Luces y sombras del modelo extensivo para la industria del ocio liderado por el Estado. Perspectivas de su relación con emprendimientos autónomos de Cuba.
La expansión del turismo en Cuba como industria puntera en la generación de ingresos y encadenamientos económicos, incluídos los del sector privado, se produjo como resultado de un proceso de “selección de ganadores” a inicios de los 90’s. Los resultados justificaron y respaldaron su crecimiento en los años siguientes.
El acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, revelado al público el 17 de diciembre de 2014 y profundizado durante los años de la administración de Barack Obama (2009-2017), supuso un impulso adicional para el turismo. El sector experimentó un aumento en los flujos de visitantes producto de la autorización de licencias para viajes legales a la isla de ciudadanos norteamericanos, nuevas modalidades de arribo, incrementos de las visitas de miembros de la comunidad cubana en el exterior, y de la contribución (variable) de otros mercados.
Las carteras de oportunidades para promover la IED (inversión extranjera directa) publicadas por el Ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera desde 2014, incluyeron de manera creciente proyectos asociados al turismo, concentrando este el mayor número de propuestas. Crecieron efectivamente las capacidades en el sector de alojamientos estatal, mixto y de participación de empresas extranjeras mediante contratos de administración, contándose 84 218 habitaciones en 2018, un total de 18 272 más que en 2010.
Se expandió notablemente el crucerismo y los vuelos comerciales regulares procedentes de Estado Unidos se hicieron realidad. Ya desde el 2008, con justicia y pragmatismo, el gobierno cubano restituyó a los cubanos y cubanas el derecho a hospedarse en hoteles, y los efectos combinados del incremento de ingresos para determinadas capas sociales tras 2010, junto a la demanda de la comunidad cubana en el exterior, impulsaron también este mercado.
En el año 2010, signado por notables reformas económicas a lo interno, Cuba recibió 2 531 745 visitantes internacionales. En 2014 la cifra superó por primera vez los 3 millones, en 2018 se alcanzaron 4 711 910 (máximo histórico), y 2019 cerró con 4 275 558, mostrando el primer decrecimiento de la demanda turística en 12 años.
Los visitantes provenientes de Estados Unidos, poco más de 90 000 en 2014, comenzaron a incrementarse vertiginosamente hasta un máximo de 637 907 en 2018 y contabilizaron 498 067 en 2019 (eso sí, en un contexto de acumulación de restricciones promulgadas por la administración de Donald Trump, contándose ese año la prohibición de los viajes en crucero como uno de los colofones).
Los viajes de la comunidad cubana en el exterior a la isla superaron en 2016 los 400.000 y en 2019 acumularon 623 972. Canadá se ha mantenido como el principal emisor hacia Cuba, superando los 1 119 000 visitantes en 2019… más nótese que la suma de viajeros estadounidenses y de la comunidad cubana en el exterior le sigue de cerca con 1 050 962.
Los ingresos derivados del turismo durante años constituyeron la primera fuente de ingresos por exportaciones de Cuba, y pasaron al segundo lugar a partir de 2005 cuando los servicios médicos ocuparon la posición cimera. Para 2018, la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) reportó ingresos asociados al turismo internacional por 2 968.800 millones de pesos convertibles (1 CUC = 1 USD en el sector empresarial estatal), pero en 2016 y 2017 se superó el umbral de los 3 mil millones. En 2018, el aporte del turismo representó el 10 por ciento del PIB, y el 20 por ciento de las exportaciones totales.
A pesar de su indiscutible importancia sostenida en el tiempo, el sector turístico cubano no ha estado exento de cuestionamientos, tales como el énfasis en el producto de sol y playa y su extensión a través de resorts en variante todo incluido, limitada oferta extra hotelera, capacidad de generación de encadenamientos (que conoció mejores momentos hace algo más de una década) restringida por marco regulatorio e incentivos espurios como los derivados de las distorsiones cambiarias, y subutilización de alianzas con el sector privado.
Considerando agregados de interés, salta la alarma al observarse que en 2018 los ingresos promedio dejados por cada visitante ascendieron unos 630 CUC, un 30 por ciento menos que los 921.50 CUC alcanzados en 2011, año desde el que comenzaron a menguar inexorablemente.
