad sociópata. Pero sus políticas están siendo impulsadas por los intereses de la élite corporativo-financiera. La demanda de “reabrir la economía”, una frase utilizada para legitimar una política criminal, no significa más que reanudar la explotación irrestricta de la clase obrera, sin importar el costo en vidas humanas.
El Washington Post, propiedad del dueño de Amazon, Jeff Bezos, reconoce descaradamente que el Gobierno de Trump les está “solicitando a los estadounidenses que acepten una propuesta devastadora: que una acumulación gradual y diaria de muertes aisladas es el costo sombrío de reabrir la nación”.
De hecho, no les está solicitando, sino les está ordenando que regresen a trabajar en condiciones que resultarán en pérdidas masivas de vidas. En la última encuesta Pew, publicada a fines de la semana pasada, dos terceras partes de los encuestados declaró oponerse a una reapertura prematura de la economía.
En una declaración editorial típicamente cínica, bajo el título “La catástrofe del cierre económico”, el Wall Street Journal pregunta, “Bueno, después del horrendo reporte sobre empleo del viernes, ¿cuánto te gusta el cierre ahora?”. La premisa detrás de esta pregunta cargada es que decenas de millones de estadounidenses se verán sumidos en la pobreza y sufrirán hambre a menos que regresen a trabajar. No existe otra opción.
En respuesta al Wall Street Journal, el Partido Socialista por la Igualdad plantea otra interrogante: a la luz de la pérdida catastrófica de vidas y la devastación social que afectan a millones, ¿cuánto te gusta el rescate corporativo ahora?
Desde las primeras etapas de la pandemia, la respuesta del Gobierno de Trump ha estado definida por los intereses de la oligarquía corporativo-financiera. La prioridad del Gobierno ha sido salvar las inversiones de Wall Street y la riqueza capitalista, no las vidas humanas. De hecho, estos dos objetivos —proteger a los rentistas y especuladores de Wall Street o combatir la pandemia y proteger al pueblo trabajador— son totalmente incompatibles.
Esta fundamental contradicción socioeconómica, el conflicto irreconciliable entre la clase capitalista y la clase obrera, se refleja más obscenamente en la correlación entre el número de muertos, desempleados y empobrecidos, en una columna del balance, y el explosivo aumento en los precios de las acciones en Wall Street, en la otra columna.
Desde la aprobación del rescate multibillonario a fines de marzo, el índice Dow Jones Industrial Average ha aumentado aproximadamente 35 por ciento. El índice Nasdaq alcanzó su máximo en el 2020. Durante los primeros diez días de mayo, mientras la cifra de muertes aumentó en 15.000, el Dow ganó 600 puntos.
Cuánto más terribles los reportes de muertes y sufrimiento humano, más positiva la respuesta en los mercados capitalistas. El contraste entre “Wall Street” y “Main Street” es tan extremo que la prensa financiera lo comenta ampliamente.
La razón del aumento explosivo en los precios bursátiles es bien conocida. El Gobierno de Trump, con el apoyo unánime de los legisladores republicanos y demócratas, incluso el senador Bernie Sanders, asignó varios billones de dólares para salvar Wall Street.
Explicando la euforia en Wall Street, el medio de autoridad Economist escribe en su más reciente número:
En gran medida, el humor mejorado se debe a la Fed [Reserva Federal de EE.UU.], la cual ha actuado más dramáticamente que cualquier otro banco central, comprando activos a una escala nunca imaginada. Se comprometió a comprar aún más deuda corporativa, incluyendo bonos “basura” con alto rendimiento. El mercado de nuevas emisiones de bonos corporativos, que se congeló en febrero, ha reabierto con un estilo espectacular. Las empresas han emitido 560 mil millones de dólares en bonos durante las últimas seis semanas, duplicando el nivel normal. Incluso las quebradas empresas de cruceros han podido acumular efectivo, si bien a un precio más alto. Se previno una cascada de bancarrotas de grandes firmas. El banco central ha efectivamente puesto un soporte para el flujo de cajas de las EE.UU. Inc. El mercado bursátil ha entendido la señal y subido.
