Por Julio C. Gambina
El horizonte cercano nos devuelve más penurias para la mayoría empobrecida del planeta, lo que requiere pensar en términos de construcción de alternativa. La estrategia para superar el momento actual, de crisis extendida, alimentaria, energética, económica, financiera, cultural, política, más pandemia y más guerras nos convoca a desplegar estrategias conducentes a limitar la ofensiva del capital contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad, que definimos como anticapitalismo.
Nos queda claro que la situación de guerras explícitas, que arrastran a posicionamientos definidos en la institucionalidad mundial, caso de las resoluciones que se viene abordando en las Naciones Unidas y que parecen no tener límites, nos presenta un escenario de futuro inmediato de incertidumbre con perspectivas regresivas. En la coyuntura puede ejemplificarse la regresión con la suba de precios de alimentos y combustibles que sufren los sectores de menores ingresos, al tiempo que mejoran las perspectivas de apropiación de las ganancias de los capitales más concentrados del sistema mundial.
En otros tiempos de guerras se gestaron condiciones para la revolución y por eso, vale recuperar el desafío civilizatorio gestado a comienzos del Siglo XX.
La guerra mundial desatada en 1914 habilitó la revolución rusa en 1917, y entre sus principales consignas estaban la lucha por la paz y el pan, premisa para sustentar una propuesta de carácter anticapitalista y por el socialismo.
Son dos aspectos claves, la paz y los alimentos, que están en juego en nuestros días, en un escenario de agravamiento del cuadro belicista, especialmente en Europa, pero no solo.
Al mismo tiempo reaparece el temor inflacionario (8,5% anualizado, para marzo en EEUU y del 7,5% para Europa) en un marco de desaceleración de la economía. Las sanciones y bloqueos por la guerra en Ucrania impactan en la disminución de la producción y circulación y bienes y servicios en el sistema mundial. Es una realidad que agrava un cuadro de desaceleración económica que vive la economía mundial, solo contrarrestado por la fuerte expansión productiva de los llamados países emergentes, especialmente China.
Gasto militar
Con la guerra se estimula la expansión de la militarización y el consecuente gasto militar.
Ello ocurre en desmedro de otros destinos orientados a superar las falencias esenciales de millones de personas en el mundo, especialmente la alimentación. Dice la FAO:
“Hoy se producen alimentos más que suficientes para alimentar a cada uno de nosotros. Sin embargo, hasta 811 millones de personas siguen padeciendo desnutrición crónica, en medio de signos de disminución del impulso para alcanzar el Hambre Cero.”[1]
La caída de la producción de alimentos y sus exportaciones por las afectaciones productivas en territorio de guerra en Ucrania, más las sanciones del capitalismo desarrollado sobre Rusia, obstaculizando globalmente la circulación de bienes y servicios, impacta en la suba de los precios internacionales.
Es grave el tema en alimentos y energía, estableciendo serios límites para atender las necesidades básicas de los sectores más empobrecidos en el ámbito mundial, al tiempo que exacerba los problemas de arrastre de contaminación que afectan el cambio climático y la destrucción de la naturaleza.
La situación de guerra en Ucrania, en Yemen, o en Palestina, entre otros territorios, se despliega en un marco de expansión del gasto militar global y los argumentos presentados explicitan la necesidad de la “defensa”. Como cada país asume la hipótesis de conflicto de la amenaza externa, el resultado es un incremento del gasto militar de cada país con capacidad de intervenir en la disputa mundial. Ese argumento defensivo está azuzado por estrategias de inteligencia que inducen a un mayor gasto militar.
El crecimiento del presupuesto militar queda explicitado en las informaciones para 2020 del Banco Mundial (BM), quien se lamenta por la tendencia incremental, un 2,4% del PBI mundial, especialmente en pleno desarrollo de la pandemia por el coronavirus iniciada en marzo de ese año.[2]
Resulta interesante recoger los datos del SIPRI[3], que también informa el BM, en donde puede leerse:
“Las transferencias internacionales de armas importantes experimentaron una ligera caída entre 2012-16 y 2017-21 (-4,6 %). Sin embargo, las exportaciones de los Estados Unidos y Francia aumentaron sustancialmente, al igual que las importaciones a los estados de Europa (+19 por ciento), Asia Oriental (+20 por ciento) y Oceanía (+59 por ciento).”
Ahí puede entenderse los focos de la guerra, los territorios del conflicto y las hipótesis de confrontación. Agrega el informe:
“El mayor crecimiento en las importaciones de armas entre las regiones del mundo se produjo en Europa. En 2017-21, las importaciones de armas importantes por parte de los estados europeos fueron un 19 % más altas que en 2012-16 y representaron el 13 % de las transferencias mundiales de armas.”