A lo anterior, más recientemente se sumaron voces señalando la presencia de un excesivo esfuerzo inversionista hacia el sector[1]. Los argumentos giran en torno a la creación de nuevas capacidades hoteleras a la par que se deterioran las existentes en explotación por insuficiente mantenimiento, mientras la tasa de ocupación media anual se mantiene en la última década generalmente por debajo del 60 por ciento, exhibiendo en 2018 una caída al 49.5 por ciento. Todo ello, contrastando con acuciantes demandas de canalizar inversiones hacia la agricultura e industria, de un país que importa anualmente casi 2000 millones de dólares anuales en alimentos, mientras que aproximadamente el 75 por ciento de su PIB y el 78 por ciento de sus exportaciones corresponden a los servicios.
Todo ello, en un contexto en que decrecen los principales mercados europeos y aumenta la incertidumbre relativa al mercado norteamericano, uno de los determinantes de las más agresivas apuestas por el sector. A inicios de 2020, era ya notable la acumulación de medidas negativas impulsadas por el actual gobierno de Estados Unidos, como eliminación de los cruceros, supresión de categorías de viaje, limitación de destinos para los vuelos regulares, retirada de parte del personal de la embajada en La Habana, manejo malintencionado de expectativas asociadas al riesgo de viajar a Cuba, entre otras.
La covid-19 y su efecto disruptivo
El debate respecto al crecimiento extensivo del turismo en Cuba, debería quedar zanjado por la cruda realidad. La covid-19 ha cobrado su precio en vidas y se mantiene en expansión, generando a la par un desastre económico de vastas proporciones, que el FMI sitúa ya en el orden de un decrecimiento de un 3 por ciento del producto global. La industria del ocio queda irremediablemente golpeada, producto de las restricciones autoimpuestas por el temor a viajar, y por las medidas de aislamiento forzoso y cierre de fronteras que imponen los gobiernos en aras de contener los niveles de contagio.
La CEPAL indica que de mantenerse estos efectos en el segundo trimestre de 2020, la región latinoamericana y caribeña sufrirá una contracción del 25 por ciento en la actividad turística. Para Cuba, donde ya se preveía para el primer semestre de 2020 una contracción de un 12 por ciento a 18 por ciento en los flujos de viajeros en cada mes con respecto a los de 2019[2], el cierre de fronteras de marzo terminará desplomando los números.
No obstante, el mensaje de las autoridades con respecto a las inversiones en el ámbito del turismo, ha sido un tanto ambiguo. En diversas comparecencias ante los medios se ha reconocido la urgencia de garantizar la alimentación del pueblo cubano, así como un conjunto de productos básicos de aseo e higiene y servicios públicos elementales.
El ministro de economía y planificación, Alejandro Gil, ha indicado un ajuste en el plan de inversiones del país, anunciando la ralentización o paralización de aquellas no comenzadas o en fase inicial, énfasis en las que pueden terminarse en este año o el próximo, y señalando como prioridades la continuidad del esfuerzo inversionista en el sector hidráulico así como la culminación de “algunas inversiones estratégicas en ejecución” en las áreas de energías renovables, la alimentación, y producción de cemento, y el desarrollo del turismo.
La inclusión de la industria del ocio entre las prioridades puede deberse a lo avanzado de determinadas inversiones, más las circunstancias ameritarían una reflexión pública más extensa de las autoridades en torno a un replanteo estratégico del modelo de crecimiento de este sector en Cuba.
La sensatez indica que la discontinuidad de la expansión hotelera debe convertirse en una firme decisión, y los esfuerzos deberían orientarse a negociar la reorientación de los limitados flujos de capitales locales y foráneos hacia otros sectores que permitan no solo sobrevivir en lo inmediato, sino modificar en la perspectiva estratégica las facturas de importación y la estructura productiva.
Ahora bien, lo anterior no significa desdeñar el aporte que el sector estará en capacidad de ofrecer una vez que pueda reactivar sus operaciones, sino utilizar activos y capitales con la sensatez que la realidad demanda.
Es difícil de pronosticar con seguridad cuando ocurrirá un repunte turístico. Un difundido reporte de la consultora internacional Deloitte augura la reanudación de viajes de primera necesidad en junio de este año, posteriormente viajes nacionales, luego corporativos y hacia diciembre y poco a poco el turismo internacional, lográndose una determinada recuperación ya avanzado 2021.