Tras derrochar y seguir derrochando sumas ilimitadas de dinero para salvar a la élite gobernante —y así aumentando masivamente la deuda nacional— el Gobierno de Trump, la élite política y la prensa capitalista exigen que las masas obreras vuelvan al trabajo. No hay dinero para combatir la pandemia y apoyar a los desempleados. El Wall Street Journal cita con aprobación las palabras del gobernador demócrata de Nueva York, Andrew Cuomo: “El Gobierno ha hecho todo lo que pudo”.
De hecho, no ha hecho nada. La exigencia del Gobierno de Trump de un regreso al trabajo deja en claro que el combate contra la pandemia no solo debe ser librado en el frente médico. La clase obrera se enfrenta, ante todo, a una lucha política y social contra el capitalismo.
Combatir la pandemia exige avanzar un programa socialista irreconciliablemente opuesto a los intereses económicos de la clase capitalista y el sistema capitalista en su conjunto.
Ante una crisis nacional y global sin precedentes, e incontables millones de vidas en juego, los intereses de la clase obrera —la gran mayoría de la población— solo pueden ser avanzados poniendo fin a la dictadura financiera sobre las políticas sociales y la reasignación de los recursos económicos sobre la base de una reorganización socialista de la vida económica.
En esta situación crítica, el Partido Socialista por la Igualdad presenta las siguientes demandas:
El rechazo de todas las demandas por un regreso al trabajo hasta que la propagación de la pandemia se detenga y que se implementen condiciones seguras y salubres en los centros laborales.
La provisión de un ingreso mensual para todas las familias, en una cantidad suficiente para garantizar un nivel de vida decente hasta que sea posible regresar a trabajar. Este ingreso debe ir complementado por la suspensión de todos los pagos de hipotecas, rentas, intereses, servicios públicos y la cancelación de toda la deuda estudiantil.
La entrega de suficiente ayuda a las empresas pequeñas para mantener su viabilidad económica y los salarios y prestaciones de sus empleados hasta que se reanuden las operaciones.
La abrogación de la Ley CARES y el regreso de todos los fondos entregados a las instituciones financieras y empresariales privadas.
La expropiación de todas las instituciones financieras y empresariales grandes y su transformación en servicios públicos controlados democráticamente.
Un aumento masivo de la tasa impositiva a al menos 90 por ciento sobre los salarios y todo el ingreso derivado de inversiones especulativas que coloquen a los individuos en el cinco por ciento de salarios más altos.
El desmantelamiento del socialmente destructivo complejo militar-empresarial y la desviación de su masivo presupuesto a propósitos socialmente progresistas.
Este programa no puede realizarse por medio de los partidos políticos y las estructuras institucionales existentes de la clase capitalista. Se necesita luchar por él a través de la movilización política independiente de la clase obrera. El propósito de este programa no es reformar el sistema capitalista, sino reemplazarlo con un sistema económico socialista basado en las formas democráticas de gobierno creadas por la clase capitalista en el curso de la lucha.
Ante todo, en la lucha por este programa, la clase obrera estadounidense necesita pedir activamente el apoyo de los trabajadores de todo el mundo, quienes son sus aliados naturales en la batalla contra el capitalismo global. La pandemia, que afecta a los trabajadores de todos los países, demuestra la necesidad de la unificación de la clase obrera internacional en la lucha global por el socialismo.
El Partido Socialista por la Igualdad está participando en las elecciones nacionales de 2020. Sus candidatos a presidente y vicepresidenta —Joseph Kishore y Norissa Santa Cruz— utilizarán la oportunidad ofrecida por esta campaña para luchar por este programa revolucionario socialista.
Llamamos a todos los trabajadores, jóvenes, lectores del World Socialist Web Site y simpatizantes del Partido Socialista por la Igualdad a involucrarse activamente en esta crucial lucha, sobre la cual depende el futuro de la humanidad.
(Publicado originalmente en inglés el 11 de mayo de 2020)
David North
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