El litoral este de La Habana resguarda una riqueza natural diferente a la de la costa oeste, que se caracteriza por arrecifes y escasas acumulaciones de arena.
– De entre un amasijo de basuras sobre la arena en la playa de Guanabo, el reciclador Antonio Fernández saca latas y botellas de plástico que guarda en un saco para luego venderlas y obtener otros ingresos, además de su trabajo como custodio en esta capital cubana.
“Esta situación es un problema de despreocupación de las personas que vienen y, en vez de disfrutar, lo que hacen es empañar el entorno”, dijo Fernández a IPS.
En solo dos horas de caminata por esta playa icónica del litoral habanero, el trabajador recopiló un saco de desechos, que reúne en su casa para vender en promedio 20 kilogramos por semana.
Mientras lava sus manos en agua empozada en la arena, Fernández relacionó el deterioro de este recurso natural, que es público en Cuba, con la basura que lo contamina, aunque hay otros factores que atentan contra su conservación en este país caribeño donde el turismo constituye un sector estratégico de la economía.
“Antiguamente, todo era distinto, la gente se comportaba de una forma diferente. Eso se controla con educación y el cumplimiento de la ley”, comparó Fernández, que vive en un reparto del municipio Habana del Este, donde se ubican 26 kilómetros de costas arenosas en las que se bañan la población capitalina y la visitante.
Por un cóctel de causas como la acción humana, malos manejos, escasos o ningún mantenimiento y el cambio climático, el archipiélago cubano padece de erosión costera y pierde cada año entre uno y dos metros de línea costera, con 430 metros del tipo arenosas, que requieren de costosas inversiones para su conservación o para restaurar las dunas.
Fuentes científicas indican que poco más de 80 por ciento de las playas cubanas presentan procesos de erosión.
Incluso en 2017 arrancó un programa estatal y nacional de recuperación de playas arenosas hasta 2030, que incluye el saneamiento y la rehabilitación de dunas y la reconstrucción de pasarelas, y que prioriza balnearios internacionales como Varadero, los cayos de la costa norte y de Holguín, en el oriente cubano.
Hasta ahora la mayor inversión conocida en ese sentido es el barco Mario Oliva Pérez, que dispone de una máquina con gran capacidad de dragado y de extracción de arena mar adentro para restaurar las dunas, donde viven numerosas especies y las que constituyen una barrera de protección de la vida tierra adentro.
Pero aún esas acciones no llegan a los balnearios de menor explotación turística, incluso algunas playas sufren tal deterioro que su restauración se posterga.
“Nuestro objetivo es llegar a rehabilitar la zona de Guanabo, que es una playa que tanto la población quiere y solicita que se estudie”, dijo Yesenia Ibañez, jefa de la Unidad de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente en La Habana, en diálogo con IPS.
Compuesto por las playas de Bacuranao, Tarará, Mégano, Santa María del Mar, Boca Ciega, Guanabo, Veneciana, Brisas del Mar y Rincón de Guanabo, el litoral este de La Habana resguarda esta riqueza natural, a diferencia de la costa oeste, que se caracteriza por arrecifes y escasas acumulaciones de arena.
La especialista reveló que, por el gran deterioro de Guanabo, se tuvo que dividir en dos tramos para su estudio. La primera investigación culminará en 2020, y ese mismo año comenzará la segunda etapa, “que lleva estudio por tierra y por mar porque afloraron construcciones tras el paso de los eventos meteorológicos que han ocurrido”.
Pagados por fondos públicos, los estudios solicitados por la unidad hasta el momento cubren 6.500 metros del litoral arenoso de 26 kilómetros, lo que representa 25 por ciento. “Estos resultados se entregarán en un futuro a la entidad que se responsabilice de rehabilitar la playa”, detalló Ibañez, quien espera que sea al gobierno local.
Estas zonas forman parte de los 262 asentamientos costeros de Cuba, en los que viven 193.000 personas, las que requieren de algún tipo de medidas de adaptación frente al cambio climático, algunas de ellas radicales como la reubicación. En la capital, se identifica la demolición de edificaciones y obras de protección y rehabilitación costera.
El batir de las olas arrulla un deteriorado edificio que acoge a 10 familias en el asentamiento de Guanabo. “Los cimientos que quedan sobre la arena están en el aire… el mar ha recuperado terreno, erosionando toda esa área… debajo cabe una persona”, indicó el jubilado Lázaro Leyva, quien vive en uno de los apartamentos.
“Hay un proyecto de recuperar la costa y demoler todo lo que está aquí, incluido este edificio, pero parece que demora”, indicó Leyva, que lamenta tener que evacuarse frente a amenazas de eventos meteorológicos. Junto al edificio, queda el piso y los cimientos de una construcción que sí fue demolida.
El paisaje de Guanabo contrasta con los tramos en Santa María del Mar y Boca Ciega, donde la unidad ambiental mantiene desde 2011 un proyecto de recuperación.
“En todo el sector se mantiene la duna conformada en su momento, con sus pasarelas”, explicó Solveig Rodríguez, especialista de la delegación habanera del ramo de medio ambiente. “Damos mantenimiento dos veces en el año, sobre mayo y noviembre”, apuntó sobre la iniciativa.
Altas dunas pobladas de vegetación coronan los 1.063 metros que suman los dos sectores recuperados en Santa María del Mar, frente al hotel Tropicoco, y este de Boca Ciega, adonde acuden los huéspedes del hotel Itabo. Pasarelas de madera permiten el acceso de bañistas, y las señales, muchas de ellas dañadas, prohíben la contaminación de la playa.
Luego del impacto del huracán Irma en 2017 en el litoral habanero, fue evidente el efecto protector de las dunas en los tramos recuperados. “No hubo penetración del mar, ni traslado de arena hacia la calle y las casas”, recordó Rodríguez.
Entre una calle y la duna en Boca Ciega, se ubica la casa de la trabajadora del hogar Hilda Rosa Reyes. “Esto nos protege… antes por cualquier cosa se nos llenaba la calle y hasta el patio de arena, teníamos que sacar con palas todo eso y reparar los muros y la cerca”, contrastó, aunque acotó que persiste el problema de los desechos en la zona.
Hasta ahora el Decreto Ley 212 sobre la Gestión de la Zona Costera, en vigor desde 2000, fija normas, pero observadores y hasta autoridades identifican debilidades en el cumplimiento de esta y otras leyes en favor del medio ambiente en la isla caribeña de 11,2 millones de habitantes.
Cuba participa además del proyecto regional “Impacto del cambio climático en las costas arenosas del Caribe: alternativas para su control”, que desde 2017 coordina la Asociación de Estados del Caribe para proteger este recurso natural clave en un área que depende del turismo y sufre eventos meteorológicos extremos.
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