Estos plazos se ralentizarán o acelerarán en función de la aparición de tratamientos certeros contra la covid-19, o la ansiada vacuna que garantice inmunización.
También, serán modulados por la eficacia de las medidas de contención en países emisores, lo cual permitirá posteriormente una gradual eliminación de restricciones al movimiento, apertura de fronteras, reactivación de la actividad económica y por ende fuentes de ingreso, y paulatino retorno de la voluntad de viajar.
En medio de la crisis de salud y económica en la que estamos inmersos, pensar en el retorno masivo de viajeros a Cuba puede parecer demasiado optimista. Pero va a suceder y es mejor que estemos preparados para atraer a los primeros flujos de viajeros que decidan hacer turismo más allá de sus fronteras nacionales.
Probablemente, los primeros que recibiremos serán del hemisferio occidental, con Canadá, Estados Unidos y México a ser tomados muy en cuenta.
En Cuba, un control efectivo de la covid-19 y estadísticas de contagio y mortalidad por debajo de la media global pudieran contribuir a la percepción de destino seguro y atraer a los primeros viajeros. Se encuentran alineados el objetivo supremo de preservar vidas, con el de garantizar un ambiente propicio para que el turismo vuelva a florecer.
Considerando el panorama interno y externo, será necesario además valorar una apertura de fronteras inteligente y selectiva, la activación de productos de “escapismo” que permitan atractivas “cuarentenas turísticas”, vinculación con la provisión de servicios médicos de ser necesario (tema particular, que merece un texto aparte), y el desarrollo de políticas que garanticen la utilización eficiente del capital físico y humano del que dispone el país.
Condiciones post covid-19 para el sector privado
Para el contexto que se avecina, las autoridades deberán evaluar en toda su complejidad y magnitud el potencial del sector privado doméstico involucrado en el turismo, y contribuir a reforzar su rol y creciente integración con el ámbito estatal y el resto de la economía en general. Desde los años 90’s, los privados aprovecharon los estrechos espacios para proveer servicios fundamentalmente en términos de alojamiento, gastronomía y transporte.
Las reformas de 2010, con la expansión (aunque tímida) de las actividades autorizadas a ejercer, la posibilidad de contratar fuerza de trabajo, y la posterior evolución de la demanda turística, fomentaron una oleada de participantes e inversiones, algunas de ellas procedentes desde el exterior, posibilitaron el despliegue de dinámicas de competencia, y consolidaron a un muy heterogéneo conjunto de actores.
De acuerdo con la ONEI, el sector privado obtuvo ingresos derivados del turismo internacional, ascendentes a 473.9 millones de pesos convertibles, casi el 16 por ciento del total. Probablemente, la cifra contenga un notable sesgo a la baja, debido a las carencias en las fuentes de información. En primer lugar, por las estrecheces de la lista de actividades autorizadas a ejercer, que por omisión informaliza/ilegaliza e invisibiliza en las estadísticas un conjunto de labores que en la práctica se ejecutan, y que fuerza la utilización de licencias fachada para ejercer (ha sido el caso de las de fotógrafo, profesor de idiomas, u organizador de servicios integrales para fiestas, por solo mencionar algunas obvias) para aquellos que han luchado por mantenerse dentro de los márgenes de la legalidad.
En segundo lugar, la inexistencia de personalidad jurídica y un marco regulatorio que desconoce la heterogenidad y complejidades al interior de determinadas actividades, lanza hacia el régimen simplificado arbitrariamente a un conjunto de ellas (eliminando la necesidad de declaración jurada y por tanto perdiendo de vista ingresos generados) e impone a otras cargas leoninas que inducen comportamientos sub-declarantes.
¿Quiénes son los privados orientados a satisfacer la demanda del turismo?
Es difícil ofrecer una respuesta completa en términos cuantitativos y cualitativos. Quizás los más fáciles de identificar sean los arrendadores a extranjeros, quienes en la segunda mitad de 2019 eran algo más de 17 800 y controlaban 26 224 habitaciones (casi un 24 por ciento del total!), unas 12 200 más que las presentes en 2016.
