6 julio 2020
Llegó el coronavirus y se esfumó la carne de cerdo, insistieron usuarios en Cubadebate sin saber los porqués de la “ausencia misteriosa”; mientras otros cuestionaron la escasez, pues “hasta ahora no se ha dicho de ninguna enfermedad que haya afectado la producción”. Y hubo hasta espacio para el humor, porque “ni invocando al genio de la lámpara mágica” aparece el demandado alimento. ¿Qué pasa con la carne porcina?
El pasado 23 de junio el ministro de la Agricultura, Gustavo Rodríguez Rollero, revelaría en la Mesa Redonda cifras que confirmaban las visibles carencias en las tarimas. Solo unas 6 000 toneladas se producen cada mes en este 2020, un tercio de lo que se necesita para asegurar una presencia estable de este surtido: 17 000 toneladas.
Y los pronósticos para los próximos meses es mantener esas limitadas entregas, según dijo el titular del sector; porque otra vez hay deuda estatal de alimento a los productores: “Les debemos casi 90 000 toneladas”. Números que corresponden a este año, pero que ponen el dedo en la llaga, ante deudas vencidas, acumuladas. Aquellas lluvias trajeron estos lodos, comentaría un lector en Cubadebate.
“A partir de la situación económica mundial, de la falta de los ingresos provenientes del turismo y otras exportaciones —que desde el segundo semestre del 2019 comenzaron a verse afectados por el recrudecimiento del bloqueo—, se han recortado en más de un 50% los suministros de materias primas importadas para los piensos”, explica Norberto Espinosa Carro, presidente del Grupo Empresarial Ganadero (GEGAN).
De acuerdo con el directivo, se ha priorizado la alimentación de las gallinas para la producción de huevos, “pero no ha alcanzado para la ceba de los cerdos, las reproductoras, ni para los recién nacidos”. Los animales destinados a la reproducción en las 140 granjas estatales han estado consumiendo dietas muy por debajo de sus necesidades.
Sin embargo, ya se había dicho que los últimos cuatro meses de 2018 fueron muy tensos en cuanto a la disponibilidad de alimento para los animales, y que tampoco el año pasado arrancó con buen pie. En 2019, por ejemplo, se aspiraba a llegar a las 205 000 toneladas de carne, y el plan real quedó en 180 000 toneladas.
En este período de extinción de la carne de cerdo los precios, como era de esperar, aumentaron. Cifras exorbitantes continúan siendo resultado de una demanda que supera la oferta, más cuando otros alimentos también se muestran intermitentes.
El efecto dominó o reacción en cadena
Saquemos cuentas. El programa porcino que implementa Cuba se basa en una cría intensiva en la que un cerdo requiere comer, para su crianza y engorde, cereales, proteínas como la soya, y aminoácidos que conforman un pienso, para en seis meses pesar 90 Kg. Si este alimento se retrasa o nunca llega, teniendo en cuenta que una buena parte de esa materia prima se traslada en barco hasta la Isla, los rendimientos por supuesto que apuntan a la baja, y la recuperación no sucede de un día para otro.
Este año, especifica Regla María Ferrer Domínguez, jefa de la División Tecnológica Porcina del GEGAN, comenzó con un déficit del 15% del balance de alimento necesario para llegar a las 190 000 toneladas planificadas. Marzo cerró con un incumplimiento de alrededor de 27 000 toneladas de carne de cerdo en pie.
Igualmente, en abril se dejaron de importar “cifras considerables” de maíz y soya. Se tuvo que evaluar unas 75 000 toneladas menos en el balance de alimento animal que se entrega al programa.
“Lo anterior, puntualiza, generó un reajuste de los compromisos para el actual año, de 190 000 toneladas de carne a 100 000”.
De ahí la brusca reducción en los envíos hacia la industria alimentaria, que provee a los centros hospitalarios, escuelas, canasta básica (picadillo) y al turismo. “Lo que estatalmente se protege”, dice Ferrer Domínguez. Y si antes los mercados agropecuarios estatales y comercio y gastronomía recibían mensualmente unas 2 000 toneladas, ahora solo disponen de 600.
Este periodo ha coincidido con el cierre de fronteras debido a la pandemia de la COVID-19, lo que se traduce en cero turismo. ¿Qué ha pasado con esas cantidades no despreciables que consume el sector?, pudieran preguntarse muchos.