Resulta curiosa la confirmación de Europa como destino principal de la venta de armas, lo que evidencia que el conflicto desatado a fines de febrero era parte de las hipótesis de conflicto previas. Completa la información destacando:
“Mientras continuaba el conflicto en Yemen y las tensiones entre Irán y otros estados de la región seguían siendo altas, las importaciones de armas jugaron un papel importante en los desarrollos de seguridad en el Golfo. Las importaciones de armas de Arabia Saudita —el segundo mayor importador de armas del mundo— aumentaron un 27 % entre 2012-16 y 2017-21. Las importaciones de armas de Qatar crecieron un 227 por ciento, lo que lo impulsó del vigésimo segundo mayor importador de armas al sexto.”
Es de interés verificar los territorios que concentran el flujo del comercio de armas y asociarlo a los intereses estratégicos del capital por la dominación de la producción mundial.
La misma fuente indica, para abril del 2021, un aumento del gasto militar para alcanzar los 1.981 billones de dólares, siendo EEUU, China, India, Rusia y el Reino Unido, los 5 mayores involucrados, totalizando en su conjunto un 62% del volumen global.
No debe sorprender que este gasto explicita las disputas que existen por la hegemonía del sistema capitalista mundial, por lo que no extraña que, junto a lo militar, la guerra se manifiesta como “comercial, financiera, productiva, tecnológica, monetaria, incluso, cultural”.
Ese conjunto de países define hoy los bloques de alineamiento internacional que arrastra a otros países, y desafía a pensar en términos de lucha en contra y más allá del régimen de la ganancia, lo que supone pensar en alternativas al orden global.
Estrategia alternativa
Son tiempos de desorden del orden emergente en 1945 e incluso de aquel unipolar emergente en 1991.
La debilidad del dólar y la aparición de una puja de varias monedas nacionales que intentan ser expresión del dinero universal, resulta una clara manifestación de la búsqueda de una nueva regularidad en la orientación del sistema global.
Mercancía y Dinero es la presentación del fenómeno capitalista en los estudios de Marx sobre “El Capital”, por lo que resulta de interés en una estrategia en contra del capitalismo analizar los fenómenos visibles en el proceso de extensión de la mercantilización. Una extensión dialécticamente obstaculizada por las sanciones que disparan iniciativas de nuevos circuitos de valorización en el ámbito mundial.
Los caminos de la mercantilización y la valorización de capitales es un proceso continuo desde los orígenes de la acumulación capitalista, que hoy se define con mayor visibilidad en el terreno militar.
El interrogante que muchos sostienen, apunta a comparar críticamente este gasto militar en expansión, con otro destino, alternativo, para enfrentar la desnutrición y el hambre. La respuesta no pude buscarse en razonamientos o apelaciones “humanitarias”, relativas al orden económico, social, político y cultural, sino en la esfera de la lógica de la ganancia y la acumulación derivada del régimen del capital. No existe el humanismo en el capitalismo, solo la ganancia y la acumulación.
Por eso, volviendo al inicio de la nota, el desafío humanitario del presente está asociado a la búsqueda de una alternativa civilizatoria, en contra y más allá del capitalismo. No hay espacio para la reforma, aun cuando la lucha por reivindicaciones reformista puede contribuir en una perspectiva de transformaciones profundas, revolucionarias.
En 1917 emergió una propuesta que abonó el imaginario social mundial por el socialismo durante décadas, incluso pudo construir un sistema mundial bipolar luego de la segunda guerra mundial en 1945, más allá de la opinión que pueda ofrecerse sobre el tipo de sociedad construida en la URSS hasta 1991. Incluso, la estrategia “tercerista” y variadas luchas por la liberación nacional y social fueron posibles en un marco de bipolaridad del sistema mundial.
Aquella búsqueda frustrada por el anticapitalismo y el socialismo, inspirada según sus seguidores en la crítica de la economía política y del propio capitalismo, estaba asentada en los estudios de Carlos Marx.
Con la caída de la URSS, se habilitó la recuperación de la teoría en origen, con los desarrollos de los nuevos tiempos y por eso nos motiva, nuevamente en tiempos de guerra, a pensar y proponer rumbos estratégicos en defensa de la humanidad y la naturaleza.
Se trata de construir imaginarios sociales colectivos, conscientes, sustentados en la des-mercantilización de la cotidianeidad y una práctica extendida de autogestión y trabajo comunitario. Es algo que recrean concepciones del “vivir bien” o el “buen vivir” que recuperaron recientes reformas constitucionales en la región.
Buenos Aires, 13 de abril de 2022
[1] FAO. Metas de desarrollo sostenible, en: https://www.fao.org/
[2] Banco Mundial.(https://datos.
[3] Instituto Internacional de Investigación por la Paz de Estocolmo. SIPRI. El comercio mundial de armas cae ligeramente, pero aumentan las importaciones a Europa, Asia oriental y Oceanía (14/03/2022); en: https://sipri.org/media/press-
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