A ellos pueden sumarse un número determinado de transportistas (a tiempo completo o parcial), de cafeterías, restaurantes y otros elaboradores de alimentos, gestores de transporte y de alojamientos, artistas, propietarios de fincas y talleres que han creado condiciones para recibir huéspedes en sus instalaciones, y guías.
Estos últimos, incluyen servicios estandarizados para facilitar la estancia y un mínimo de comprensión del contexto local durante las visitas, más también han involucrado a un creciente número de profesionales de las más diversas áreas que han abierto a los visitantes todo un universo de actividades únicas en las cuales participar y obtener una rica perspectiva de la sociedad cubana actual. Si bien rebasa esos marcos, la pujante oferta de Experiencias[3] en Airbnb es una muestra de ello y de la contribución a la ansiada diversificación del esquema de sol y playa.
Tan complejo grupo, es además engrosado por un importante número de trabajadores a los cuales brinda empleo, formal e informalmente. A su vez, propicia constantes encadenamientos con otras actividades (construcción, servicios varios de mantenimiento, gestión de compraventa de inmuebles y medios de transporte, provisión de insumos del más variado tipo), generando efectos multiplicadores hacia el propio sector privado y al estatal (desafortunadamente, limitados en este último por la segmentación que impone el marco regulatorio vigente).
El crecimiento cuantitativo y cualitativo experimentado por el sector privado doméstico en el ámbito del turismo es sumamente notable, considerando que la ayuda más importante recibida por parte de las autoridades desde 2010, ha sido la autorización a desempeñarse y contratar fuerza de trabajo.
Inmersos en un contexto sumamente restrictivo e incierto, pero animados por la posibilidad de desarrollar proyectos personales y la generación de ganancias, los emprendedores han utilizado de manera innovadora los estrechos espacios disponibles en la lista de actividades autorizadas, desarrollando proyectos, integrándose en complejas estructuras de corte empresarial, participando en cadenas de valor que trascienden las fronteras nacionales, y atrayendo capital extranjero mediante la confianza como principal garante de los derechos de propiedad.
El florecimiento de estas iniciativas ha permitido la canalización de recursos endógenos, y capitales foráneos cuyos montos e intereses han permanecido fuera del espectro de interés oficial de las autoridades, hacia el rescate de estructuras habitacionales y activos, dinámicas de generación de empleo, y el desarrollo de una oferta turística de creciente diversificación.
Ha posibilitado también una comunidad de intereses entre cubanos que viven en Cuba, y sus amigos y familiares en el extranjero, motivando a todos con proyectos que aportan al crecimiento personal, y también desarrollo de sus entornos locales y del país. Para muchos ciudadanos, esta ha sido una vía que les ha permitido permanecer en la isla, muchas veces manteniendo un empleo en el sector estatal y realizando su contribución al fisco.
Lamentablemente, los emprendedores de Cuba han tenido que bregar con multiplicidad de obstáculos, algunos deformaciones que acompañaron el positivo paquete de reformas de 2010, y otros surgidos por vaivenes aparentemente ideológicos que pausaron el ritmo de la apertura, y de hecho la han hecho retroceder en variados aspectos.
Un notable golpe lo constituyó la resolución que en agosto de 2017 pausó por un tiempo la entrega de 27 licencias, incluyendo algunas directa o potencialmente vinculadas al turismo como el arrendamiento de habitaciones y viviendas, gestión de alojamientos, servicios gastronómicos en formato variado, y otras utilizadas de manera innovadora para poder ofrecer determinados servicios, como las de profesor de idiomas o la de organizador de servicios integrales para fiestas.
El impass destrozó muchos proyectos y extendió los períodos de recuperación de muchas inversiones en curso. La vuelta de algunas licencias en diciembre de 2018, vino acompañada de nuevas restricciones, procedimientos burocráticos, e interpretaciones sesgadas.
