Como el título dado a la novela Cubana de turno, los diputados que asumen un escaño en el Parlamento, el próximo 19 de abril, tienen ante sí no pocos asuntos pendientes: por ejemplo, exigir al equipo de Gobierno y al Consejo de Estado, la inmediata aplicación del Programa de Estabilización Macroeconómica, para poner freno a la exacerbada inflación imperante, la cual se incrementa también por causa del millonario déficit fiscal de cinco dígitos, incluyendo la CUASIFISCALIDAD, que no suele contabilizar en el ejercicio fiscal anual.
Esto último hace que cada día que pasa se haga más insolvente la moneda nacional, muy devaluada hoy, y pone en condiciones de indefensión a trabajadores y pensionados por el incremento desenfrenado de los precios de productos y servicios de primera necesidad, especialmente alimentos.
Los legisladores están obligados a plantar, dicho en buen cubano, con quienes asumirán la responsabilidad dentro del Ejecutivo, para que se realicen los cambios estructurales o de restructuración económica postergados por más de tres décadas, a pesar de que expertos nacionales en Ciencias Económicas poseen, desde entonces, propuestas concretas y viables en ése sentido, a las cuales se han sumado otras en los años más recientes.
Que no se dilate aún más la tan sugerida y demandada agenda económica, porque el tiempo es una variable crítica a tener en cuenta en cualquier ámbito de la vida, máxime en términos económicos y políticos, para que los asuntos pendientes no se incrementen en el tiempo, pues no se trata de una puesta novelesca.
Lo cierto es que la nave económico-social se encuentra frente a un iceberg y ante la posibilidad de irse a pique, se habla, se exhorta, se aprueban medidas, pero el peligro sigue ahí, porque parece no haberse entendido a plenitud la necesidad de cambiar radicalmente el rumbo de la nave y que pudiera culminar en el hundimiento del barco.
La Asamblea Nacional es un cónclave de animales domesticados, no van a exigir nada, y mucho menos a pedir cuentas por la desidia, el inmovilismo, la corrupción y la apatía en las esferas gubernamentales. El papel de la Asamblea Nacional en Cuba es aplaudir, votar y gritar consignas. Eso lo sabemos de sobra los cubanos. Nada más hay que mirar los sectores sociales q predominan en el parlamento para saber que la intención es mantener la sumisión, y evitar custionamientos que pongan en riesgo el status quo. Nada de sorpresas ni disonancias, nada de salirse del guión. Aplausos, unanimidad y silencio. Para eso están los diputados.
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