“No hubo turismo, pero hubo centros de aislamiento, protección a personas vulnerables. Evidentemente lo que no fue para el turismo se dirigió hacia esos destinos, y se utilizó en hacer más jamonada, picadillo... La carne no está guardada”, asegura la jefa de la División Tecnológica Porcina del GEGAN.
La falla de la materia prima acordada también ha provocado otros contratiempos. De los casi 15 000 criadores existentes, que tributan el 92% de la demanda nacional, hoy apenas suman 5 934.
“Había una modalidad (de ceba con animales propios) que era muy popular, esos productores en mayo se quitaron. Quedan los de la modalidad de reproductores y los de precebas al destete”, contabiliza Ferrer Domínguez.
El convenio que firman los criadores determina que el Estado les garantiza el 70% de los alimentos. El país debe importar casi el 45% de ese total. Como reconoció en la Mesa Redonda el ministro de la Agricultura, no hay condiciones para mantener este tipo de contrato; “en los próximos años tenemos que revertir esta matriz, de manera gradual”.
Un “problema” visto el año pasado fue la “desestimulación” de los productores debido al inicio del pago de tributos sobre sus ingresos personales, con la presentación de Declaración Jurada. Tampoco han faltado quienes asocian el tope de precios establecidos por los gobiernos territoriales desde el segundo semestre de 2019, con la extinción del mamífero nacional en los mercados.
“Como no me dedico a vender y vivo en una finca a 14 km del pueblo más cercano, caí en la cadena del que vende en la tarima, que bajó el precio en pie. Entonces, yo que soy quien produce solo gano 1 689 pesos cubanos en siete meses. Para esa ganancia no crio. Cancelé el contrato”, relata un cibernauta que se hace llamar Ferna.
Hacia los campos y la ciencia, en busca de alternativas
Desde 2019 “se comenzó a conversar con los productores, a intercambiar, a fomentar y extender la siembra de alimento para los animales”, aduce Ferrer Domínguez. El objetivo es que estos cultivos garanticen el 40% de la comida.
La entrega de tierras ha acompañado esa decisión, y en lo que va de año se han producido 17 000 toneladas de alimentos más que en igual periodo del pasado calendario. En tanto, “se trabaja en la localización de más áreas, sin desconocer que serán necesarios insumos imprescindibles para explotarlas, a los que debemos buscar soluciones”, enfatiza el presidente del GEGAN.
Se trata de un asunto que no tiene marcha atrás. “Resulta ineludible cambiar la matriz productiva que tuvimos durante años, basada en la mentalidad importadora, que el recrudecimiento del bloqueo y la COVID-19 nos ha obligado a desterrar”.
La otra estrategia involucra a la ciencia. “Se están haciendo —añade Espinosa Carro— retrocruces genéticos para crecer en cerdos de capa oscura, menos productivos pero más resistentes, que admitan una alimentación adaptada a bajos insumos y a comidas diversas (subproductos de las cosechas, palmiche…)”. Una iniciativa que, en concreto, aportaría menos carne, pero que es más viable en las circunstancias del país.
Al parecer quedaría en pausa el programa implementado hasta la actualidad, y que estaba encaminado hacia 2030 con una meta de 350 000 toneladas. “Desgraciadamente ha faltado la importación”, lamenta Ferrer Domínguez.
En el país ya hay siete centros multiplicadores de cerdos de capa oscura. Camagüey, por ejemplo, debe recibir en agosto “las primeras hembras reproductoras y sementales para la crianza y producción de la raza”, de acuerdo con Laura Duarte Montell, directora de la Empresa Porcina de esa provincia.
Una de las ventajas expuestas por especialistas del GEGAN es que si el programa de autoabastecimiento local necesitaba hasta el momento 900 000 puercas criollas, con el nuevo híbrido serían 539 000.
Las realidades actuales plantean nuevos desafíos a la aspiración de garantizar mensualmente a cada habitante cinco kilogramos de proteína animal, de ellos dos aportados por el programa porcino. Como garantía está, entre otras cosas, acompañar, apoyar y estimular a los campesinos, sumarlos a sembrar la tierra.
En cualquier caso, el control no deberá fallar en esa cadena que conduce hasta el plato de la población, para que no ocurran episodios como el de Ciego de Ávila, donde más de 26 000 libras de carne de cerdo se echaron a perder, tras permanecer en un frigorífico un año y medio.
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