Algunas sugerencias que facilitarían el camino
A continuación, se sugieren algunos temas esenciales/acciones que demandan ser evaluados e implementados por las autoridades en aras de facilitar desempeño de los privados y su articulación con el sector estatal turístico y otras esferas de la economía. Varios de los puntos a considerar, son por supuesto comunes al sector privado cubano en general, más adquieren su relevancia específica en el ámbito del turismo:
- Revisión de la lista de actividades aprobadas, que tiende a minimizar el espacio formal de aporte para emprendedores en el área del turismo. Si bien el caso ideal implicaría transitar hacia una lista “negativa” que facilite una solución legal inmediata a la multiplicidad de proyectos que pueden concebirse, al menos en el cortísimo plazo sería necesario evaluar la incorporación a la lista actual, actividades que de facto se realizan y utilizan licencias de “cobertura” o que ni siquiera logran formalizarse. A su vez, será necesario revisar el alcance descrito para cada actividad, y trasmitir a las autoridades regulatorias y fiscalizadoras de diferentes niveles (Direcciones de Trabajo, ONAT, inspectores, policía, etc.) una interpretación de los contenidos tendientes a la flexibilidad y no hacia la restricción. Ello permitiría la creciente generación de innovaciones, que de ser necesario podrán ser posteriormente incorporadas como nuevas actividades, precisando alcance y régimen impositivo.
- Necesidad de disminuir los tiempos de entrega de licencias y disminuir la burocracia asociada. Para el caso de los arrendadores de vivienda y habitaciones, la sobrecarga de trabajo de las entidades a cargo de las visitas de inspección y aprobación de las solicitudes dilata innecesariamente su obtención y genera incentivos a la corrupción. Este pudiera constituir un caso ideal para instaurar entregas de autorizaciones inmediatas, e inspecciones posteriores. Otro ejemplo de trámites burocráticos desconectados de la realidad, y que deberían desaparecer, es el requisito para obtener la licencia de Gestor de Alojamientos: requiere la presencia del arrendador o arrendadores con los que este ejercerá la actividad. Este es un requisito excluyente, considerando la extensión de las redes, su dislocación geográfica, y los muy variables niveles de interrelación que pueden existir entre los gestores y arrendadores.
- Permitir la capacidad de asociación en términos de cooperativas. Ello garantizaría la personalidad jurídica y sus ventajas, además de propiciar dinámicas de colaboración en ambientes cooperativos nacidas de la espontaneidad y no impuestas como resultado del desprendimiento de antiguas e ineficientes estructuras estatales. La formalización de estructuras empresariales, mediante cooperativas o a partir del ensanchamiento del marco regulatorio que hoy restringe a “cuentapropismo” el accionar de los privados, pudiera conllevar al desarrollo de dinámicas de productividad incrementada en el sector.
- Garantizar al sector privado doméstico un acceso confiable y en igualdad de condiciones a los mecanismos formales de comercio exterior, insumos a precios mayoristas, y a créditos en términos de creciente inclusión.
- Desarrollar mecanismos de pago flexibles, que permitan la recepción de transferencias en divisa procedentes del exterior, respetando plazos temporales establecidos para el acceso a los fondos, y permitiendo su utilización flexible como medio de pago en tiendas en divisa y otras del sistema de comercio, así como para extracción en cajeros y en bancos (en la divisa originalmente recibida o en moneda doméstica, a preferencia del cliente). Un mecanismo efectivo y confiable de este corte, atraerá de manera creciente nuevos usuarios que abandonarán mecanismos de cash o de cierta informalidad, lo cual contribuirá a transparentar sus ingresos y a la demandada disponibilidad de divisas por parte del Estado.
- Formalizar mecanismos que permitan la asociación del sector privado doméstico con el capital foráneo, y garanticen los derechos de propiedad. El reconocimiento de este tipos de inversiones ofrecerá mayor confianza a los inversionistas, permitirá canalizar capitales por canales formales en lugar del frecuente y riesgoso “efectivo en bolsillo”, puede abrir puertas a la participación del sector estatal en estas joint ventures (de interesarle), y contribuirá a su vez una estimación más certera de la recaudación fiscal en función de los flujos de caja necesarios para hacer rentables los montos de inversión inicial. Por otra parte, abrir legalmente la posibilidad de que los cubanos puedan convertirse en propietarios “iguales” a sus contrapartes extranjeras, sería un hecho trascendental que superaría las regulaciones actuales de la IED donde el cubano es a priori condenado a ejercer siempre el rol subordinado de empleado en las empresas que involucran capital extranjero.
