Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

sábado, 7 de julio de 2018

Trump siembra vientos, las empresas recogen tempestades




El presidente de EE UU Donald Trump saluda a un grupo de simpatizantes en en Montana. JOSHUA ROBERTS REUTERS

Parece que la perspectiva de una guerra comercial acapara la atención. Hasta hace poco, no daba la impresión de que las grandes empresas y las instituciones que representan sus intereses se tomasen en serio el discurso proteccionista del presidente Trump. Después de todo, las corporaciones han invertido miles de millones de dólares creyendo que los mercados mundiales se mantendrían abiertos y que la industria estadounidense conservaría su acceso tanto a los clientes como a los proveedores extranjeros.

Trump no pondría en peligro todas esas inversiones, ¿verdad? Sí, sí lo haría, y el tardío reconocimiento de que su postura dura sobre el comercio iba en serio ha provocado una avalancha de reacciones. Las grandes empresas y las patronales envían cartas al Gobierno advirtiendo de que sus políticas destruirán más puestos de trabajo de los que crearán. Mientras tanto, la Cámara de Comercio estadounidense ha lanzado una campaña publicitaria para convencer a los votantes de las ventajas del libre comercio. Patético, ¿no? ¿Quién va a prestar atención a esas cartas en el Gobierno de Trump? ¿Qué cree exactamente la Cámara que conseguirá publicando esos anuncios?

El caso es que las grandes empresas están recogiendo lo que han sembrado. No hay una única causa que nos haya llevado a este terrible momento, pero la cínica política de la América empresarial durante décadas ha desempeñado un papel clave. ¿A qué me refiero cuando digo política cínica? En cierta medida, aludo a la alianza tácita entre las empresas y los ricos, por una parte, y los racistas, por otra, que es la esencia del movimiento conservador moderno. Durante tiempo dio la impresión de que las empresas tenían el juego bajo control: ganar elecciones con mensajes racistas velados y luego pasar a un programa de rebajas fiscales y liberalización. Pero tarde o temprano iba a pasar algo como Trump: un candidato que habla en serio de racismo, con el apoyo entusiasta de las bases republicanas y al que no se puede controlar.

Hace poco, Tom Donohue, el presidente de la Cámara, publicaba un artículo en el que condenaba el maltrato de Trump a los niños en la frontera, y declaraba que “no somos así”. Lo siento, señor Donohue, sí son así: ustedes y sus aliados se han pasado décadas empoderando a los racistas, y ahora toca pagar la factura. Pero la política migratoria racista no es el único ámbito en el que la gente como Donohue se enfrenta a un monstruo que ha ayudado a crear.

Cuando organizaciones como la Cámara de Comercio o la Fundación Heritage declaran que los aranceles son una mala idea, se basan en razones intelectuales: todos los expertos económicos coinciden. Pero no tienen ninguna credibilidad, porque esas mismas instituciones conservadoras se han pasado décadas haciendo la guerra contra los expertos. El caso más evidente es el del cambio climático, en el que las organizaciones conservadoras, incluida la Cámara por supuesto, se han comportado durante mucho tiempo como “mercaderes de dudas”, generando escepticismo y bloqueando la adopción de medidas frente a un consenso científico abrumador. Hablando en plata, es difícil pasar del “no prestar atención a esos supuestos expertos que dicen que el planeta se está calentando” a “el proteccionismo es malo, y todos los expertos están de acuerdo”.

Del mismo modo, las organizaciones como Heritage han promovido la economía de la oferta, es decir, la economía vudú —la afirmación de que los recortes fiscales generarán un enorme crecimiento y compensarán a la larga— aunque ningún experto económico esté de acuerdo. Por tanto, ya han aceptado el principio de que está bien decir tonterías en lo que a economía se refiere si resulta conveniente desde el punto de vista político. Y ahora viene Trump con tonterías diferentes, afirmando que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. ¿Cómo pueden convencer a alguien de que las tonterías que dice son malas, y que las que dicen ellos son buenas?

Pero puede que una guerra comercial solo sea el principio del castigo que las grandes empresas se han infligido a sí mismas. Es posible que el futuro nos depare más espeluznantes, porque Trump no solo es un proteccionista, es un autoritario. Las guerras comerciales son terribles, pero el poder desenfrenado es mucho peor, y no solo para los que son pobres y están indefensos.

Piensen en el hecho de que Trump ya ha tomado por costumbre amenazar a las empresas que le llevan la contraria. Después de que Harley-Davidson anunciase que iba a trasladar parte de su producción al extranjero a causa de los conflictos comerciales, advirtió a la empresa de que iba a pagar “más impuestos que nunca”, lo que desde luego suena a que quiere politizar la agencia tributaria y usarla para castigar a empresas concretas. Por el momento, seguramente no podrá hacer algo así, pero vamos a suponer que los republicanos mantienen el control del Congreso este noviembre. Si lo hacen, ¿cree alguien que se opondrán a los abusos del poder presidencial? Con una victoria del Partido Republicano en las elecciones de mitad de mandato, mucha gente y muchas instituciones quedarían a merced de los instintos autoritarios de Trump, las grandes empresas incluidas.

Pero las organizaciones como la Cámara y Heritage siguen intentando asegurar una victoria republicana. De hecho, hasta su reciente cambio para centrarse en el proteccionismo, la cámara estaba emitiendo anuncios para intentar (sin éxito,) conseguir el apoyo de la opinión pública a los recortes fiscales de Trump en distritos del Congreso con mucha competencia. Y comparen esto con los anuncios a favor del libre comercio, que no tienen un propósito político claro. El caso es que no solo está en peligro el comercio mundial, sino el Estado de derecho. Y hasta cierto punto está en peligro porque las grandes empresas renunciaron a todos sus principios en su afán de obtener recortes fiscales.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. @ The New York Times Company, 2018.Traducción de News Clips

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