Comentarios finales
Los emprendedores cubanos en el sector turístico, ante la ausencia de apoyos más allá de las exiguas autorizaciones a ejercer, y de las restricciones llegadas con el tiempo, han demostrado ser resilientes, innovadores y competitivos. Han sido capaces de crecer no solamente en número, sino en una oferta diversificada y de calidad.
Un simple vistazo a los contenidos de TripAdvisor y Airbnb, revela la existencia de complejas redes de administración de alojamientos y de organización de paquetes turísticos, gestionadas por profesionales, y variadas en términos de tamaño y especialización. Las evaluaciones dejadas por los huéspedes, constituyen un honesto testimonio del valor generado por el sector privado doméstico.
La generación de condiciones más propicias para potenciar la contribución del sector privado en el sector turístico, dependerá de un cambio de concepción por parte de las autoridades hacia el sector privado en general, y hacia los implicados en la industria del ocio en particular.
Deben dejar de ser considerados como competidores, y comprendidos como aliados. Son efectivamente competidores, en ocasiones para las administraciones de hoteles y agencias de viajes que gestionan alojamiento, transporte y paquetes de entretenimiento. Pero dicha competencia puede generar dinámicas beneficiosas en términos de precio, calidad y diversificación de la oferta, más allá de los obvios ingresos fiscales.
Está en manos de las autoridades desarrollar un ambiente de cooperación donde todas las partes (privados, estado, compañías estatales y actores foráneos) puedan obtener beneficios y hacer una contribución al sector turístico, al crecimiento y desarrollo del país en general.
Vea también Apuestas en 2020 para la economía cubana.
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Mirando el presente de manera optimista, el tratamiento dado al sector privado por las autoridades ante la llegada de la covid-19 y la toma de complejas medidas iniciales como el cierre de fronteras, reveló un tratamiento “parejo” ante el establecimiento de restricciones en diversas actividades con exponentes en el sector privado y estatal.
En comparecencias públicas, el primer ministro Manuel Marrero (antiguo ministro de turismo, se expresó en términos inclusivos, resaltando la contribución de privados en ámbitos como la elaboración de alimentos y el transporte. Fue además notable, su reconocimiento a la existencia de facto de servicios ofrecidos por privados al turismo y que no se encuentran contemplados en la legislación vigente. En los días y semanas posteriores, se ha respetado la estancia en alojamientos privados de extranjeros que han permanecido en el país, y se han ofrecido a los privados determinadas facilidades para posponer el pago de sus impuestos o solicitar por vía electrónica el cese temporal de su actividad.
Cuando comiencen a restablecerse los flujos de turismo, el sector privado tendrá listos sus activos físicos, conocimientos y recursos humanos para dar la bienvenida a los visitantes. Está en manos de las autoridades, hacer que su desempeño no sea una incierta carrera de obstáculos, sino que transcurra en un ambiente de cooperación donde todas las partes (privados, estado, compañías estatales y actores foráneos) puedan obtener beneficios y hacer una contribución al sector turístico, al crecimiento y desarrollo del país en general. (2020).
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BIBLIOGRAFÍA
- CEPAL. (2020). Dimensionar los efectos del COVID-19 para pensar en la reactivación. Informe Especial COVID-19 No.2.
- Cubastandard. (2020). Economic trend report. Forth quarter 2019.
- Monreal, P. (30 de abril de 2019). Gestión macroeconómica anti- crisis en Cuba: dos elefantes en la habitación. El Estado como tal.
- ONEI. (2019). Anuario Estadístico de Cuba 2018.
- ONEI. (2020). Series estadísticas turismo 1985-2018.
- ONEI. (2020). Turismo internacional. Indicadores seleccionados. Enero-Diciembre 2019.
- Triana, J. (26 de agosto de 2019). Menos turistas vs más ingresos por turista. OnCuba.
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Notas:
[1] Véase (Monreal, 2019) y (Triana, 2019).
[2] Véase (Cubastandard, 2020).
[3] Las Experiencias son un producto relativamente nuevo, que propicia el encuentro de los viajeros con personas del país que visitan, para participar en actividades u ofrecer perspectivas únicas. De forma general, transcurren fuera de los canales estandarizados para el turismo de grandes grupos.
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